Pensar en los otros

Nina era una niña muy deseada, esperada y querida. Hacía 14 meses que sus padres fueron a buscarla a la China y en este tiempo se había convertido en el centro de la vida familiar. De repente ella muere de manera trágica, y en medio de la desgracia y del dolor extremo, sus padres hacen donación de los órganos de Nina para poder salvar la vida de otros niños, desconocidos para ellos, pero que seguro tienen nombre, rostro y padres desesperados.
¿Quién cuando está al límite del sufrimiento piensa en los otros?
¿Quienes cuando llora la muerte de quien ama, piensa en el padecimiento de los otros a quienes no conoce? ¿No tienen suficiente con su dolor?...
Los padres de Nina, tuvieron un gesto heroico y nos demostraron su grandeza humana, que parece que “no es de este mundo”, pero que, es tan humana, tan sumamente human, que es divina.
Ellos, son unos gigantes de humanidad, personas dignas de admiración, y quizás también de imitación. Con su gesto nos han enseñado que el amor es infinito y que no tiene fronteras; que siempre es generoso y busca el bien. Que el amor no es egoísta y que el amor verdadero, siempre es capaz de dar vida.
Este fue el gesto de Jesús, gesto que repetimos cada día en la eucaristía: Jesús que se da del todo, y que lo hace perdonando a los que le hacen el mal y derramando su sangre para que nosotros tengamos vida y la tengamos para siempre.
Este es el misterio de nuestra fe: la Pascua, dar vida, darnos para que los otros vivan.
Que sepamos imitar a los que nos dan ejemplo dándose ellos mismos.