La esclavitud de las drogas

Editorial Desde la fe / SIAME. 04 de diciembre.- El 23 y 24 de noviembre, el Pontificio Consejo para las Ciencias reunió académicos, jueces y médicos para analizar los problemas y soluciones frente a la realidad del narcotráfico y las drogas. Desde la óptica de diversas especialidades, los expertos reunidos dieron cuenta de los desafíos a través del análisis histórico, el impacto cultural, los daños a consumidores, el tráfico ilícito, la producción y las consecuencias en el abuso de drogas contra niños y jóvenes.
El problema del narcotráfico es cada vez es más complejo y, al parecer, las soluciones escasas. Sus redes llegan a niveles inconcebibles, pero en la realidad los últimos grandes perjudicados son quienes han caído en ellas, generalmente jóvenes consumidores, creando generaciones de farmacodependientes, esclavos de las drogas en medio de una guerra sin cuartel cuyos efectos colaterales comienzan a verse, particularmente en México, envuelto en esta batalla consumiendo recursos económicos y, sobre todo, vidas humanas.
En septiembre pasado, el Instituto para la Atención y Prevención de las Adicciones de la Ciudad de México dio a conocer los resultados de distintas encuestas revelando cifras de terror por la gran destrucción que el consumo de drogas está realizando entre los jóvenes de nuestra sociedad. Desde los doce años comienzan las experiencias con el alcohol; a partir de los trece, con drogas inhalables y tabaco; hacia los catorce, cocaína, mariguana y las metanfetaminas. Por otro lado, la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas en Estudiantes 2014: Reporte de Drogas de la Comisión Nacional contra las Adicciones (CONADIC) advirtió de la fácil disponibilidad de cocaína con un incremento importante en el consumo entre jóvenes de secundaria y preparatoria así como del crack y de las metanfetaminas cuyo uso alcanza niveles de emergencia.
Este panorama lamentable no se hizo de la noche a la mañana. México, por muchas décadas, llegó a consentir y ver, hasta de forma normal, el tráfico de drogas para satisfacer la demanda de un mercado externo. Las redes pudieron crecer al amparo de la corrupción y protección desde altas esferas del poder. Ahora, se presentan vías de solución como paliativos más que como respuestas contundentes. Desafortunadamente, la descomposición llega a niveles insospechados y los cauces políticos sólo muestran una cara mínima del problema al insistir en que la legalización de la mariguana sería de las mejores soluciones apaciguando a los demonios de la violencia para abrir un nuevo mercado legal de riqueza a costa del consentimiento de las adicciones. El problema no se resuelve de esta manera.
No hay una sola causa que lleve al consumo de las drogas. Influyen muchos factores y desde el poder político, la corrupción y la protección del imperio del crimen parecen solapar su crecimiento. Y el nuestro es un problema que no sabemos hacia dónde desembocará. Sin embargo, el Papa Francisco lo advirtió durante la reunión de especialistas reunidos en Roma al apuntar que “el sistema de distribución, más aún que la producción, representa una parte importante del crimen organizado, pero un desafío es identificar el modo de controlar los circuitos de corrupción y las formas de blanqueo de dinero… Si bien la prevención es camino prioritario, es fundamental también trabajar por la plena y segura rehabilitación de sus víctimas en la sociedad, para devolverles la alegría y para que recobren la dignidad que un día perdieron”.