Pandemia, economía, migraciones y felicidad Amartya Sen: "La preocupación por la equidad en la gestión de la crisis ofrece nuevas ideas para construir un mundo menos desigual en el futuro."

Pandemia, economía, migraciones y felicidad
Pandemia, economía, migraciones y felicidad

La pandemia de COVID-19 está gestando un cambio en el discurso sobre la migración.

El riesgo para la seguridad sanitaria, la estigmatización, la desinformación y la discriminación pueden generar un aumento de la xenofobia. 

¿Cómo nos imaginamos la nueva normalidad? No podemos verter vino nuevo en odres viejos. Se hace necesaria una renovación y reforma honda de nuestras instituciones.   

Un nuevo modelo de estado de bienestar debe acoger la centralidad de la persona y parámetros de felicidad, además de los indicadores económicos como medidas de progreso

La pandemia de COVID-19 está gestando un cambio en el discurso sobre la migración. Hitos como el final de la Guerra Fría, los ataques terroristas del 11-S, la crisis de refugiados sirios y rohingya, las caravanas en Centroamérica, entre otros, han virado el discurso público sobre la migración poniendo el foco en la seguridad internacional sobre otros elementos esenciales como la acogida y la integración.

De hecho, la pandemia, el distanciamiento social y el miedo al “otro” modifican aún más la retórica de la migración, al ampliar el enfoque que incluye el riesgo para la seguridad sanitaria de los individuos. La estigmatización, la desinformación y la discriminación pueden generar un aumento de la xenofobia.

Sin duda, las restricciones al movimiento de personas son necesarias para controlar el contagio del virus, pero están dificultando el acceso de los solicitantes de asilo a la protección y pueden provocar un incremento aún mayor de la desigualdad y la vulnerabilidad a nivel mundial.

Estos dos elementos -el cierre de las fronteras y el miedo o el prejuicio hacia “el otro”- están induciendo el endurecimiento de las políticas de migración en todo el mundo, salvo raras excepciones y como decíamos favoreciendo el surgimiento de un nuevo discurso migratorio, que apoyándose en la crisis sanitaria, relega a una posición de mayor discriminación a la población migrante. Podríamos decir que este nuevo discurso migratorio no augura buenos tiempos a la inclusión socioeconómica y la cohesión social.

Desde un punto de vista económico, la pandemia ha revelado la gran importancia que las personas migrantes sustentan en numerosos sectores de la economía, especialmente en la sanidad, los cuidados y la agricultura.

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¿Cómo nos imaginamos la nueva normalidad?

Dentro del marco espacial, el desarrollo de las ciudades, del comercio y de la libre circulación de personas y mercancías, plantean nuevas y retantes cuestiones. En varios contextos se empieza a hablar de la “travel bubble”, es decir la creación de espacios “seguros” donde se pueden realizar este tipo de interacciones. Algunas ejemplos ya se apuntan entre Australia y Nueva Zelanda, las repúblicas bálticas o China con Taiwan, Macao y Korea del Sur.

Desde el punto de vista de gobernanza se pueden plantean diferentes escenarios:

Algunas personas hablan de un planteamiento continuista donde se mira para otro lado frente a las fallas que hemos padecido en términos de gobernanza mundial o de organismos internacionales. Otras personas hablan de renovar el sistema con algunas correcciones que expanden el poder del estado y el control sobre las instituciones (lo que algunos llaman “China-lite”).

En el otro extremo, se podría hablar en esta nueva normalidad en el que los referentes sean las grandes empresas digitales, como Google o Apple, ante el fracaso de los estados para gestionar la crisis sanitaria.

Otro modelo sería el reajustar el viejo estado del bienestar, a la nueva condición post pandemia, incrementando la cobertura sanitaria, con una mejor coordinación, etc. Este modelo, sin un cambio significativo en las instituciones que se han visto insuficientes en la gestión de la crisis llevaría a la sociedad a un callejón sin salida.

La centralidad de la persona y los índices de felicidad

Un nuevo modelo de estado de bienestar

Tal vez el camino deseable sea un nuevo modelo de estado de bienestar reformado y renovado, donde se reestructuren las instituciones y el estado refuerce su rol de garante de derechos y asuma una responsabilidad en el ámbito internacional, entre otras, las responsabilidades en la gestión de los flujos migratorios. Otro elemento fundamental es que se generen mecanismos que repartan de forma más equitativa los beneficios del progreso tecnológico y la globalización, que en la actualidad está en poder de una pequeña élite a nivel mundial.

Estas reformas no son un ensueño, pero en una época de polarización creciente, de desmoronamiento de los pilares democráticos y de disminución de la capacidad institucional, el resurgimiento de un estado de bienestar reformado y renovado necesitará de una implicación social a todos los niveles.   

Si algo hemos aprendido también de esta pandemia es que un nuevo modelo de estado de bienestar no puede está enfocado solo en incrementar el PIB como único indicador de progreso, sino que la centralidad de la persona y los parámetros de felicidad deben ser tomados en cuenta. Estos modelos no son una mera ilusión, sino referentes tan claros como el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, el Índice de Felicidad Global, de Jeffrey Sachs, o el Índice de Progreso Social, de los premios Nobel de economía Joseph Stiglitz (2001) y Amartya Sen (1998).  

En estas últimas semanas han venido a mi mente mucho de lo aprendido sobre estos modelos a través del economista y filósofo Amartya Sen, y su teoría de las capacidades. Hace unos años tuve la suerte de conocer y de coincidir con Amartya Sen en la Universidad de Harvard cuando realizaba estudios en Boston. Una de estas raras personas que han sabido conjugar la economía y la ética proponiendo modelos al servicio de la sociedad y en especial de las personas más desfavorecidas.

Sólo desde una verdadera reforma institucional y de valores podremos generan sociedades más inclusivas en las que caminemos hacia la cohesión social, y trabajemos por paliar o disminuir la brecha económica y digital de tantos millones de personas. Es desde la convicción de que vivimos en sociedades diversas y que la migración no es una amenaza, sino una oportunidad, como vislumbraremos un futuro más esperanzador como humanidad.

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