San José

Por Jorge Pérez Uribe

SAN JOSÉ, LA REVISTA CONTENIDO Y LOS EVANGELIOS APÓCRIFOS


¿Se imaginan a un anciano de más de 90 años, emprendiendo un viaje de cerca de 600 kilómetros a través de un desierto como es el del Sinaí? Su compañía una joven madre y un bebé de escasas semanas. Choca esta narración con la lógica y con el sentido común y más cuando se afirma que este anciano fuera en calidad de protector de la joven y el bebé, cuando por su avanzada edad el que necesitaría más cuidados sería él.

Así narra la revista Contenido en su número de fin de año 2008, la huída a Egipto en el artículo denominado La vida desconocida de san José, el padre de Cristo. El autor desarrolla su historia en base a los evangelios apócrifos, que son aquellos que fueron considerados no provenientes de la Revelación de Dios desde los primeros siglos de la Iglesia cristiana; y debemos agradecer al autor que nos haga ver lo absurdo, fantástico y legendario de dichos evangelios. Así por ejemplo la Historia copta de José el carpintero -que sigue el autor- nos habla de que José de 90 años desposó a María de 12 o 14 años, huérfana que se desempeñaba casi en calidad de vestal del Templo de Jerusalén.

En el artículo de marras desfilan una serie de evangelios apócrifos, además del citado, como son: el Evangelio armenio de la infancia, el Protoevangelio de Santiago, el Pseudo evangelio de Mateo, el Evangelio árabe de la infancia, el Evangelio de Tomás. De acuerdo a ellos, el autor narra como Jesús se entretenía haciendo pájaros de barro para luego darles vida, curando a otros niños y hasta resucitando a uno que otro. Narra también el mal comportamiento de Jesús que le llevo a privar de la vida a un ofensor y dejar ciegos a los acusadores. En un portento de longevidad San José muere a los 111 años.


El cambio editorial en la revista Contenido

Con relación a la revista Contenido hay que mencionar que bajo la dirección de Armando Ayala Anguiano, fue creciendo en circulación y superándose, y se convirtió en una publicación líder cuando en tiempos del Priiato, se atrevió a publicar la novela “El día que perdió el PRI”. Ayala Anguiano, además de su labor editorial se dedicó a la investigación histórica, tratando de desmitificar la historia nacional que el PRI fue cincelando. En los temas religiosos fue siempre respetuoso de las creencias del pueblo mexicano.

Pero llegó el momento del retiro y un nuevo periodista compró su parte en la revista: Luis Enrique Mercado, director y propietario de El Economista. Es en esta nueva administración que se publica el artículo de Daniel Romero Rivera dirigido a la mayoría de la población católica, ya que no tiene empacho en respetar el prefijo “san” propio de la religión católica, no obstante en la primera línea da a conocer su filiación sectaria al afirmar “Pese a que lo había escogido Jehová mismo…” y es que los cristianos auténticos: ortodoxos, católicos o protestantes nos referimos a Yahveh, o a Yahvé, en forma más castellanizada, pero no a Jehová, por lo que, en este caso, un auténtico cristiano hubiera escrito: “Pese a que lo escogió Dios; o bien el Padre, o Dios Padre”, sin hacer mención alguna a Yahveh, que es el nombre de Dios en el Antiguo Testamento; y realmente no venía al caso.


Evangelios canónicos y apócrifos

"Canon" es la lista establecida por la autoridad de la Iglesia, de los Libros Sagrados considerados como Revelación Divina. Estos libros en su conjunto constituyen La Sagrada Escritura o La Biblia.

El nombre de "canon" fue utilizado para las Sagradas Escrituras por primera vez por San Atanasio en sus Decretos del Sínodo de Nicea (350a).

El Canon garantiza cuales son los Libros Sagrados y cuales son los apócrifos o dudosos

En los primeros años del cristianismo no existía un canon fijo. Las polémicas con los herejes, particularmente con Marción, que rechazaban libros generalmente reconocidos por los Padres, hicieron que la Iglesia definiera con autoridad la lista de los libros sagrados (el Canon). La controversia sobre que libros son canónicos fue larga, extendiéndose hasta el siglo IV y aun más tarde. El canon del Nuevo Testamento se definió en el siglo IV tras un largo proceso de discernimiento.


La Iglesia católica, en el Concilio de Trento (1545-63), confirmó el canon de siempre, con 46 escritos en el Antiguo Testamento y 27 en el Nuevo Testamento.


Reconstrucción de la historia de san José a partir de los Evangelios canónicos

Si bien solo dos de los cuatro Evangelios, el de Mateo y Lucas, hablan de la infancia de Jesús y son breves en las menciones de José, la tradición judía puede ayudarnos a construir una biografía.

Probablemente nació en Belén, la ciudad del rey David del que era descendiente. San Mateo (1:16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3:23), su padre era Heli, aunque ambos aportan su genealogía. Pero al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), San José vivía en Nazaret. El nombre de José, se deriva del hebreo «Yosef», probablemente de la raíz «Yasaf», que quiere decir «acrece o acrecienta».

“Creció, en un noble hogar de Nazaret de ascendencia davídica, pero con escasos bienes de fortuna. Tuvo José un hermano mayor llamado en arameo Alfeo y Kleópatros o Kleofás en griego. Cleofás casó con María, una de las mujeres que presenciaron la muerte de Jesús y Madre de Judas y José, llamados hermanos o primos del Señor.

Como buen hebreo la formación en José se extendería en dos direcciones: la religiosa y -la humana. La formación religiosa más elemental la recibiría en el hogar de sus padres. Esta formación religiosa elemental se iría ampliando en la Sinagoga, en donde los judíos se reunían especialmente los sábados, para la lectura de la Escritura, su comentario por los Rabinos y otros maestros de Israel y el rezo preferentemente de los Salmos […]

Por otra parte, no parece probable que San José poseyese, a lo menos en gran cantidad, otros bienes raíces de su parte, fuera de su casa y taller; si bien consta que el oficio de carpintero o herrero era más que suficiente para sostener una familia.

En síntesis, José al llegar a los 20 años -plenitud del joven hebreo- era un hombre perfecto, «en la talla, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres», como dice San Lucas de Jesucristo (2,52).

Paralelamente al joven José, en el mismo Nazaret, nacía y se desarrollaba la Niña María. Sus padres -según la tradición -Joaquín y Ana- la recibieron como un regalo del cielo. Algunos afirman su origen davídico; si bien consta con mayor certeza su procedencia de una familia sacerdotal, dado su parentesco con Zacarías Sacerdote e Isabel, padres de Juan Bautista.

En aquel hogar noble, pero quizá no excesivo en bienes de fortuna, fue creciendo y formándose la Joven María. Como buena israelita su formación fue teórico-práctica, humana y religiosa a un tiempo […]

¿Cuál era la edad núbil entre los hebreos? Para los varones se consideraba como edad apta para contraer matrimonio la de los 16 a los 24 años. Pasadas esas fechas el varón célibe empezaba a ser mal visto.

En cambio, para la joven se consideraba como edad núbil la de los doce o doce años y medio en adelante. Esto supuesto ¿Cuándo contrajeron matrimonio José y María? No tenemos fecha fija en los libros sagrados, ni profanos. Pero dada la costumbre de Dios de acomodarse a las leyes humanas en sus planes divinos, podemos tomar las edades hebreas antes indicadas para la realización del matrimonio de María y José […]
Entre los hebreos, como entre nosotros, se distinguía el Desposorio del Matrimonio, si bien tenían uno y otro, sus peculiaridades. El Desposorio se podía realizar a los 12 ó 12 años y medio de la novia. Tenía lugar en la casa de ésta, en la que el padre o representante del novio pedía al padre de la novia su hija para su hijo o representado y entregaba una dote o compensación por la novia. Esta, sin embargo, seguía todavía un año en casa de sus padres. Las relaciones entre los desposados eran más frecuentes e íntimas y aun, según algunos, las relaciones matrimoniales entre los desposados no eran pecaminosas, aunque no estaban tan bien vistas.

Pasado un año, se celebraba la boda o matrimonio propiamente dicho. Esta solía tener lugar al caer de la tarde. El esposo salía de su casa, rodeado de un grupo de amigos, con música y cánticos. Le esperaba en su casa la esposa, cortejada de sus amigas, que portaban linternas en sus manos para iluminar a todos en la oscuridad. Celebrada la Ceremonia Nupcial, solían seguirse varios días de banquetes y fiestas, según las posibilidades […]

La generación de Jesucristo (por María) fue de esta manera. Su Madre, María, estaba desposada (desposada o casada) con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (como se describe en Lucas 1,26-38). (Entre una y otra escena pudieron transcurrir varios meses y en ellos se pudo celebrar la Boda, si es que antes no había tenido lugar y realizar la Visita a su Prima Isabel, en Hebrón o en Ain Karim, a siete kilómetros de Jerusalén).

(Para entonces las señales externas del embarazo de María se hicieron ostensibles, especialmente a San José, que vivía con Ella. Quizá María prefirió silenciar el Misterio y dejar de hablar a Dios).

(La reacción de José fue la de un hombre, pero Santo) «Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia decidió repudiarla en secreto» (aún con el libelo de repudio privado quizá, por si lo necesitaba. El reconocía la inocencia de María y optó por la solución más suave y prudente. Dio tiempo al tiempo).

«Así lo tenía planeado (prosigue el Evangelista) cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer; porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo» (las palabras del Ángel en Lucas y Mateo son fundamentalmente idénticas, en ambos el autor de este fenómeno sobrenatural es el Espíritu Santo).

(El Ángel añade otras advertencias a José, como Padre legal de Cristo): «Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de sus pecados» […]

Hecha la calma, los santos esposos empezaron una vida de paz y dulce felicidad humano-divina en su casa y taller de Nazaret. Pero pronto vino a perturbarla un acontecimiento político de sentido universal. En efecto llego a Nazaret el Edicto de César Augusto, mandando a todos sus súbditos empadronarse. José aceptó la orden del Emperador Romano y determinó trasladarse a Belén, ciudad solariega de todos los descendientes de la casa de David, a la que él pertenecía. Esta era la costumbre hebrea de empadronarse, que el emperador respetó.

Como indica el Evangelio de San Lucas, María acompañó a José, bien por el estado avanzado de su embarazo; o por que también estuviese obligada, Ella al empadronamiento por ser hija única, o la primogénita, o por poseer bienes propios.

Belén dista de Nazaret unos 120 kilómetros, que pudieron hacer en cinco o seis jornadas. Parece que siguieron el camino del centro de Palestina; cruzada la llanura de Esdrelón, pasaron por Samaria, Siquen, Betel, hasta Jerusalén. En Belén, según la narración de San Lucas, se desarrollaron así los acontecimientos: «Y sucedió que mientras estaban ellos allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz su Hijo primogénito (y único), le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no había sitio en el alojamiento» (Lc 2,6 s) público o khan.

A los ocho días fue la incorporación oficial del Niño a Israel, mediante la Circuncisión o bautismo hebreo. José, como padre legal del Niño, le puso por nombre Jesús, como le había dicho el Ángel. Cuarenta días más tarde José, María y Jesús acudieron al Templo de Jerusalén. María tenía que purificarse legalmente y José, como pobre, tuvo que entregar dos tórtolas. En cambio Jesús, por ser primogénito, tenía que dedicarse al servicio del templo, si bien José le redimió o rescató mediante la entrega de cinco siclos.

Allí se repitió de nuevo la alegría de José y María al oír las alabanzas del anciano Simeón, sobre todo al escuchar el sublime Himno «Nunc Dimittis», si bien se enturbió un tanto su alegría al escuchar que una espada de dolor atravesaría el corazón de María. Esta profecía no se dirigió directamente al corazón de José, que moriría antes. Su alegría se redobló al oír las alabanzas de Ana y otros pobres de Yahvé, que esperaban en el Templo y sus alrededores la venida del Mesías.

No mucho después tuvo lugar, guiados por una estrella, la misteriosa visita de los Magos a Cristo. A éstos los recibieron ya en una casita, donde ellos generosos le adoraron y le hicieron ricos regalos. Pero el astuto y cruel Herodes, al sentirse burlado por los Magos, que no volvieron a darle noticias del divino Infante, dio orden de matar los niños de Belén y sus alrededores, de dos años para abajo.

Jesús escapó de la muerte gracias al aviso dado por un ángel a José de huir a Egipto. Omitimos las fantasías de los Apócrifos y nos contentamos con contemplar a la Sagrada Familia caminar a Egipto por los caminos rocosos del sur de Judea, las arenas inmensas del desierto del Sinaí y las dunas próximas a Egipto. El fin de su camino parece que fue Matarieh, a ocho kilómetros del actual El Cairo.

Sobre la duración de la estancia de la Sagrada Familia en Egipto las opiniones corren entre medio y tres años como máximo. Una vez muerto Herodes, que fue pronto, el Ángel volvió a avisar a José en sueños para que volviesen los tres a Palestina. José pensó instalarse en Belén, pero oyendo que en Jerusalén reinaba Arquelao, no menos cruel que su padre Herodes y avisado en sueños por el Ángel, se volvió a Nazaret. «Para que, dice San Mateo 2,23, se cumpliera lo que habían dicho los Profetas: Será llamado Nazareno» […]

Así, empujados por los acontecimientos políticos, José, María y Jesús se refugiaron en el dulce remanso de Nazaret. Esta misteriosa época de la vida de la Sagrada Familia tiene como centro la amable figura de Jesús Niño, Adolescente y Joven, que a los ojos de su padre y de los demás se va desarrollando en edad, estatura, ciencia y santidad. José es el maestro artesano, que va dirigiendo y formando a Jesús en el oficio de carpintero o herrero. ¡Con qué interior emoción colocaría José y guiaría las manos blandas y blancas de Jesús Niño en la sierra, el cepillo y el escoplo, aserrando y puliendo los maderos de pino o de cedro del próximo Líbano! Más tarde el Santo Patriarca contemplaría al joven y divino artesano Jesús, que formado por él, realizaría por sí solo el trabajo y sostendría el taller y el Hogar de Nazaret.

En el orden cultural y religioso José y María con sus conocimientos y prácticas elementales echarían los cimientos teóricos-prácticos de la cultura humana y religiosa de Jesús. Los sábados, Jesús con sus Padres acudiría a la Sinagoga a escuchar la lectura y la explicación de la Sagrada Escritura, siguiéndose el rezo de los salmos y oraciones comunitarias.

En otros tiempos libres, Jesús iría a escuchar en alguna Escuela Rabínica las lecciones sabias de algún Rabino del pueblo, de la región vecina o de Palestina.

La monótona línea de la vida de la Sagrada Familia en Nazaret se quebraba anualmente por la visita a Jerusalén, especialmente por la gran Pascual del mes de Nisán. San Lucas nos narra una de estas subidas, precisamente al cumplir Jesús los 12 años, cuando alcanzó la mayor edad, y se puso de una manera oficial bajo la Ley.

En esta ocasión sometió Jesús a sus Padres a una dura prueba. En efecto, cumplidos todos los deberes y requisitos de la Pascua, especialmente con la inmolación del Cordero, José y María emprendieron el viaje de vuelta en su caravana sin preocuparse de Jesús, que podía volver en otro grupo de la misma caravana. Al terminar la primera jornada, José y María buscaron a su Hijo; pero no lo encontraron por ninguna parte y, sin perder tiempo, se volvieron a Jerusalén. Allí, por fin, al tercer día, le encontraron en el templo, «sentado en medio de los maestros, escuchándolos y preguntándoles» (Lc 2,46).

Su Madre, al verlo, no se pudo contener, fue a El y le dijo: «Hijo, ¿por qué has hecho esto? Mira, tu Padre y yo, angustiados, te andábamos buscando» (Lc 2,48). Pero Jesús, sereno y tranquilo, la contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo estar en la Casa de mi Padre?» (Lc 2,49).

Así Jesús dio la gran lección a sus mismos padres. El era el Enviado del Padre Celestial. Ante su voluntad santísima todo debía ceder, hasta sus mismos padres, cuando su Padre Celestial así lo exigiese. Pero el Evangelio vuelve a repetir: «Bajó con ellos (desde Jerusalén) y vino a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su Madre guardaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón (y lo mismo podíamos decir de José). Jesús progresaba en sabiduría, en estatura (y años) y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52) […]

Antes de empezar Cristo su Vida Pública tampoco tenemos ningún dato positivo de la Muerte de San José. Pero al comenzar la Vida Pública de Jesús, quizá lo sean las Bodas de Caná, a las que fueron invitados María y también Jesús y sus discípulos después. De vivir San José, desde luego hubiera asistido a ellas con María su Esposa. Parece, pues, bastante cierto, que la muerte de José había acaecido antes de empezar Jesús su Vida Pública”.

(1) http://www.corazones.org/diccionario/canon_escrituras.htm
(2) Con José de Nazaret, David Meseguer y Mucia, S.J., Ed. Fe Católica, D.L., España, 1985
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