"Emprender juntos el camino": Obispo de Torreón

Mensaje de Mons. Luis Martín Barraza Beltrán, IV Obispo de Torreón, al iniciar su ministerio.
A los hermanos de la Diócesis de Torreón:
Gracia y paz de parte de Dios.
Me presento ante ustedes como discípulo del que «no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mt 20,28). Vengo en nombre de Dios y de su Iglesia. No podría acercarme a ustedes en nombre propio, porque en este caso nada tendría qué decirles. Soy solo «una voz que clama en el desierto» (Jn 1,23). Los depositarios del ministerio episcopal que Dios me ha confiado son ustedes.
Quiero invitarlos a emprender un camino juntos, poniendo todos la mirada en Jesucristo, en su Evangelio. «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento…» (EG, 1). Él es el «camino, la verdad y la vida» (Jn 14,16). Jesús ha revelado el hombre al mismo hombre y le descubre la grandeza de su vocación (GS, 22). Busquemos nuestra dignidad, nuestra paz en su corazón, en sus palabras.
El valor de cada persona está custodiado en sus enseñanzas. Entremos en la mirada que Jesús tiene hacia cada uno, para ir construyendo relaciones cada vez más fraternas. En Él todos somos hermanos. Dios no es enemigo de las aspiraciones más profundas que hay en el corazón del ser humano, Él no es el problema. El que no le perdonó la cruz a su propio Hijo, no puede estar en contra de nosotros (Rm 8,32). Por el contrario, Él es el Buen Pastor que pelea contra los lobos y ladrones que amenazan al rebaño. Construyamos la comunión en torno al Pastor supremo.
Como Iglesia de Jesucristo nos toca poner el Evangelio en el corazón de la vida de cada persona, de cada comunidad creyente y de la sociedad. Solo así lograremos la santificación de este mundo, pedida por Jesucristo al Padre: «Santifícalos en la verdad. Tu Palabra es la verdad» (Jn 17,17). Bauticemos toda la realidad con la Palabra de Dios, solo ella tiene el poder de recrearla, de purificarla, de transformarla: «… Todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe» (Jn 1,3). Reconocemos que la Palabra se revela plenamente en la Eucaristía: «En ella [la Palabra] estaba la vida…» (Jn 1,4).
Los obispos, reunidos en Aparecida, nos han invitado a ser «discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan Vida». Sin duda que se trata de la vida que solo puede dar el Espíritu Santo, y que nos llega por la vida sacramental de la Iglesia, pero también de esa vida que depende de unas estructuras de convivencias justas, conformes a la verdad de Dios y del hombre. Se nos invita a habitar dentro de Jesucristo, por la docilidad a la Palabra, para ponernos al servicio de la vida. «La vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana en su dimensión personal, familiar, social y cultural» (DA, 356).
Desde esta fe en Dios, en alianza total con el amor al prójimo (Mc 12,30-31), hagamos un camino fraterno con todas las personas de la sociedad. Nos une el deseo de una convivencia justa y solidaria. No renunciemos a considerar hermanos a todos, aun a los que piensan diferente a nosotros o nos atacan. Tratemos de hacer el bien a quienes nos hacen daño, hagamos oración por ellos. Es seguro que hay otras alternativas, antes que la violencia y el odio. La misericordia y el perdón siempre serán testimonio de la grandeza de un ser humano. Que el Señor nos ayude a vivir en su amor, que consiste en servir al prójimo y, sobre todo, al que no tiene con qué pagarnos, al más pobre (Mt 5,46-48).
María, la discípula perfecta del Padre, nos acompaña en este camino.
Su hermano en Cristo,
+ Mons. Luis Martín Barraza Beltrán
Obispo de Torreón