¿Ocultamos a Dios?

Es posible que nos pasemos la vida hablando de Dios, que pensemos en una Iglesia en la que como es normal, todo gira alrededor de Él:predicación, actividades, encuentros, Liturgia etc. Pero quizá podemos correr el riesgo de darle más importancia a todo esto, de centrarnos más en el celebrante, es sus dirigentes y dejar a Jesús en un segundo lugar poniendo como centro de nuestra vida las actividades de la comunidad.
La Eucaristía es lo más importante para un cristiano, en ella celebramos la vida, pasión y resurrección de Jesús, sin embargo, lo que destacamos como primer plano es al celebrante y aún más si el que preside es un Obispo. A partir de ahí estaremos más pendientes de los signos y formas que de lo que verdaderamente estamos celebrando, relegando a Dios a un segundo puesto.
Nos preocupa más atraer a los jóvenes a nuestras parroquias que de invitarles a vivir como Jesús. Siempre hemos oído que un buen cristiano es el que más comprometido está, también, que cuanta más gente hay en una parroquia, más eficaz es, pero sin embargo, en el corazón de los cristianos cada vez es más grande el vacío y la ausencia de la Presencia Viva. Cuanto menos conocido, por supuesto, menos seguido. Él es el motor de todo, pero nosotros mismos, puede que sin ser conscientes, lo ocultamos.
Las actividades de la Iglesia solo interesan a quienes ya están comprometidos, ¿por qué no conseguimos atraer a nuevos creyentes? Quizá los cristianos no seamos tan maravillosos y perfectos como a veces creemos serlo.
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