"Nada puede contra el océano de misericordia que inunda nuestro mundo" Francisco: "La única fuerza capaz de conquistar el corazón de las personas es la ternura de Dios"
(Cameron Doody).- "La única fuerza capaz de conquistar el corazón de las personas es la ternura de Dios". Al fin del Año Santo de la Misericordia, el Papa Francisco ha vuelto a insistir una vez más en el valor de la compasión divina como fuente de salvación para un mundo que sufre tanto y que tanto hace sufrir.
Lo ha hecho en un prólogo al libro No tener miedo de perdonar, tomo que recoge la sabiduría del padre capuchino Luis Dri, un religioso argentino que ha dedicado la mayor parte de sus años de sacerdote -más de sesenta- al confesionario.
No es la primera vez que el Papa recurre al ejemplo del cura anciano que tiene el escrúpulo de sentir que perdona "demasiado". Si el Papa no se cansa de inspirarse en la compasión rebosante que modela el padre Dri, es porque la suya, según explica Francisco, es "una actitud que hoy es más necesaria que nunca".
"El río en creciente del odio y de la violencia, no lo olvidemos nunca por favor, nada puede contra el océano de misericordia que inunda nuestro mundo". En su prólogo, el Papa viene a proponer una especie de revolución de la ternura frente a lo que ha llamado muchas veces la "guerra mundial en pedazos": las hostilidades del terror y del miedo sin razones o los brotes de "una violencia ciega que se nos presenta sin ningún tipo de humanidad".
La misericordia ganará siempre la batalla, afirma el Papa, dado que "lo que encanta y atrae, lo que doblega y vence, lo que abre y suelta las cadenas, lo que libera no es la fuerza de los instrumentos o la dureza de la ley, sino la debilidad omnipotente del amor divino, la fuerza irresistible de su dulzura y la promesa irreversible de su misericordia".

Pero, ¿cómo se pone en práctica tan noble ideal, tan utópico y, a la vez, tan natural como "poner nuestra mejilla junto a la mejilla del que sufre"? Todo empieza, dice Francisco, cuando confesamos nuestros pecados bajo la mirada comprensiva y cariñosa del Padre.
"Cualquiera haya sido la razón, cuando una mujer, un hombre, un joven o una persona anciana se acercan al confesonario, hay que hacerles sentir el abrazo misericordioso de nuestro Dios", asevera el Papa. "Un Dios que nos precede, nos espera y nos acoge", añade.
Ésa es la sensación de bienvenida y acogida que no siempre se produce, afirma, si bien tenemos delante los ejemplos de santos y sacerdotes como San Leopoldo Mandic o el padre Luis Dri, héroes de la fe que "acogen, escuchan y levantan la mano que bendice dispensando misericordia y perdón a la humanidad herida de nuestro tiempo".
Para sentirnos todos, sacerdotes y laicos, "acogidos, levantados, perdonados, inundados de misericordia", el Papa Francisco nos propone la parábola del Hijo Prodigo, el que "había tocado fondo, había tomado fuerzas y había vuelto a su casa".
El pontífice recuerda que el padre Luis Dri siempre tiene colgado en la pared de su confesionario un cuadro de Rembrandt de esta misma escena evangélica, pormenor particular que el párroco ha venido destacando durante sus muchos años de sacerdocio como la esencia del perdón de Dios.

"El padre Luis nos recuerda que probablemente el detalle más importante de esta pintura son las manos del Padre misericordioso, que no son idénticas entre sí: una mano, la izquierda, es masculina, y la otra es más femenina", remarca Francisco. "La misericordia, lo mismo que la compasión, esa conmoción visceral que siente Jesús en muchas páginas del Evangelio, tiene características tanto paternas como maternas. La misericordia es el visceral amor materno, que se conmueve ante la fragilidad de su criatura y la abraza, y en su aspecto masculino es la fidelidad fuerte del Padre que siempre sostiene, perdona y vuelve a poner en camino a sus hijos", recuerda.
A partir de este "abrazo misericordioso", que el penitente ha de sentir siempre tras confesarse, -calor que el arrepentido está llamado a transmitir al mundo, como se le ha transmitido a él- el mundo empieza a tomar mejor pinta, según sostiene el pontífice.
"Cada signo de amistad, cada barrera que se derriba, cada mano tendida, cada reconciliación", afirma el Papa, "aunque no sea noticia, está destinada a actuar en el tejido social". Sea a nivel familiar, vecinal, comunitario o estatal, nuestros gestos de perdón extendidos a otros -y a nosotros mismos- forman una verdadera oleada de ternura y bondad.
"Sumerjámonos en este océano, dejémonos regenerar", nos pide el Papa frente a este mar de la misericordia. "Permitámosle a Dios que obre en nosotros, pidámosle que venza nuestra indiferencia y que nos haga capaces, a nuestra vez, de ser compasivos, de compartir, de ser solidarios y también de derramar lágrimas".
Compasión, empatía y solidaridad: estas son las características de la vida del padre Luis Dri, según afirma el Papa, y de la misericordia a la que estamos llamados como Iglesia, más allá incluso de este Año Jubilar.

"Misericordia, un dique contra los males sociales":
Fragmento del libro "No tener miedo de perdonar"
- Padre Luis Dri
El Papa Francisco ha dicho que la misericordia es "el mensaje más contundente del Señor". Y lo asumió como tema central de su pontificado. Desde el momento en que fue elegido, el Papa proclama el valor liberador de ese gesto de Dios, que carga sobre sí nuestra miseria y lo señala como medida de comportamiento en la relación del hombre con el hombre, del hombre con la creación y de los pueblos entre sí. De la misma manera lo entiende el Papa Benedicto, quien afirma que la misericordia es "la única verdadera y última reacción eficaz contra el poder del mal". "Solo allí donde hay misericordia termina la crueldad, termina el mal y la violencia" dijo el Papa emérito en un diálogo con su entrevistador, el jesuita belga Jacques Servais, y agregó que consideraba un verdadero "signo de los tiempos" el hecho de que la idea de la misericordia de Dios sea cada vez más central y dominante, a partir de sor Faustina, cuyas visiones en diversos modos reflejan en profundidad la imagen de Dios propia del hombre actual y su deseo de la bondad divina. Y el Papa Juan Pablo II estaba profundamente impregnado de ese impulso, aunque este no siempre se expresaba de manera explícita.
¿Qué quiere decir que la misericordia es lo único que realmente puede vencer el mal y hacerlo retroceder?
Cuando Zaqueo declara que quiere devolver aquello de lo que se ha apropiado injustamente y quiere entregarle cuatro veces más al que de alguna manera hubiera sufrido un daño por su comportamiento, realiza una acción relevante desde el punto de vista social. Cumple no solo un acto de justicia reparadora porque admite que sus riquezas no son totalmente legítimas, sino que también usa una medida distinta de justicia. "La misericordia es lo que nos mueve hacia Dios, mientras que la justicia nos da miedo", observó Benedicto XVI con agudeza. Por eso el Papa Francisco puede decir que "el perdón es la base de cualquier proyecto de sociedad futura más justa y solidaria". El perdón acerca y hace sentir al otro como próximo, unido de alguna manera a mí; vale decir que hace posible una solidaridad que de otra manera sería muy difícil.

Allí donde hay misericordia hay rechazo del egoísmo, de la afirmación de uno mismo, hay una barrera contra la propagación de la intolerancia y de la violencia, pero también hay un principio activo de reconciliación. La misericordia acepta que no soy yo, sino que es otro el principio que ordena el mundo. La misericordia comienza con Dios que hace ser al hombre y tiene misericordia de él, y sigue con el hombre que imita el comportamiento del Señor porque experimenta en sí mismo sus beneficios, incluso en su vida colectiva, organizada en sociedad. En este sentido la misericordia es una actitud profundamente social. Es suficiente repasar el Padre Nuestro para ver que toda la oración de Jesús está marcada por ese pedido de que venga un reino de entendimiento, de paz, de diálogo y de comprensión.
En estos tiempos difíciles a escala planetaria hemos podido ver en los hechos concretos, incluso de una manera espectacular, los beneficios sociales de la búsqueda de un entendimiento tal como lo concibe el Papa. En el plano internacional hemos visto muros de enemistad consolidados durante décadas y que parecían inamovibles, como el caso de Estados Unidos y Cuba; hemos visto cómo se disolvían y se abrían perspectivas nuevas de colaboración y de desarrollo. También a nivel ecuménico, entendimiento, paz, diálogo y comprensión han permitido dar pasos hacia delante que fueron impensables durante siglos, como tanto lo deseaba san Leopoldo Mandic, ya que con los ortodoxos se ha podido suscribir una importantísima declaración conjunta.
(Fuente: Tierras de América)
