Las reformas a la Constitución en materia de derechos humanos traen "consecuencias muy graves"
La Palabra del Pastor / El Semanario de Guadalajara. 14 de abril.- Estimados lectores:
Continuando con los comentarios sobre las Reformas a la Constitución Mexicana que finalizaron el pasado 8 de marzo, reitero aquí que estas modificaciones constituyen un atentado contra el matrimonio y contra la vida.
Atentan contra lo ésta porque cuando mencionan el derecho a la vida, insidiosamente han substituido la palabra individuo por la de persona. Así, antes la Ley señalaba que todo individuo tenía el derecho a la vida, mas ahora se indica que toda persona es la que tiene el derecho a la vida.
Cabe aclarar que el término persona, según los Legisladores, es ambiguo, pues pertenece al lenguaje jurídico y puede ser interpretado según la Ley. Para los cristianos, por ejemplo, desde el momento de la concepción, se es ya una persona; pero, con estas modificaciones, esa verdad queda sujeta a interpretaciones desde aquella que determina que sólo existe una persona hasta después de 12 semanas de embarazo, hasta la que señala, como en el caso de la doctrina filosófica cartesiana, que el ser humano es persona hasta que puede tener conciencia de sí misma, por aquello de que, según decía el filósofo Descartes: “Pienso, luego, existo”.
Así pues, el término persona es un término legal, jurídico, mas no es un termino natural; y como legal, está sujeto al arbitrio de legisladores y de políticos, que son quienes promueven, promulgan, derogan, reforman, modifican o cambian las leyes a su arbitrio; y ante eso no hay, en este caso, protección alguna a la vida.
Por otra parte, el matrimonio también ha quedado en veremos ante tales reformas, puesto que con mucha sutileza, no se habla de un compromiso o de una unión entre un hombre con una mujer, sino que se afirma que todo hombre y toda mujer tienen derecho al matrimonio; por lo tanto, dos hombres pueden “casarse” entre sí, y dos mujeres también pueden hacerlo, porque como tales tienen ese derecho.
Y si además se tienen en cuenta sus preferencias sexuales, también ya protegidas por la Constitución, entonces una cosa está conectada con la otra, porque como el matrimonio no está definido como la unión de un hombre con una mujer, sino sólo como el derecho de hombres y mujeres a casarse sin importar sus preferencias sexuales, entonces no existe el impedimento para que un hombre se “case” con otro hombre, o una mujer con otra de su mismo género, pues negar ese “matrimonio” sería caer en discriminación sexual y atentaría contra sus derechos, lo cual está penado por la constitución enmendada.
Yo no digo que las personas que son homosexuales o lesbianas no tengan derecho a vivir como quieran, o incluso a formar eso que llaman sociedades de conveniencia, mediante las cuales puedan tener cierta protección legal; nadie se opone a eso, están en su derecho; lo que me parece inconveniente es que quieran contaminar la fundamental institución humana, que es el matrimonio y la familia integradas por un hombre y una mujer; eso es lo incorrecto.
Dejo, pues, estas consideraciones, para que el público lector se informe de lo que está sucediendo en los niveles superiores del Gobierno, sin que la mayoría de los ciudadanos de este país lo perciba, y para que lo analice y discuta con sus abogados o con personas que sepan de leyes, y se convenza de quién tiene la razón.
Si no quieren, no me hagan caso; pero sí insisto en que se informen, que consulten, que defiendan la vida, la institución familiar, la democracia, la religión, y que tomen conciencia de que esas reformas que se hacen a la Constitución son de consecuencias muy graves y transcendentales para todos los que habitamos esta Nación.
Que Dios los Bendiga.
Continuando con los comentarios sobre las Reformas a la Constitución Mexicana que finalizaron el pasado 8 de marzo, reitero aquí que estas modificaciones constituyen un atentado contra el matrimonio y contra la vida.
Atentan contra lo ésta porque cuando mencionan el derecho a la vida, insidiosamente han substituido la palabra individuo por la de persona. Así, antes la Ley señalaba que todo individuo tenía el derecho a la vida, mas ahora se indica que toda persona es la que tiene el derecho a la vida.
Cabe aclarar que el término persona, según los Legisladores, es ambiguo, pues pertenece al lenguaje jurídico y puede ser interpretado según la Ley. Para los cristianos, por ejemplo, desde el momento de la concepción, se es ya una persona; pero, con estas modificaciones, esa verdad queda sujeta a interpretaciones desde aquella que determina que sólo existe una persona hasta después de 12 semanas de embarazo, hasta la que señala, como en el caso de la doctrina filosófica cartesiana, que el ser humano es persona hasta que puede tener conciencia de sí misma, por aquello de que, según decía el filósofo Descartes: “Pienso, luego, existo”.
Así pues, el término persona es un término legal, jurídico, mas no es un termino natural; y como legal, está sujeto al arbitrio de legisladores y de políticos, que son quienes promueven, promulgan, derogan, reforman, modifican o cambian las leyes a su arbitrio; y ante eso no hay, en este caso, protección alguna a la vida.
Por otra parte, el matrimonio también ha quedado en veremos ante tales reformas, puesto que con mucha sutileza, no se habla de un compromiso o de una unión entre un hombre con una mujer, sino que se afirma que todo hombre y toda mujer tienen derecho al matrimonio; por lo tanto, dos hombres pueden “casarse” entre sí, y dos mujeres también pueden hacerlo, porque como tales tienen ese derecho.
Y si además se tienen en cuenta sus preferencias sexuales, también ya protegidas por la Constitución, entonces una cosa está conectada con la otra, porque como el matrimonio no está definido como la unión de un hombre con una mujer, sino sólo como el derecho de hombres y mujeres a casarse sin importar sus preferencias sexuales, entonces no existe el impedimento para que un hombre se “case” con otro hombre, o una mujer con otra de su mismo género, pues negar ese “matrimonio” sería caer en discriminación sexual y atentaría contra sus derechos, lo cual está penado por la constitución enmendada.
Yo no digo que las personas que son homosexuales o lesbianas no tengan derecho a vivir como quieran, o incluso a formar eso que llaman sociedades de conveniencia, mediante las cuales puedan tener cierta protección legal; nadie se opone a eso, están en su derecho; lo que me parece inconveniente es que quieran contaminar la fundamental institución humana, que es el matrimonio y la familia integradas por un hombre y una mujer; eso es lo incorrecto.
Dejo, pues, estas consideraciones, para que el público lector se informe de lo que está sucediendo en los niveles superiores del Gobierno, sin que la mayoría de los ciudadanos de este país lo perciba, y para que lo analice y discuta con sus abogados o con personas que sepan de leyes, y se convenza de quién tiene la razón.
Si no quieren, no me hagan caso; pero sí insisto en que se informen, que consulten, que defiendan la vida, la institución familiar, la democracia, la religión, y que tomen conciencia de que esas reformas que se hacen a la Constitución son de consecuencias muy graves y transcendentales para todos los que habitamos esta Nación.
Que Dios los Bendiga.