Que el obispo brille primero como el sol…



*Arzobispo de México se encuentra con fieles y clero de la IV Vicaría “San Miguel Arcángel”
*Reclaman al Cardenal Aguiar Retes más cercanía pastoral, no intermediarios.


Guillermo Gazanini Espinoza / Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México, continúa sus encuentros con el clero de la capital mexicana, presbiterio singular, con muchos dones, potencialidades, afrontando desafíos de la sociedad secular, plural y diversa que requiere del testimonio vibrante de la Iglesia en salida.

Ese mosaico se percibe más en el corazón de la Arquidiócesis, el centro de la Ciudad de México, territorio comprende la IV Vicaría “San Miguel Arcángel” encargada a Mons. Antonio Ortega Franco, obispo auxiliar quien en diciembre próximo cumplirá 77 años.

En la “San Miguel Arcángel” se unen los vestigios del antiguo poder donde se levantan los templos más antiguos, símbolo de la soberanía espiritual, guardando la memoria del nacimiento de la Ciudad colonial como el bicentenario monumento catedralicio amenazado por la inestabilidad del suelo y el transcurrir de la historia y del tiempo. Ese territorio es asiento de los tres poderes de la Unión y en sus calles conviven burócratas y profesionales, legos y letrados, humildes vecindades y modernos corporativos, multitud de personas que, en la pausa de la tarde, se refugian en los templos del centro para descansar y dormitar. Hogar de grupos indígenas multiculturales que viven en espacios donde, literalmente, pueden encontrarse los más inverosímiles dialectos, en pocos metros cuadrados de vivienda. Lugar de pobreza y opulencia, de vicios y virtudes, de maltrato y esperanza. Aquí vive esta parte del clero que afronta las realidades más gloriosas y dolorosas de la Ciudad de México.

El 19 de abril, el pastor de la Arquidiócesis de México se encontró con un centenar de sacerdotes de la IV Vicaría. Presbiterio de ancianos y venerables con más de 50 años de servicio y jóvenes con un fecundo ministerio por delante, aquí es el hogar del principal Cabildo sacerdotal. A diferencia de las últimas ocasiones en las que el cardenal Aguiar tenía estos encuentros abiertos, la reunión se efectuó bajo formas más discretas.

Se sabe que el clero de la Arquidiócesis ha demostrado cierto escepticismo que pasa al desconcierto legítimo por saber puntualmente lo que Carlos Aguiar Retes pretende para esta Iglesia. Cuestionamientos duros del presbiterio que expuso al prelado qué debe ser preponderante: ¿lo “urgente” por tener soluciones inmediatas o lo “importante” cuyos frutos serán otorgados por la voluntad del Señor como dones del Espíritu? Las peculiaridades pastorales de la IV Vicaría son de los mejores caldos de cultivo para la viabilidad o no de la transformación pretendida.

Y esos cuestionamientos que mejor llamaron la atención vinieron desde los sacerdotes poseedores de un espectro amplísimo en el caminar arquidiocesano. Recordando cómo los antecesores al Arzobispo nayarita, -Miguel Darío Miranda, Ernesto Corripio Ahumada y Norberto Rivera Carrera-, se habían relacionado con el presbiterio, reclamaron del nuevo pastor tres elementos de la nueva y antigua eclesialidad: cercanía, familiaridad, comunión.

Que el obispo brille primero como el sol a la manera de Cristo y luego como Huitzilopochtli, el dios pagano azteca, en referencia clara a que lo temporal y parafernalia deben ceder ante un ministerio episcopal límpido donde sólo el Hijo de Dios resplandece. El reclamo más sentido fue esta orfandad de la cátedra principal ahora que Carlos Aguiar puso su sede en el Tepeyac.

Estas inquietudes derivaron al bienestar material y cómo se han de resolver las necesidades de los templos afectados necesitados de intervención urgente, particularmente los del centro histórico. Es sabido que esos monumentos propiedad de la nación requieren de recursos millonarios para mantenerlos en pie y abiertos al culto público. Carlos Aguiar pretende una buena relación con las autoridades civiles para conseguir precisamente lo que no tiene una Vicaría tan pobre y en problemas financieros.

No obstante, el cardenal Aguiar confía en meter el acelerador para emprender los cambios que ahora tomarán más tiempo a lo previsto. Habrá transformaciones importantes en un año, después de su paso por las Vicarías como experiencia de conocimiento y sensibilidad para saber qué pasa en la Arquidiócesis, el tiempo de siete años efectivos en este arzobispado debe conjugar las sinergias del pastor y su presbiterio.

Una preocupación fundamental está en la mente del Arzobispo Primado, las vocaciones. Insistiendo en la reforma de los estudios sacerdotales advirtió sobre la pérdida de la “identidad diocesana” que saltó en el venerable presbiterio que defendió su caminar, los procesos de formación y cómo las comunidades contribuyeron al ser sacerdotal diocesano de cada uno de ellos.

La nueva formación será posible echarla andar en este año cuando en el próximo ciclo escolar se dé este rediseño el cual tendrá la extinción, al parecer inminente, del seminario menor del cual han salido buenas vocaciones ahora sirviendo en el vasto territorio arquidiocesano; la apuesta va por una vinculación más estrecha con las familias de los futuros sacerdotes valiéndose de procesos pastorales en comunidades parroquiales.

A diferencia de otros encuentros, ya no hubo gallo y gallitos. El de la IV Vicaría quiso poner en la realidad a Aguiar Retes para entender una pastoral por demás muy complicada. Mientras consuma la unificación de un solo Plan, sabe que no será sencillo. Ello exige la fuerza de un presbiterio que no improvisa, que camina y tiene pautas definidas que no salieron de la noche a la mañana, llevan más de cincuenta años para consolidar a la Iglesia en salida, en estado de misión permanente.

Corresponde al Arzobispo Primado actuar de manera sabia para saber escuchar y hacer sinodalidad directa sin intermediarios, no a través de secretarios, funcionarios, asesores o personal que pretende hacerla de directivos como si la curia fuera un despacho corporativo. El estilo gerencial es incompatible con el pensamiento de un inmenso presbiterio, jóvenes o ancianos, que en el pasado puso a los arzobispos en la realidad bajándolos de la autorreferencialidad y de la autonomía para entregar la vida y fuerzas por esta Iglesia que peregrina en la Arquidiócesis de México.
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