Bajemos, hay que trabajar
33 Domingo ordinario –A - Mt 25,14-30 19 de noviembre de 2023
| Luis Van de Velde
Monseñor Romero titula su homilía [1] “La Iglesia, una comunidad en espera activa del retorno de Cristo”. Para estos aportes para una homilía, hemos elegido una cita en la que desarrolla su reflexión a partir del texto del Evangelio de este domingo.
“El Evangelio de hoy nos invita a una espera activa. Un señor confió a sus empleados su finca, sus haberes y marchó a tierras lejanas. “Después de mucho tiempo, volvió”. En esto está la espera: “después de mucho tiempo”. No sabemos cuándo, pero Cristo quiso dejar con esta expresión que ese tiempo, que los cristianos han de pasar entre su esperanza la realización de la esperanza, puede ser muy largo. (…) La enseñanza de la parábola de los talentos, queridos hermanos, yo la encuentro en una forma moderna en el Concilio en la constitución de la Iglesia en el mundo actual, cuando nos habla de que este mundo con sus progresos prepara el material del Reino de Dios y, por eso, no hay que descuidar trabajar en este mundo; pero inculca en el cristiano; no hay que vivir conforme a los pensamientos de este mundo, sino vivir de la esperanza escatológica. Ante el peligro de los tesalonicenses modernos, que los hay muchos: “Ah, pues se las cosas de la tierra no valen, vamos a dedicarnos solo a las cosas celestiales”, y viven una piedad desencarnada, y se escandalizan cuando el arzobispo predica los deberes de la tierra, y llaman comunista a su predicación porque les está exigiendo justicia social a los cristianos, y llaman que ya se está metiendo en política cuando reclama los deberes cristianos del político, del gobernante, del guardia nacional, de los cuerpos de seguridad; si son cristianos, no deben olvidar que existe una sanción eterna. (…) Predicar esto, hermanos, es ponerse en la situación de Cristo, que quiere de verdad un cristianismo auténtico, integral. Es muy bonito vivir una piedad de solo cantos y rezos, de solo meditaciones espirituales, de solo contemplación; ya llegará eso en la hora del cielo, donde no habrá injusticias, donde el pecado no sea una realidad que los cristianos tenemos que destronar. “Ahora – les decía Cristo a los apóstoles, contemplativos en el Tabor, queriendo quedarse allí siempre -, bajemos, hay que trabajar.”
Para Monseñor Romero, la parábola de los talentos se centra en la espera activa en el mundo en la perspectiva de la realización del Reino de Dios. Por un lado, insiste mucho en la importancia de utilizar todos los talentos para dar forma a este mundo, e incluso de tal manera que "el progreso (el desarrollo) prepare el material para el Reino de Dios". Se trata de utilizar al máximo nuestros talentos (muchos o pocos, no importa) para proporcionar elementos de construcción para el Reino de Dios. Trabajar por la justicia (en las relaciones personales, nacionales e internacionales), la construcción de la paz, la solidaridad, la cooperación, la igualdad y la libertad, los derechos humanos (de quien sea), la misericordia, cuidar bien a los enfermos, a los ancianos, a los detenidos, dar y promover el perdón, significar la salvación y la redención para los demás,..... Estamos fuertemente llamados a hacer esto.
A continuación, el arzobispo se refiere al peligro de "una piedad desencarnada", de una actividad religiosa y de una espiritualidad sin raíces en nuestra historia: "vivir una piedad de sólo cantos y oraciones, de sólo meditaciones espirituales, de sólo contemplación". Sabe que es un peligro e incluso menciona a los "modernos tesalonicenses" que saben que las cosas terrenales no son tan fundamentales comparadas con las del "cielo" y por eso ya no utilizan sus talentos para trabajar en el mundo. Las Iglesias actuales también corren el peligro de inclinar la balanza hacia una religiosidad que no esté enraizada o anclada en el mundo. Al final del párrafo que nos orienta para la reflexión, Mons. Romero reitera: "Ahora", dijo Cristo a los apóstoles, contemplativos en el Tabor, que querían quedarse allí para siempre, "bajemos, hay que trabajar". Y en ese trabajo áraduo de transformación del mundo, debemos ser levadura, sal y luz de un cambio duradero y auténtico, construido con la adhesión del mayor número posible de personas, sin excluir a nadie (aunque tenga puntos de vista distintos, haga propuestas diferentes y se adhiera de forma distinta al camino que hay que recorrer). Al mismo tiempo, el arzobispo reitera también que existe el peligro de que los cristianos "vivan según los pensamientos de este mundo" . Si nos fijamos en la historia en la que los cristianos han tenido o tienen una presencia importante, en realidad no vemos que se trate de una historia verdaderamente "diferente", o de una economía diferente, o de una ecología diferente, aunque en muchos casos se hayan institucionalizado muchos servicios sociales a partir de la experiencia acumulada de los cristianos (por ejemplo, en el cuidado de los enfermos, de los ancianos, en la educación, en la atención a los refugiados y migrantes, ...) junto con otras personas y grupos solidarios. No debemos identificarnos con estructuras y sistemas económicos y políticos históricamente crecidos. Debemos evitar endiosar a nada ni a nadie y adorar ídolos. La idolatría de las figuras políticas, de las figuras clave de los gobiernos y de los políticos que se hacen pasar por el único Mesías, es una gran trampa por la que perdemos totalmente la perspectiva del Reino de Dios y de la redención definitiva. La espera activa exige mantener los ojos y los oídos abiertos y permanecer críticos. Se trata del "ya ahora" y del "todavía no". Se trata de una tensión grande pero también saludable. Trabajar juntos con alma y corazón, con todos los talentos en ese "otro mundo posible", pero denunciando la injusticia, la corrupción, la destrucción de la naturaleza, toda forma de abuso, ..., chocará también con los poderes establecidos, hasta dentro de las Iglesias. También ahí debemos estar dispuestos a seguir a Jesús y a dejarnos guiar y animar por su Espíritu.
Preguntas para la reflexión y la acción personal y comunitaria.
- ¿En qué medida y en qué áreas estoy utilizando mis talentos para cambiar el mundo que me rodea, para proporcionar bloques de construcción muy concretos del Reino de Dios? Qué puedo aprender de estas respuestas.
- ¿En qué medida y a qué niveles los pensamientos del mundo (la lógica del sistema en que vivimos, "lo normal" de nuestra sociedad, ...) se expresan también en nuestra propia vida? ¿Qué podemos hacer con ello?
- ¿Qué esfuerzos hacemos (individualmente, en comunidad,...) para anclar nuestra espiritualidad en la realidad histórica (con lo que hay de blanco y negro, de pecado y gracia, de cruz y redención)? ¿Cómo podemos ayudarnos mutuamente en esto?
[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero. Tomo III – Ciclo A, UCA editores, San Salvador, primera edición 2006, p. 405 -406.