Guillermo Schulemburg, el abad que negó la existencia de san Juan Diego, descansa en la Basílica de Guadalupe



El 20 de julio, el arzobispo de México, Norberto Rivera Carrera, celebró las exequias del abad emérito de Guadalupe, monseñor Guillermo Schulemburg. Su cuerpo fue cremado y las cenizas depositadas en la cripta capitular de la Basílica de Guadalupe donde el rector del recinto mariano, monseñor Diego Monroy Ponce, sucesor del último abad, ofició una misa por su eterno descanso. A pesar de su posición sobre las apariciones de Guadalupe en el Tepeyac, su muerte trajo consigo el realce de los trabajos materiales que impulsó, entre ellas la construcción del edificio actual que alberga la imagen de la guadalupana.

Monseñor Armando Colín, obispo auxiliar de México, afirmó que Schulemburg fue un “diplomático” excepcional y, en su homilía, Diego Monroy Ponce hizo énfasis, de nuevo, en sus obras, “construyó el Seminario Conciliar de México en Tlapan, la capilla a María Inmaculada y la biblioteca de este mismo Seminario. El Seminario Menor, la Casa de vacaciones del Seminario en Valle de Bravo y por su puesto esta hermosa Basílica que desde ahora albergara sus cenizas mortales bajo la mirada maternal de la Dulce Señora del Cielo, quien seguro le pagará como al indio santo Juan Diego Cuauhtlatoatzin todos sus cansancios y desvelos. También estuvo a cargo del proyecto de la construcción de la Capilla de la Virgen de Guadalupe en las criptas vaticanas. Así como en la nueva Basílica el bautisterio, el carillón y una casa sacerdotal”.

Sobre sus cualidades personales, el rector de la Basílica dijo que “monseñor Schulenburg fue un hombre justo y generoso, el que sin lugar a dudas disfruta ahora de un lugar junto a Dios. Su vida, la que en los últimos años estuvo marcada por desafortunadas declaraciones quedó atrás y no debe distraernos de aquel hombre de Dios, de espíritu preclaro que vivió consecuentemente una larga vida sacerdotal 69 años al servicio de sus hermanos en esta Iglesia de México. Cuántos recuerdos se agolpan en nuestra memoria al recordarlo. Un servidor convivió con él durante algunos años cuando fui enviado como responsable de la Pastoral Litúrgica y maestro de ceremonias de este santuario. Apenas antier, la víspera de su muerte, estuve conversando con él, disfrutando su experiencia y de la sazón de su conversación”.

Afirmó que Schulemburg fue un hombre cuyo testimonio fue “pacificador, edificador, conciliador y de buena conversación así como predicador”. Y a pesar de las controversias sobre las apariciones, su sucesor afirma que fue “un hombre que amó entrañablemente a la Virgen María, quien lo prendió en su advocación de Guadalupe y lo atrapó entre sus redes milagrosas cuando se acercó a orar ante la veneradísima imagen de nuestra Señora, recién nombrado abad de Guadalupe por Su Santidad el Papa Juan XXIII”.

Recordó el evento que le llevó a impulsar la iniciativa para la construcción de la nueva Basílica cuando el desaparecido abad “estando en catedral de Salzburgo al mirar en el altar mayor una preciosa imagen de la Virgen María se permitió dirigirle una intensa súplica salida desde muy dentro de su corazón: Señora, estoy en una bella iglesia dedicada a Ti, cómo es posible que allá en México, donde tanto te queremos y veneramos bajo la advocación de Guadalupe, no podamos levantarte una nueva Basílica; te ruego que cuando regrese a México, se nos abran las puertas para realizar la construcción de tu santuario, ya que el antiguo se encuentra en precarias condiciones”.

A las 18 hrs, las cenizas de Guillermo Schulemburg fueron depositadas en la cripta capitular de la Insigne y Nacional Basílica, al lado derecho de una imagen de la Virgen de Guadalupe. Descanse en paz.
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