Carlos Arriola: "La desigualdad es una estrategia de los grandes, de los políticos, de los gobiernos" Álvar Sánchez: "Esto es un 'boomerang'. Defender a las víctimas nos humaniza y vencer el miedo a lo desconocido nos hace más libres"
Álvar Sánchez y Carlos Arriola aportan sus testimonios de dolor, y esperanza, desde Marruecos y Guatemala, para la Campaña de Manos Unidas
Un señor del pueblo me dijo: "Mire, doctor, usted no se preocupe si se le muere un niño desnutrido, de esos, de los indios; ellos tienen muchos hijos y no sienten nada, les da lo mismo; si se les muere uno, tienen más, ellos no son iguales a nosotros", destacó el médico guatemalteco
"Los niños, al llegar a la escuela, no tienen la capacidad de aprender como otros niños que han tenido buena alimentación en este período, y este es un flagelo permanente ya que, aunque el niño no tenga la apariencia de un niño desnutrido, tiene daños irreversibles que lo pueden condenar a trabajos de carga, pesados, mal pagados, perpetuando así el círculo de la pobreza"
Álvar Sánchez: "Entre Marruecos y España se alza la séptima frontera más desigual del continente africano. Si consideramos su dimensión continental, entonces la desigualdad se multiplica: el Producto Interior Bruto de todo el continente africano apenas alcanza el 10 % del PIB Europeo"
"Las sociedades democráticas y los estados de derecho no debemos consentir la criminalización de quienes escapan del conflicto, la represión, las consecuencias de la degradación ecológica o los desastres naturales"
"Cuando una madre ha visto morir a sus dos hijos a causa de esa mezcla de malnutrición y enfermedad y sigue viendo disminuir sus recursos, ¿cómo va cerrarse a la esperanza de que otra vida es posible?"
"Las sociedades democráticas y los estados de derecho no debemos consentir la criminalización de quienes escapan del conflicto, la represión, las consecuencias de la degradación ecológica o los desastres naturales"
"Los niños, al llegar a la escuela, no tienen la capacidad de aprender como otros niños que han tenido buena alimentación en este período, y este es un flagelo permanente ya que, aunque el niño no tenga la apariencia de un niño desnutrido, tiene daños irreversibles que lo pueden condenar a trabajos de carga, pesados, mal pagados, perpetuando así el círculo de la pobreza"
Álvar Sánchez: "Entre Marruecos y España se alza la séptima frontera más desigual del continente africano. Si consideramos su dimensión continental, entonces la desigualdad se multiplica: el Producto Interior Bruto de todo el continente africano apenas alcanza el 10 % del PIB Europeo"
"Las sociedades democráticas y los estados de derecho no debemos consentir la criminalización de quienes escapan del conflicto, la represión, las consecuencias de la degradación ecológica o los desastres naturales"
"Cuando una madre ha visto morir a sus dos hijos a causa de esa mezcla de malnutrición y enfermedad y sigue viendo disminuir sus recursos, ¿cómo va cerrarse a la esperanza de que otra vida es posible?"
"Las sociedades democráticas y los estados de derecho no debemos consentir la criminalización de quienes escapan del conflicto, la represión, las consecuencias de la degradación ecológica o los desastres naturales"
"Las sociedades democráticas y los estados de derecho no debemos consentir la criminalización de quienes escapan del conflicto, la represión, las consecuencias de la degradación ecológica o los desastres naturales"
"Cuando una madre ha visto morir a sus dos hijos a causa de esa mezcla de malnutrición y enfermedad y sigue viendo disminuir sus recursos, ¿cómo va cerrarse a la esperanza de que otra vida es posible?"
"Las sociedades democráticas y los estados de derecho no debemos consentir la criminalización de quienes escapan del conflicto, la represión, las consecuencias de la degradación ecológica o los desastres naturales"
"Las sociedades democráticas y los estados de derecho no debemos consentir la criminalización de quienes escapan del conflicto, la represión, las consecuencias de la degradación ecológica o los desastres naturales"
"No me he cansado de decir, y hasta asegurar, que esa desigualdad es una estrategia de los grandes, de los políticos, de los gobiernos para perpetuar el círculo de la pobreza en la zona y en Guatemala en general. Y no me refiero a pobreza solo por la falta de recursos económicos, sino a la pobreza en toda su magnitud: espiritual, mental, de autoestima, educacional y, por qué no decirlo, de ilusiones rotas de un mañana mejor, de una mejor forma de vivir, más digna, más humana". Tras los datos, los testimonios. De dos hombres que dejan su vida por los más desfavorecidos. Carlos Arriola, desde Guatemala, nos relata su compromiso, pese a esas "ilusiones rotas".
Álvar Sánchez, sacerdote catalán recién llegado de Nador (Marruecos), por su parte, recalcó la oportunidad de esta campaña. "Nuestra indiferencia los condena al olvido, es una especie de boomerang. En el punto en el que te haces consciente del alcance de nuestra indiferencia, descubres en su dinámica los giros que la devuelven contra uno mismo. Cuando quieres reaccionar, ya no estás a tiempo de evitar su impacto", destacó el jesuita, quien clamó: "Las sociedades democráticas y los estados de derecho no debemos consentir la criminalización de quienes escapan del conflicto, la represión, las consecuencias de la degradación ecológica o los desastres naturales".
Porque "excluir de nuestro círculo al extranjero, tratar de ocultarlo tras el velo de nuestra indiferencia, nos condena a un olvido mutuo y limita nuestra humanidad y libertad. Defender a las víctimas nos humaniza y vencer el miedo a lo desconocido nos hace más libres". "Está en nuestra mano transformar unas narrativas que nos muestran el mundo de manera parcial", contestó el jesuita. "Necesitamos alma, espíritu, resiliencia. Revertir esa narrativa nos puede ayudar a descubrir otra realidad".
"Esto es un boomerang. Es absolutamente increíble que en un mundo como el nuestro siga subiendo esa desigualdad. No queremos mirar a las guerras del sur, que luego llegan a Occidente. Pero hay que llegar, hay que intentar hablar, aunque a veces la sociedad no quiere oirnos", reveló Clara Pardo tras escucharlos.
Estos son sus testimonios
Intervención de Carlos Arriola (Guatemala)
Mi nombre es Carlos Arriola Monasterio, soy médico de profesión. Llevo 31 años trabajando en un pequeño pueblo en el oriente de la Ciudad de Guatemala que se llama Jocotán, perteneciente a la provincia de Chiquimula.
Es un pueblo donde antiguamente habitó la raza indígena chortí y que, en su momento, constituyó un pequeño imperio Maya, único en la región, pero al que posteriormente le fueron arrebatadas sus tierras, sus propiedades, y la población fue sumida en la discriminación, los abusos, el maltrato y, como consecuencia lógica, en el subdesarrollo y la pobreza.
Estos párrafos iniciales parecen fragmentos de libros de historia, de algo que quedó en el olvido y que nadie creería que sus secuelas aún estén presentes.
Cuando llegué a la zona, siendo tan solo un médico de 23 años, proveniente de la Ciudad de Guatemala y, aunque duele admitirlo, ignorante de la realidad de mi país, me encontré con niños famélicos, adultos con franca desnutrición y con condiciones de vida totalmente inadecuadas. Imágenes que solo había visto en revistas y reportajes de otros países del mundo que National Geographic publicaba y que, estúpidamente, me servían para pensar: «Vaya, en Guatemala esto no existe».
En mis primeras semanas, mi mente era como una esponja, tratando de asimilar y entender la situación de las personas. Veía indígenas con cargas de hasta 130 libras (60 kilos) o más en sus espaldas, escuálidos, descalzos, con trapujos y caminando con esa pesada carga bajo un clima agotador de más de 40 grados centígrados. Y no olvido la imagen, en el mercado del pueblo, de un indígena acercarse a la carnicería y pedir media libra de carne, y escuchar la respuesta de la vendedora: «A la vuelta está la carnicería de la gente indígena, aquí solo se atiende a la gente del pueblo», y en mi cabeza retumbó esta pregunta: «¿Por qué esa desigualdad?».
En otra ocasión, me dijo un señor del pueblo: «Mire, doctor, usted no se preocupe si se le muere un niño desnutrido, de esos, de los indios; ellos tienen muchos hijos y no sienten nada, les da lo mismo; si se les muere uno, tienen más, ellos no son iguales a nosotros».
Después de 30 años, estas dos expresiones siguen vigentes y retumban en mi cabeza, ¿por qué esa discriminación, por qué esa desigualdad?
No me he cansado de decir, y hasta asegurar, que esa desigualdad es una estrategia de los grandes, de los políticos, de los gobiernos para perpetuar el círculo de la pobreza en la zona y en Guatemala en general. Y no me refiero a pobreza solo por la falta de recursos económicos, sino a la pobreza en toda su magnitud: espiritual, mental, de autoestima, educacional y, por qué no decirlo, de ilusiones rotas de un mañana mejor, de una mejor forma de vivir, más digna, más humana.
Es importante mencionar que la zona chortí era la más postergada en términos de los indicadores de desarrollo humano, con un índice del 0,38 en el año 2005. En su momento, con un analfabetismo del 72 % —más aún en las mujeres— y con altos índices de desnutrición aguda, llegando en 2001 a calificarse como de «hambruna» la situación de la etnia chortí. Un tecnicismo infundado, pero que sirvió al sector privado del país a confrontar al gobierno de turno y calificarlo de incapaz, incompetente y hasta solicitar públicamente que renunciara. Así se gestó una crisis política, a la que también se sumó la prensa internacional y la cooperación, disfrazados de solidaridad humana, pero que realizaron únicamente acciones asistencialistas que se resumen en entrega de víveres, alimentos que culturalmente no consumía la gente y así, una vez más, evidenciar la «desigualdad».
Hasta hace aproximadamente 20 años no existía en las comunidades el estudio de la secundaria. Para los niños, finalizar el sexto año de primaria era como llegar a la meta; eran pocos los que tenían la oportunidad de ir al «pueblo» y poder estudiar. A las jovencitas no se les permitía estudiar en el pueblo porque, según los papás, «a buscar marido van»; y muchas de ellas fueron engañadas y las embarazaron, y, aunque suene ridículo contarlo, muchas de ellas ni siquiera sabían lo que habían hecho y por qué estaban embarazadas. Una vez más, este ejemplo solo muestra la desigualdad de acceso a la educación. Actualmente, la secundaria está disponible para los jóvenes, aunque la tasa de matriculación es baja, y no supera el 50 % en el sexo femenino.
Y así se podría seguir contando experiencias que han hecho de la zona una región pobre, marginada, y hoy día con altos índices de desnutrición crónica. Sí hemos logrado reducir la desnutrición aguda: el Centro de Recuperación Nutricional Infantil en Jocotán (dispensario Bethania), lleva los últimos seis años recibiendo cuatro o cinco casos por año, cuando 30 años atrás el promedio era de 450 niños desnutridos por año.
Pero la desnutrición crónica, como tal, tiene efectos devastadores en el desarrollo cerebral y en la inteligencia de los niños, debido a que la falta de proteínas en los primeros tres años de vida provoca que el cerebro no logre desarrollar todas las funciones adecuadamente. Los niños, al llegar a la escuela, no tienen la capacidad de aprender como otros niños que han tenido buena alimentación en este período, y este es un flagelo permanente ya que, aunque el niño no tenga la apariencia de un niño desnutrido, tiene daños irreversibles que lo pueden condenar a trabajos de carga, pesados, mal pagados, perpetuando así el círculo de la pobreza.
Algunos datos de instituciones que trabajan en Guatemala afirman que el país tiene la tasa de desnutrición crónica más alta de América Latina y unas de las más elevadas del mundo (49 %). En algunas zonas rurales, especialmente en el departamento de Chiquimula, alcanza el 80 %.
El trabajo de la zona chortí se basa en la agricultura, una pobre agricultura reducida a la siembra de maíz y frijol y totalmente dependiente de la lluvia. Cada año, las temperaturas ambientales aumentan y las lluvias disminuyen. Los expertos hablan de los efectos del cambio climático, y obligan y condenan a nuestros campesinos a desarrollar acciones de mitigación para reducir la contaminación, y nuestras autoridades del Ministerio de Ambiente hacen llamados públicos a la población para que cuidemos el medio ambiente. Y me pregunto, ¿ahora nuestros campesinos son los responsables del daño a la madre tierra?
En una ocasión, un terrateniente denunciaba, en fuerte discusión, la tala de cien árboles de pino en un año en una comunidad de Jocotán, y argumentaba que «los campesinos no cuidan los árboles y hacen el daño a la naturaleza», cuando en ese mismo momento una empresa talaba más de 60 hectáreas de pino, en áreas protegidas y de propiedad de la comunidad. En este caso no hay denuncias, no hay sanciones y los medios de comunicación no se pronuncian ante tales eventos.
Entonces la historia de desigualdad es la misma: los grandes acusan a los pequeños y los pequeños hacen los esfuerzos de cuidar el medio y son los mismos que sufren más daño.
Entonces la historia de desigualdad es la misma: los grandes acusan a los pequeños y los pequeños hacen los esfuerzos de cuidar el medio y son los mismos que sufren más daño.
En nuestra organización tenemos el lema «lo que haces cuenta» y, por muy pequeña acción que se emprenda, cuidamos nuestra «Casa Común», pero el discurso politiquero de los grandes países y sus supuestos acuerdos no se reflejan en el daño que causan al medio ambiente, y por la pobreza y por la falta de recursos nuestras poblaciones siguen siendo orilladas al hambre. Y entonces, a otro experto se le ocurre hablar de resiliencia, como la alternativa para adaptarnos, para no sufrir, no morir. Sin recursos, sin capacidad intelectual, sin apoyo de gobierno, sin políticas públicas de desarrollo, todo se convierte en una verdadera utopía.
De igual manera, analistas sobre el tema de seguridad alimentaria han dicho que las cifras de inseguridad alimentaria en Guatemala se han cuadriplicado desde el 2018, por lo que se evidencia que el Ministerio de Agricultura no tiene un correcto desempeño. Y en una evaluación que se hizo a dicho ministerio, se calificó en el puesto 8 de 14 ministerios, con una nota de 60 puntos. La ejecución presupuestaria en el año 2020 fue de 70,72 %, año que fue crucial por las condiciones de la pandemia, y donde muchas personas necesitaban la asistencia alimentaria, y dicho ministerio no ejecutó los fondos. En 2021, la ejecución fue de 92,24 %, pero la mayoría fue en funcionamiento y no en inversión. Con lo que se puede concluir que el Gobierno y sus instituciones no están cumpliendo con sus mandatos.
Como dato importante se reportó: «Ciudad de Guatemala, 6 mayo 2021 (EFE).- “Guatemala registró en las primeras 15 semanas de 2021 un total de 9.428 casos de desnutrición aguda, incluidos cinco menores fallecidos por el hambre, según estadísticas de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SESAN)”». Estos casos se dieron en Alta Verapaz, al norte de la Ciudad de Guatemala.
La desigualdad como tal siempre va existir; mientras haya ambición, codicia y un mundo que nos obliga a comprar, a gastar, a ser más individualistas, no la podremos erradicar.
La desigualdad como tal siempre va existir; mientras haya ambición, codicia y un mundo que nos obliga a comprar, a gastar, a ser más individualistas, no la podremos erradicar.
Desde la Asociación Santiago Jocotán, con el apoyo de Manos Unidas, desde hace más de seis años venimos construyendo procesos que rompan con la desigualdad, que ayuden y apoyen a desarrollar acciones que mejoren los medios y el modo de vida, que sean procesos humanos y para humanos, no mercantilistas, que estén basados en el amor y la igualdad.
Muchas de las acciones están encaminadas a reducir la inseguridad alimentaria, favoreciendo la disponibilidad de alimentos a través de huertos, reservas de maíz y fríjol, así como de semillas para la próxima cosecha. También reservorios de agua de lluvia para minimizar la carestía del vital líquido. Todas las acciones tienen un enfoque de derecho a la alimentación, lo cual incluye generar procesos de incidencia política a través de formar líderes y lideresas y que las personas se conviertan en sujetos de cambio y nunca más objetos manipulados al antojo de otros.
Que si unas personas tienen más que otras es porque tuvieron otras oportunidades y las supieron aprovechar y hoy pueden estar mejor, pero si los postergados corren bien, los de adelante no irán tan lejos. Lo que siempre les digo a mis compañeros de trabajo: «Hagamos las cosas con amor, con pasión, porque al final de nuestra carrera solo lo que sembramos será perdurable».
Intervención de Àlvar Sánchez (Marruecos)
Muchas gracias por la oportunidad de colaborar en el lanzamiento de esta valiente campaña. El lema de este año, “Nuestra indiferencia los condena al olvido”, es una especie de boomerang. En el punto en el que te haces consciente del alcance de nuestra indiferencia, descubres en su dinámica los giros que la devuelven contra uno mismo. Cuando quieres reaccionar, ya no estás a tiempo de evitar su impacto.
Mi nombre es Àlvar, jesuita enviado a Nador. Soy párroco de la iglesia Santiago el Mayor. Acompaño la misión educativa y social del Centro Baraka de Formación Profesional e Inserción Sociolaboral, al servicio de la juventud local y de la promoción de la mujer marroquí. Trabajo como promotor de Proyecto en la Delegación Diocesana de Migraciones en Nador, que ofrece ayuda humanitaria a la población en tránsito: solicitantes de asilo, refugiados, migrantes y desplazados.
La misión de ambas organizaciones se inspira en la doctrina social de la Iglesia, con el ánimo de contribuir a la construcción de una sociedad más justa y fraterna.
Probablemente, lo más inmediato al describir Nador sea señalar a su dramática frontera. Entre Marruecos y España se alza la séptima frontera más desigual del continente africano. Si consideramos su dimensión continental, entonces la desigualdad se multiplica: el Producto Interior Bruto de todo el continente africano apenas alcanza el 10 % del PIB Europeo1.
Nador es también un punto de confluencia de las rutas migratorias del oeste y norte de África. Aquí, personas de Oriente Medio (Siria, Palestina o Yemen), de África subsahariana (Guinea Conakry, Mali o Costa de Marfil) y de la región del Magreb (Marruecos, Argelia o Túnez) ponen en riesgo sus vidas tratando de avanzar en un incierto proyecto migratorio.
Nador forma parte de ese ámbito de cooperación bilateral en políticas de externalización de fronteras que se extiende por el resto de localidades que salpican la bonita costa norte de Marruecos.
En relación con ello, Nador forma parte de ese ámbito de cooperación bilateral en políticas de externalización de fronteras que se extiende por el resto de localidades que salpican la bonita costa norte de Marruecos. Esta arquitectura de políticas securitarias orientadas al control de los flujos migratorios hace posible las actuales medidas de disuasión, contención y devolución de personas en situación de movilidad.
Menos evidente es hablar de Nador como tierra de encuentro. A los pies del monte Gurugú y frente a la Mar Chica, prácticamente tocando a Melilla, cohabitan diferentes culturas (magrebí, europea y subsahariana), diversas lenguas (árabe, español, francés, rifeño) y varias religiones (musulmanes, judíos y cristianos).
Todavía más extraño resulta hablar de Nador como esa parte de la frontera sur del Mediterráneo occidental desde la que un capital humano excepcional se ofrece como bálsamo y remedio al envejecimiento demográfico de Europa, a su déficit de millones de trabajadores2y a la falta de un horizonte de sentido de unas sociedades que, necesitadas de ansiolíticos y antidepresivos, ven aumentar sus tasas de suicidio juvenil.
En todo caso, para nosotros Nador es, sobre todo, un lugar de misión de la Iglesia de la diócesis de Tánger, una diócesis de la Conferencia Episcopal Regional del Norte de África (CERNA), animada por varias comunidades religiosas y que desde el mes de junio de 2019 espera el nombramiento de un obispo que la acompañe.
CONTEXTO: CONTROL FRONTERIZO VS MIGRACIÓN FORZOSA
Estamos aquí porque cada año se multiplica por dos el número de personas que mueren o son inducidas a la muerte frente a nuestras costas3. Duele reconocerlo, pero es así: a medida que aumentamos el número de proyectos humanitarios, mejoramos los perfiles de nuestros equipos, sumamos financiaciones y tratamos de articularnos y trabajar en red, nos alejamos del objetivo de proteger la vida y evitar la muerte de las personas más vulnerables.
Estamos en Nador porque en esta frontera en la que se deja notar la creciente inversión europea en tecnologías y efectivos de control4, las personas en situación de movilidad no cuentan con la ayuda de otros equipos de organizaciones internacionales, ni hay clusters de protección que coordinen la ayuda humanitaria, ni existe un tejido asociativo que a través de sus servicios acompañe o dé respuesta a esta herida de la familia humana.
Estamos aquí porque hay indicios de que esta situación puede seguir empeorando más:
África emite tan solo el 4 % de los gases de efecto invernadero y, sin embargo, varias regiones del continente experimentarán un calentamiento promedio de +2°C durante las próximas dos décadas. Este calentamiento tendrá un impacto directo en el acceso a los alimentos de millones de personas: se estima que la producción se reducirá un 13 % en África Occidental, donde más del 60 % de la población vive de la agricultura.
Si bien la violencia salafista va en aumento en muchos países del Sahel, nos recuerdan los analistas de seguridad que es la desigualdad provocada por la mala gobernanza la que está en la base de la escalada de violencia en Burkina Faso, Mali y Níger, y que ha motivado a buena parte de la población a identificarse con cualquier grupo que se oponga al Gobierno.
posibilidad de construir su proyecto de vida, está fuera del alcance de muchas familias africanas. Cada vez es más difícil para las generaciones jóvenes afirmar su derecho a no migrarEn varios de los países de África occidental, la desigualdad provoca que un creciente número de personas no tengan acceso a ningún tipo de crédito bancario. Lo que a mis padres les ofreció la
En varios de los países de África occidental, la desigualdad provoca que un creciente número de personas no tengan acceso a ningún tipo de crédito bancario. Lo que a mis padres les ofreció la posibilidad de construir su proyecto de vida, está fuera del alcance de muchas familias africanas. Cada vez es más difícil para las generaciones jóvenes afirmar su derecho a no migrar. La desigualdad, tan gravemente acentuada por esta larga pandemia, se suma a las demás razones por las que las personas se ven forzadas a dejar su país.
RESPUESTA
A nuestra puerta llaman personas que sobreviven como pueden al frío de la intemperie y a la enfermedad. También personas que han sido abusadas a lo largo de un trayecto en el que han visto fallecer a otras compañeras de viaje. Otras llegan escapando de la violencia y la desprotección en sus comunidades de origen. Cuando una madre ha visto morir a sus dos hijos a causa de esa mezcla de malnutrición y enfermedad y sigue viendo disminuir sus recursos, ¿cómo va cerrarse a la esperanza de que otra vida es posible?
De dar respuesta a estas situaciones se encargan nuestros equipos de asistencia médica, social y psicosocial. También el recurso de alojamiento de emergencia y convalecencia, el equipo de acogida, de formación y nuestro “Espacio Mujer”.
A la vez, un número mayor de personas, vencidas y rotas, nos piden ayuda para regresar a un país que un día desearon no volver a ver. La coordinación con los socios locales de la intervención en país de origen en Guinea Conakry, Senegal y Bissau facilita el complejo acompañamiento de este proceso.
Además, unido al desafío de ofrecer la asistencia necesaria a las personas migrantes en situación de vulnerabilidad aquí en Nador, Manos Unidas nos ha acompañado en un tenaz intento: el de conectar nuestro país de tránsito con los de origen, con el fin de tratar de garantizar los derechos y reducir los riesgos de las personas y sus comunidades.
En la Delegación Diocesana de Migraciones de Nador (DDM), junto al diverso abanico de servicios que se ofrece a las personas en situación de movilidad (atención médica, psicosocial, legal, asistencia social y espacios de residencia), Manos Unidas acompaña la formación de migrantes. Esta intervención parte de la convicción de que la educación es una estrategia de protección, más cuando la persona ha normalizado las frecuentes conductas de riesgo y abuso que sufren quienes se aventuran a una ruta migratoria. Sin embargo, es tal la herida de esta frontera, que todo esfuerzo resulta insuficiente para frenar su hemorragia. Por ello, en 2019 apostamos por complementar la intervención en frontera con los proyectos de prevención en país de origen.
El objetivo principal de las intervenciones en Senegal, Guinea Conakry y Guinea Bissau es reducir los riesgos vinculados a la migración irregular mediante acciones de sensibilización, información y desarrollo comunitario. Prestamos apoyo psicosocial a las familias que han perdido a seres queridos en la ruta migratoria y asistimos en la reintegración de los retornados.
También damos a conocer la aplicación móvil RefAid (activa ya en Marruecos y en la mayoría de los países europeos), que ofrece información gratuita y actualizada sobre las organizaciones de ayuda y los recursos disponibles. Contar con esta información contribuye a que las personas refugiadas, solicitantes de asilo y desplazadas en situación de vulnerabilidad sean más autónomas, dispongan de medios más seguros para llevar a cabo su proyecto migratorio y vean reducida la necesidad de ponerse en manos de terceros.
Compartimos con Manos Unidas la importancia de coordinar iniciativas transfronterizas para dar respuesta a los retos de la movilidad humana y deseamos promover el trabajo en red como medio para mejorar nuestras intervenciones.
Compartimos con Manos Unidas la importancia de coordinar iniciativas transfronterizas para dar respuesta a los retos de la movilidad humana y deseamos promover el trabajo en red como medio para mejorar nuestras intervenciones.
Por otro lado, compartimos también la apuesta de Manos Unidas por una educación como herramienta de transformación. Y lo hacemos a través del Centro Baraka de Formación Profesional e Inserción Sociolaboral por el que cada año pasan más de 900 estudiantes. La contribución social del centro también se manifiesta en sus actividades de promoción de la mujer y en su escuela de lenguas.
A través de la reflexión ordenada y crítica animamos a los jóvenes marroquíes a identificar su desaliento y a utilizar sus talentos para transformar sus causas. En el Centro Baraka, junto a las competencias técnicas y profesionales, tratamos de formar la personalidad moral de nuestros estudiantes, pues es esta la que a menudo determina su proyección futura. Para nosotros es un indicador de éxito su apuesta por proyectos vitales que estén al servicio de su entorno social, teniendo en cuenta que estudios recientes revelan que siete de cada diez jóvenes marroquíes contemplarían el proyecto migratorio como posible horizonte de futuro.
Termino con una invitación a la reflexión.
Las sociedades democráticas y los estados de derecho no debemos consentir la criminalización de quienes escapan del conflicto, la represión, las consecuencias de la degradación ecológica o los desastres naturales. El desplazamiento humano inducido por la guerra, el hambre o por un déficit de desarrollo que condena a la población a vivir en el umbral de la miseria, es un tipo de migración forzosa amparado por el derecho internacional humanitario y los Convenios de Ginebra. De hecho, hace pocos meses, Gillian Triggs, Alta Comisionada Adjunta de la ONU para los Refugiados, recordaba a los estados miembros la ilegalidad de las devoluciones en caliente o "push backs" de aspirantes a asilo diciendo que "estas devoluciones son sencillamente ilegales".
Excluir de nuestro círculo al extranjero, tratar de ocultarlo tras el velo de nuestra indiferencia, nos condena a un olvido mutuo y limita nuestra humanidad y libertad. Defender a las víctimas nos humaniza y vencer el miedo a lo desconocido nos hace más libres. Agradecemos a Manos Unidas la oportunidad de afirmar una solidaridad humana y liberadora, hospitalaria e inclusiva. ¡Muchas gracias!