"Han salido otra vez los colores, las banderas, las disputas" Sor Lucía Caram: "El 80% de los que acuden a las colas y comedores sociales son familias con hijos"

Sor Lucía Caram, con los #invulnerables
Sor Lucía Caram, con los #invulnerables

"Hemos incorporado muchos voluntarios jóvenes, tenemos un grupo de unos 40"

"Los vulnerables de hoy son gente que hasta hace unos días, cuando ibas a un bar, a un kiosko, a una tienda, los encontrabas"

"Hemos visto que el estado de alarma ha sido una moneda de cambio para otro tipo de intereses"

"Al ir al hospital he visto la indignación en los sanitarios: están siendo muy maltratados"

"Las administraciones luchan mucho contra el bullying pero se olvidan de que muchos niños lo están padeciendo precisamente por su situación de pobreza"

"En #Invulnerables empoderamos a los padres no solo para que traigan el pan a casa, sino para que sean un referente de trabajo, de constancia y de valores"

Continuando con las entrevistas confinadas de Religión Digital, hablamos con Sor Lucía Caram de la pandemia y de los desafíos que está planteando a proyectos como el suyo, desde hace años dedicados a la acción social. "Siento muchísima vergüenza cuando veo los debates en el Congreso", confiesa la religiosa, que mientras tanto ha visto multiplicarse las personas necesitadas de ayuda alimentaria en Manresa. Nos presenta su libro #Invulnerables: una apuesta de éxito contra la pobreza infantil y afirma que si no dejamos crecer a los niños con dignidad, derechos y protección, "tenemos hipotecado nuestro futuro".

¿Cómo va la desescalada en Cataluña?

En mi zona estamos en la fase 2, a punto de pasar a la fase 3, a pesar de que el impacto ha sido fuerte. Porque uno de los brotes fue en Igualada, y nosotras estamos frente a su hospital. Hemos vivido muy muy de cerca el caos y las consecuencias del caos. Pero intentamos volver a la normalidad.

Después del caos, la normalidad va a ser compleja. ¿Cómo estás viendo esos efectos de la crisis del coronavirus y cómo crees que será la recuperación? Has sido crítica con las medidas que se han ido tomando.

En lo personal, como comunidad, hemos podido hacer un cordón sanitario: que nadie salga ni entre, incluyendo personas que habíamos acogido en ese momento. Tenemos gente de Ghana, gente de Venezuela viviendo el encierro con nuestra comunidad. Menos yo, que estoy viviendo en la Casa de la Infancia, al lado del convento, por la exposición que tengo.

Acostumbrada a la comunidad, la estás viviendo más sola.

Exacto. Nos hemos comunicado a través de Skype y de la puerta, pero básicamente no he vuelto a comer a la comunidad ningún día hasta esta fase. Ya supongo que la semana que viene me reincorporaré. Han sido unos días de verdad maratónicos. Desde el momento en que se anuncia el estado de alarma, he empezado con el Banco de Alimentos, a repartir lotes de comida para las familias. Esta atención se ha multiplicado por tres. Para que te hagas una idea, desde mediados de marzo hasta finales de mayo, hemos gastado 836.000 euros en alimentos. Las colas son enormes a consecuencia de esa demanda multiplicada por tres.

Hemos incorporado muchos voluntarios jóvenes, tenemos un grupo de unos 40, trabajando a destajo y viendo que esas colas de personas no son números ni estadísticas: son historias dramáticas. Gente que hasta hace unos días, cuando ibas a un bar, a un kiosko, a una tienda, los encontrabas. Hay muchísima gente que no ha cobrado el ERTE, por lo menos aquí en Manresa. No se entiende.

Sor Lucía Caram, con el Papa

El virus este ha sido una máquina destructora que nos ha encontrado a todos, incluidos los políticos, desconcertados. Realmente ha destruido lugares de trabajo y oportunidades de la gente que se estaba recuperando del 2008. Nos encontramos otra vez en eso: empieza una crisis y de repente nos han venido muchísimas familias. Nosotros estamos atendiendo a más de un 10% de la población de Manresa.

Que tantas familias necesiten ayuda directa es brutal. Eso implica que podemos multiplicar por dos o por tres el número de familias que lo están pasando mal, aunque no necesiten esa ayuda directa.

La gente lo está pasando realmente mal, cada día escucho historias muy angustiosas. Ahora que justo empezábamos a transformar la vida de la gente, a incorporarlos a trabajos... Y de repente todo se ha destruido para muchos. Pero la ciudadanía ha respondido muy bien: el voluntariado. Lamentablemente, al contrario, los gobiernos no van a una, no saben por dónde ir. Pero eso no justifica que se entreguen a las polémicas políticas: habían dicho que todo iba a ser sumar contra la pandemia, solucionar el tema sanitario... y hemos visto que el estado de alarma ha sido una moneda de cambio para otro tipo de intereses.

Da la sensación de que, cuando se ha ido comprobando que esto remite, se ha abierto la caja de Pandora y se ha vuelto a las preocupaciones de siempre: ellos mismos, sus opositores, todo eso.

Sin duda. Así funcionan todos. La izquierda, la derecha, los nacionalistas, los españolistas... Han salido otra vez los enemigos, los colores, las banderas.

Y han desaparecido los aplausos, y esa sensación de unidad y comunión que teníamos, como sociedad que está sufriendo.

"Ves a mucha gente a la que no le ha tocado vivirlo muy de cerca (no han perdido a nadie, no han perdido el trabajo...) y tiene muy poca empatía y precaución"

Sí, es una pena. He tenido a una hermana ingresada por un tema que no es covid, es un cáncer, y al ir al hospital he visto la indignación en los sanitarios: están siendo muy maltratados. Han trabajado en condiciones infrahumanas, sin protección. Continúan en la misma situación respecto a sus salarios, de miseria, y los quieren consolar dándoles 800 o 1.000 euros después de toda la pandemia. Cuando lo que tienen que hacer es reforzar verdaderamente el sistema sanitario. Nos hemos dado cuenta de lo importante que es la salud.

Sor Lucía Caram, con su libro
Sor Lucía Caram, con su libro

La preocupación ahora es esa normalidad: hay que volver a ella y ves a mucha gente a la que no le ha tocado vivirlo muy de cerca (no han perdido a nadie, no han perdido el trabajo...) y tiene muy poca empatía y precaución.

Pero creo que la mayoría de la gente sí ha despertado y espero que haya un cambio. Lo espero, sinceramente, más por la sociedad civil que por los políticos. Porque veo que no han renunciado a sus luchas interesadas. Siento muchísima vergüenza cuando veo los debates en el Congreso. Es para ponerse a llorar o mandarlos a la mierda, con perdón.

Ciertamente, y sin perdón. ¿Eres optimista entonces en cuanto al futuro de la ciudadanía? Yo sí lo soy, pero a veces tengo la sensación de que pensamos que esto ha sido una mala gripe y que, aunque tenemos todavía que llevar mascarillas, ahora viene el verano... Si tenemos vacuna en breve, ¿todo será igual? Sin contar con lo que está sucediendo fuera de nuestras fronteras (lo que está pasando en África o Latinoamérica... fuera del mal llamado Primer Mundo), ¿qué va a ocurrir aquí con los descartados? Hay mucha gente que estaba ya apartada, intentando reintegrarse en la sociedad, y esto ha sido una patada. Les va a costar recuperarse, teniendo en cuenta que hay mucha gente con menos problemas que también está ahora mismo cayendo en la vulnerabilidad.

La cola del banco de alimentos, efectivamente, es un reflejo de lo que hay. Antes eran mayoritariamente inmigrantes marroquíes. Ahora ves pidiendo ayuda a todas las nacionalidades, muchísima gente de aquí. La pandemia nos ha hecho darnos cuenta de que lo que estamos viviendo nosotros como un drama, es lo habitual en otros países. A todos nos ha afectado este virus, pero no de la misma manera. No es lo mismo estar en una casa en la que cada uno tiene su habitación a estar pasando la cuarentena de manera infrahumana, compartiendo espacios mínimos las 24 horas del día, y con niños. Auténticamente hacinados. Esto se está notando en que la gente psicológicamente está rota.

Ese es el siguiente problema, claro.

Hay una tristeza impresionante y nos va a costar levantarnos de esto. Pero yo quiero ser optimista y pensar que la ciudadanía va a responder. Por otra parte, veo que somos muchas las entidades que nos hemos movilizado, y la gente nos ha escuchado. No hubiéramos podido dar la respuesta que hemos dado sin apoyo. Tú sabes que yo no me muevo tanto en el ámbito eclesial como en el social. Trabajo con los gentiles.

Lo hacía Jesús igual.

Pues eso intentamos. Y la respuesta ha sido espectacular. Es verdad que la Iglesia ha hecho muchísimo, muchísimas parroquias han trabajado... Pero ha habido, como en todos los sectores, diferencias. Y la sensación de que hemos hecho mucho, pero lo lo suficiente. Creo que todas las iglesias y comunidades tendrían que ser hospitales de campaña.

Sor Lucía Caram, el padre Ángel y Sergi Grimau
Sor Lucía Caram, el padre Ángel y Sergi Grimau

Tu comunidad lo es, y también tu fundación. Acabas de publicar un libro porque, justo antes de todo esto, había una esperanza en tu trabajo y en el del padre Ángel. Había un proyecto de solidaridad que sigue estando ahí. El libro se llama #Invulnerables: una apuesta de éxito contra la pobreza infantil. Aborda este proyecto que llevas tanto tiempo trabajando: la erradicación de una de las grandes pandemias presentes en el mundo de hoy. La pobreza infantil, los niños que todavía hoy mueren de hambre o sufren una desnutrición que les afecta el resto de su vida.

Invulnerables lo que quiere hacer es poner en el centro de atención de nuestra sociedad la pobreza infantil. Cuando hablamos de este concepto, nos imaginamos un niño de África o de Sudamérica que está en una situación de marginación social, pero aquí, a kilómetro cero, en nuestras ciudades, tenemos niños en pobreza, mujeres maltratadas, personas que han perdido el trabajo, que están viviendo en la calle... Que no tienen nada. Antes de la crisis, España era el primer país de la Unión Europea en pobreza infantil. Uno de cada tres niños estaba en situación de exclusión social. Y uno de cada diez, en pobreza severa. ¡No quiero pensar en las cifras con la realidad de ahora!

En el Banco de Alimentos preparamos los paquetes en base al número de miembros de las familias. El 80% de los que entregamos ahora son grandes: de familias con niños.

Y algunos con productos especiales infantiles.

Esa demanda se ha disparado, y nos preocupa verdaderamente. Si queremos construir el futuro, tenemos que apostar por la infancia. El programa Invulnerables explica esta pobreza kilómetro cero. El libro es la biografía de este proyecto: cómo hemos ido trabajando en estos años para dar igualdad de oportunidades y romper ese círculo de pobreza hereditaria que ahora se ha hecho mucho más férreo, porque la pobreza es mayor.

¿Cómo hacer que un niño que nace en una familia pobre no herede la pobreza de sus padres y pueda ser lo que quiera ser? Creo que lo más interesante del libro es que en él le doy la palabra a las familias del programa, que cuentan sus trayectorias vitales.

¿Qué voz deberían tener estos "invulnerables" en la sociedad pos-covid?

Hay una figura para mí muy evangélica que nos sirve para imaginarnos gráficamente cuál es el camino de lo que estamos viviendo: Jesús va camino de Jerusalén con los suyos. Ve que van discutiendo: quién va a ser el primero, y demás. De pronto les pregunta: '¿De qué discutíais por el camino?' Jesús pone en el centro a un niño, y marca la importancia de los que son como él.

"El libro es la biografía de este proyecto: cómo hemos ido trabajando en estos años para dar igualdad de oportunidades y romper ese círculo de pobreza hereditaria"

El tema es que, mientras la sociedad está debatiendo sobre los poderes, los privilegios, los protagonismos... Jesús nos pone en el centro a un niño. Creo que ahí está el gran reto de nuestra sociedad en este momento. Dejarnos de mirar a nosotros mismos y poner en el centro a los niños. Si queremos construir algo que sea realmente transformador, apostemos por la infancia. Por darles lo que merecen: igualdad de oportunidades. De ellos es el futuro, pero también el presente. Si no les dejamos crecer, tenemos hipotecado nuestro futuro. No podemos continuar ignorándolos.

No votan, pero tienen voz. ¿No es el momento de empezar a escucharlos. Fíjate las prisas que hay para que vuelvan a la escuela, pero sin dotar esa vuelta de un presupuesto que corresponda. Es increíble. 

Sor Lucía Caram, con su libro y un retrato junto al padre Ángel
Sor Lucía Caram, con su libro y un retrato junto al padre Ángel

Y cómo ha sido olvidado, durante la pandemia, el colectivo de la educación. De repente han cerrado, los profesores han tenido que reinventarse, los padres también, nadie había dado clases virtuales y las circunstancias las exigían... Los chavales, en su mayoría, han hecho un ejercicio de responsabilidad brutal. Han sido, casi, más adultos que nosotros, en no quejarse. Y sin embargo, solo se ha hablado de si aprobado general sí no. ¿Y ahora? ¿Cómo se les educa? ¿Qué cambios tiene que haber en la reincorporación? ¿Y si esto vuelve a pasar? ¿Cómo hacer que no pierdan sus estudios, su ritmo, y lo que la escuela tiene de inclusión y de relación?

En el libro lo planteo muy claro y es un tema que me preocupa de este Gobierno: luchar contra la pobreza infantil es luchar contra la pobreza de sus familias. El trabajo se tiene que hacer con los padres: combatir su precariedad y trabajar la corresponsabilidad, atendiendo a la realidad singular de cada niño. En el proyecto que tiene el Gobierno contra la pobreza infantil, hay un menosprecio impresionante hacia las familias de los niños y sus entornos. Tienen miedo de que los padres den determinada orientación en la formación. Lo quieren dejar en manos del Estado, y esto se ve clarísimo en las propuestas que tienen en este Alto Comisionado. Se habla de la familia con una imagen confusa. Nadie quiere hablar de un modelo de familia determinado, sino de que tengan presente el entorno del niño, con qué el niño hace camino. No podemos dejar que sea el Estado el que dé determinadas cosas a los niños, omitiendo a la familia.

Invulnerables es eso: una apuesta contra la pobreza infantil que cuenta con la familia. El libro les da voz a esas familias, que explican sus dramas y cómo viven el día a día en esa pobreza: de no tener agua caliente, no poder dar de comer a tus hijos o no tener una vivienda en condiciones. Que sufran acoso escolar porque no tienen dinero. Que no les puedan comprar unas simples gafas. Creo que las administraciones luchan mucho contra el bullying pero se olvidan de que muchos niños lo están padeciendo precisamente por su situación de pobreza. Creo que esto nos puede despertar y hacernos empatizar con la realidad de los niños y sus familias.

¿Qué propuestas le haríais, desde Invulnerables, al Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil?

Cuando hicimos la Casa de la Infancia, la hicimos para experimentar nuestras propuestas. Cedimos el convento al Programa Invulnerables queriendo que esto sea un observatorio desde el que demostrar que cuando tú das igualdad de oportunidades en salud, educación y tiempo libre, haciendo una acompañamiento a la familia, en tres años transformas sus vidas. Si implicas a los padres en el proyecto de los hijos (escuela, refuerzo extraescolar...) y ayudas a que económicamente puedan, lo consigues. Si además de implicarles con los hijos les das formación para que encuentren un trabajo, en tres años las familias están saliendo del programa, y están saliendo con nota.

Creo que esto es un trabajo integral: no es dar a las familias lo que nosotros hemos considerado que necesitan, sino hacer un trabajo social serio que les de lo que realmente necesitan. Y lo que no tenemos, ir a buscarlo.

Preguntarles a ellos.

Y dejar de improvisar. Están sacando leyes como lo del Ingreso Mínimo Vital, que se retratan: es un mínimo para vivir. Una persona que está en una situación de pobreza y que tiene que empoderarse para salir de ella, si está cobrando esto a lo mejor puede relajarse ya y no buscar trabajo. En Invulnerables lo que intentamos es empoderar a los padres no solo para que traigan el pan a casa, sino para que sean un referente de trabajo, de constancia y de valores. Si los padres no aportan los esfuerzos de su trabajo, ¿cómo exigir a los niños que saquen buenas notas? Hay que trabajar para que los chicos respeten a los padres y para que los padres tengan oportunidades de trabajar, de ganarse la vida y de ser ejemplos para sus hijos.

Eso es uno de los grandes miedos que tenemos los padres: no saber qué decir. Y te das cuenta de que siendo padre, también aprendes de tus hijos. Probablemente el Estado tendría que tener en cuenta que hay que escuchar más a las familias.

De hecho, una de las madres del programa explica que, gracias a su hija, se despertó. Y empezó a superarse y a dejar atrás un mundo de adicciones y apatía. Porque se da cuenta de que hay una vida que depende de ella. Pues que seamos capaces, como sociedad, de darnos cuenta de que estas vidas tan frágiles dependen también de nosotros. Una de las cosas que más valoro es el programa de lucha contra la pobreza infantil de La Caixa. Tienen un equipo científico extraordinario, liderado por Jordi Riera, en el que trabajan junto a la familia y al entorno educativo del niño. Tengo fe en proyectos con esa base. Aplicar esto podríamos decir que es una receta práctica para mejorar nuestra sociedad.

Los beneficios del libro van al proyecto. Comprarlo es otra forma de colaborar.

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