Refundación y compromiso, lecciones del foro sobre corrupción e injusticia en la Universidad Pontificia de México



Guillermo Gazanini Espinoza / CACM. 08 de enero.- “Actuar es un acto de encarnación”, es una frase del poeta Javier Sicilia en la mesa de Diálogo "La Iglesia frente a la Corrupción, la Injusticia y la Violencia en México" realizado en la Universidad Pontificia por iniciativa de estudiantes, organizaciones católicas y la Revista Vida Nueva México que analizó la crítica situación en la que parecemos atascados. Y actuar es una forma de manifestar un compromiso para refundar a México como propuso una mesa contrastante, pero convergente por tener una vida digna. El sentido de compromiso ahí argumentado lleva a despabilarnos y darnos cuenta de que las cosas, como marchan, implican una horrenda destrucción del país cuando se peca de omisión al dejar de actuar para manifestar al Cristo encarnado en nuestra historia.

La crítica más dura, la de Javier Sicilia, fue a una jerarquía indiferente. El énfasis de hacer “dos Iglesias”, la del pueblo y la jerarquía burocratizada fue el principal argumento del poeta cuando se refirió a la ausencia de los obispos en los movimientos sociales que él encabeza y eso advirtió al iniciar su intervención, un áspero señalamiento a una jerarquía muy distinta de la presentada por monseñor Castro en su discurso, la de las Pastorales Colectivas y de iniciativas por la paz. Fue duro constatar que, a nivel colectivo, los obispos de México reaccionaron tardíamente ante los hechos cometidos contra normalistas de Ayotzinapa, pero progresivamente se generaron iniciativas y declaraciones que parecen abandonar el cómodo estatus jerárquico y clerical aunque todavía no es suficiente. Las muestras son los exhortos por la paz hechos por las Provincias Eclesiásticas de Morelia y Acapulco y la campaña que la CEM #Por1MéxicoenPaz impulsa teniendo como antecedentes remotos las Cartas Pastorales del Episcopado traídas de nuevo a escena por el obispo de Cuernavaca. El defecto de esta jornada, a mi parecer, fue fustigar la división, remarcar la idea de las “iglesias paralelas”, una movilizada y otra impasible. A mi juicio, acentuar tales brechas genera una desconfianza donde todo mundo con la capacidad de mando, liderazgo y gobierno podría ser sospechoso y enemigo del pueblo impidiendo los esfuerzos articulados preconizados en la mesa y de la pobreza malentendida como raíz de la lucha de clases.

Muchos puntos podrían valorarse de esta jornada y rescato dos de ellos: La refundación y el compromiso. Por un lado, la refundación nacional de monseñor Raúl Vera y el padre Alejandro Solalinde se antojarían descabelladas, pero no imposibles. Aquí políticos y eclesiásticos coinciden en el propósito y no en el método. La radicalidad de la propuesta estriba en una nueva constitución de México desde su pacto federal donde todos puedan ser incluidos en el “contrato”. Los riesgos son evidentes. La vapuleada, parchada y degenerada Constitución Política –no en el sentido moral, más bien sin correspondencia con sus propósitos sociales que le dieron origen- aún responde a la problemática nacional donde las instituciones se crearon para bien del pueblo y la democracia. La norma es siempre perfectible, pero la historia no puede ser borrada de un plumazo para fundar la república de los pobres.

Monseñor Raúl Vera dijo que la Iglesia está vacía del Cristo encarnado y tal vez sea así a causa del cesaropapismo condenado por Sicilia. Una Iglesia preocupada del culto convenenciero del poder y corrupción para incensar a quienes sujetan las riendas y moderan la marcha de la realidad política; en la otra cara de la moneda está el fecundo ministerio episcopal y pontificio al enseñar que una vía para reconocer los signos del Reino son el culto y la celebración de los sacramentos reuniendo a la asamblea de los Hijos de Dios en Su Nombre.

El Papa Francisco lo denuncia al advertir de este peligro de la Iglesia ONG y Sicilia bien lo concluyó: Para hacer crecer el Reino y recomponer el tejido social, la parroquia es una vía magnífica porque está en todas partes. Esta célula eclesial no se finca en el activismo y sí en la pedagogía celebrativa del misterio por los sacramentos. No puede desdeñarse esta esencia de la Comunidad, pero es justo reconocer los peligros al aparcar a la parroquia como la entidad burocrática y sacramentalista sin ejercicio de la caridad. Inclinar la balanza en cualquiera de los extremos pondría esta esencia católica al mero nivel de la politiquería, de buenas intenciones y vacía de Dios, colmada de luchas humanas ocultando un pragmatismo ateo y haciendo de Cristo un campeón de la profecía y no el Verbo que proviene del Padre.

Todos los que vivimos en México debemos admitir cierto grado de responsabilidad en este desastre en el que nos encontramos. Nuestro nivel de pobreza es escandaloso y es cierto el abuso del poder que se ensaña con los débiles particularmente. El mérito de este foro fue advertir de la onírica situación de los sectores eclesiales que se quedan en el lado de la costumbre y el cumplimiento cultual; de los miles de bautizados quienes saben de la situación urgente del país y viven en el ensueño materialista donde masacres, secuestros y delitos son cosas lejanas e imposibles a su realidad, de los cristianos nominales y paganos prácticos dedicados a libar al César y al Mammón que a la Trinidad Santa.

El ejercicio del poder está descompuesto y es claro que los políticos han fallado. La tentación es confrontar: “O son ellos o nosotros”, “O es la jerarquía impasible y burocrática o es el Pueblo de Dios que marcha”, “O son los pobres o son los poderosos”. El Cuerpo de Cristo que es la Iglesia vive un despertar y, como afirmó el obispo de Cuernavaca, monseñor Ramón Castro, es justo reconocer nuestra realidad poliédrica donde no todos son como Pedro, Juan o Judas Iscariote. La refundación viene de esta realidad pluricultural y laica, en Iglesia de pobres, humildes, ricos, sabios, santos y pecadores conforme a las Bienaventuranzas y el anuncio del Reino, reconstituir nuestros valores conjuntando sinergias en un compromiso liberador. Finalmente, no comparto en absoluto algunas de los sentencias vertidas por los dialogantes como el boicot electoral o la regeneración nacional desde abajo hacia arriba excluyendo a las cúpulas.

Esta jornada fue de capital importancia y replica aquéllas que en otras décadas se dieron en México para elevar la voz ante el autoritarismo y el mutismo jerárquico. Hoy se exige creer y trabajar por la paz sin polarizaciones y poner, como dijo monseñor Castro, la “inteligencia al servicio del amor”. Esa debería ser la principal lección para refundar nuestra agobiada nación en la esperanza.

Enhorabuena a los organizadores de esta mesa de diálogo en la Universidad Pontificia de México.
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