Ella ha cuidado de los hermanos de su Hijo… México se rinde ante Santa María de Guadalupe

La fe desborda en el Tepeyac. Son millones los que han llegado a rendir un tributo sincero a Santa María de Guadalupe al cumplirse 482 años de las apariciones que dieron a la humanidad una imagen sagrada la cual suscita asombro y estupor por el mensaje y la iconografía, todo un códice, que encierra un mensaje sobrenatural.
La Madre de Dios es emblema y símbolo de una nación. No sólo ante las necesidades particulares, circunstancias trágicas o acciones de agradecimiento, también en los eventos políticos y de arbitraje, la Guadalupana es la mediadora por excelencia, eficaz y milagrosa, Madre que se apresta a atender a los hijos cuya voluntad, hace más de cuatro siglos, fue que se le dedicara un templo, lugar de fe, infinito de historia, monumento emblemático de la Ciudad de México, recinto de oración y de encuentro reconocido por Pontífices quienes desde Roma o postrándose ante Ella, le han honrado con los más variados títulos poniéndola como patrona ante las diversas necesidades que vive la Iglesia de Latinoamérica.
El 18 de diciembre de 1969, al cumplirse 75 años de la Coronación Pontificia de la Virgen de Guadalupe concedida por León XIII, el Papa Paulo VI dirigió un mensaje a todos los mexicanos conmemorando este notable hecho. Habiendo resaltado el cariño de un pueblo, el Santo Padre pidió el avivamiento de la devoción a la Virgen para profundizar en los misterios cristológicos que encierra.
La Virgen de Guadalupe, como afirmó Paulo VI, es la mediadora en quien se han dado encuentros silenciosos y decisivos para la vida de quienes han confiado a Ella. Y a pesar de los momentos difíciles que vive este país, Guadalupe ha cuidado de los «hermanos de su Hijo que peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada» (Lumen Gentium, n. 62).