Cuando uno habla de sacrificio, automáticamente lo asociamos a renuncia: renunciar a algo o a alguien.
Pero cuando lo haces, es una opción o elección voluntaria. Ya no supone tanto sacrificio porque proviene desde lo más hondo de la persona. Entonces, luchamos contra lo que se nos ponga por delante por lo que creemos que tenemos que hacer, aunque para los demás, podamos estar equivocados.
Solo nosotros somos los que seremos capaces de saberlo, pero también estoy segura, que cuando hemos hecho esa elección, siempre ha existido algún momento de duda o incertidumbre, preguntándonos: ¿Por qué?; ¿merece la pena?; ¿estoy haciendo lo que debo de hacer?... pero la inquietud o duda se complica más cuando tienes voces a tu alrededor que te van paralizando debido a que no lo perciben con la misma claridad que tú, con palabras como: ¿vas a sacrificar tu vida? Sin embargo, en esos momentos, es cuando sientes que a pesar de todo, tienes que seguir adelante, la fuerza que recibimos, nos da un mayor sentido a lo que hacemos, y es lo que hace que todo se relativice.
No es fácil, pero lo importante es creer en aquello por lo que nos entregamos, por lo que nos sacrificamos, por lo que gastamos nuestra vida, por lo que hemos elegido gastarla.
Renunciar a algo por algo o alguien, siempre tiene una recompensa además de un sentido y utilidad.