Los parados no solo son estadísticas, sino personas con dignidad

Cada mañana cuando nos levantamos, leemos el periódico o ponemos la radio y lo primero que encontramos en grandes titulares son noticias de economía, si sube o baja la bolsa o el aumento constante del número de parados. Nada que nos haga esbozar una sonrisa matutina, de no ser la famosa boda de la duquesa de Alba, noticia por otra parte, constante casi cada día…
Los parados en nuestro país especialmente, cada vez, van más en aumento. Detrás de ese “numero” hay un rostro que no conocemos, o quizá sí, con una determinada situación personal, y familiar. Un problema que casi alcanza los 5 millones de personas, pero ¿A dónde nos va a conducir esta situación? Porque es un problema de una sociedad en conjunto, no individual, por mucho que nos empeñemos en serlo…
Caritas es quien más está sosteniendo estas situaciones. Personas que sufren desesperadamente porque llega final de mes y tienen que asumir los gastos de una hipoteca, luz, o agua… unos mínimos para poder seguir conservando su dignidad y cuando a uno le tocan eso, le quitan su libertad y creatividad llegando incluso a un plano psicológico importante a tratar. No solamente pierden sus ingresos, sino un lugar en la sociedad, porque por desgracia, tanto tienes, tanto vales…
Los pobres cada vez son más pobres y los ricos más ricos y me pregunto: ¿ésta es la sociedad de bienestar que queremos, por la que generaciones anteriores tanto han luchado?
Cada uno debe de asumir su propia responsabilidad, unos más que otros, pero todos tenemos una palabra que decir, porque aunando fuerzas, seguro que somos capaces de construir una sociedad y economía más justa.
Recordemos que uno de cada cuatro niños están creciendo en la pobreza, siendo como siempre los más afectados y si hablamos de los inmigrantes, ¡que decir!, si nosotros estamos mal ¡cómo están ellos! Con situaciones fuertes de vulnerabilidad, explotación y en muchas ocasiones con un trato vejatorio e injusto.
El respeto a la vida y a la dignidad es algo prioritario donde todos tenemos que “arremangarnos” y dejar de lamentarnos frente al televisor.
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