No tenemos otro Dios en la tierra

Segundo Domingo de Pascua  –A  -    Jn 20,19-31     16  de abril de 2023

Monseñor Romero dice[1] en su homilía:    “¡No tenemos otro Dios en la tierra!  Es el que ha venido trayendo una misión de redención. ¡Qué hermoso el saludo de Cristo resucitado! Tres veces aparece en el Evangelio de hoy: “La paz sea con vosotros”.  Ese es su regalo: la paz.  Y por eso un pueblo donde se acribilla la paz – es triste decirlo – no es pueblo cristiano.  El Salvador en esas zonas reprimidas, hostilizadas, donde el saludo de paz suena como un sarcasmo, es el anticristo.  Ojalá, queridos hermanos de Perulapán[2], todos sin distinción, caigan ante el Cristo que da la única paz. No es la paz la que pueden dar los operativos militares con quienes colaboran los ejércitos de ORDEN, ni tampoco es la paz la revancha que pueda tomar una organización popular. La Paz solo viene de Cristo. Solo Cristo y creyendo en Él, unos y otros, podremos tener  la verdadera paz.”

Tras referirse al significado del testimonio de Thomás "Mi Señor y mi Dios" en contraste con los emperadores romanos que se llamaban a sí mismos dioses o hijos de dioses, el arzobispo dice "No tenemos otro Dios en la tierra".  Esto ya nos pide hoy que nos miremos en primer lugar en el espejo de nuestros actos.  ¿A qué dioses servimos con la mentalidad de la sociedad y la cultura actuales?  ¿Por quién lo dejamos todo? ¿Por quién pasamos incondicionalmente por el fuego?  ¿Por quién hacemos sacrificios?  Todo esto queda claro cuando examinamos dónde están nuestras prioridades, qué hacemos con nuestras capacidades, cuáles son los valores que perseguimos, a qué vamos, qué nos ilusiona hacer, dónde está nuestro interés?

Quizá sean preguntas que nos hacemos con poca frecuencia.  De hecho, temo que sea más probable que huyamos o no queramos hacer ese tipo de preguntas.   Y, sin embargo, es fundamental si queremos dar sentido a nuestra vida.  Y si nos llamamos cristianos, es bastante importante creer conscientemente en el Dios de Jesús y no ir detrás de otros dioses. Sin embargo, vemos que muchos de los principales problemas (estructurales) de las regiones de tradición cristiana se refieren al servicio a esos "otros" dioses: poder, riqueza, libertad individual absoluta, egocentrismo,....

Además, Monseñor Romero profundiza en ese deseo y ofrecimiento tan notable del Resucitado cuando se hace presente: "La paz esté con vosotros".   El don de ese Crucificado Resucitado es precisamente la "PAZ".  Un regalo se convierte en un verdadero "regalo" sólo cuando también se acepta con gratitud y se le da un lugar decisivo en nuestras vidas.  ¿Qué hemos hecho nosotros, los cristianos, con ese don de la PAZ que el Resucitado nos ofrece desde hace 2000 año?  Incluso nuestra historia occidental, marcada por la cristiandad y el afianzamiento mutuo de Estado e Iglesia, de emperador/rey y papa/obispo, es una historia de guerras casi permanentes y de gran envergadura, de colonización de otros pueblos, de destrucción de otras culturas,....  En nuestras clases de historia, íbamos de una guerra a otra.  Cada vez, las historias de los vencedores se contaban y se volvían a contar.   Y los periodos entre guerras tampoco fueron joyas de paz, ya que la mayoría de las poblaciones eran explotadas y tenían que vivir en la pobreza y la miseria.   Desde el año pasado, las esperanzas europeas de "nunca más la guerra" también se hunden en las arenas movedizas de la guerra (Rusia, Ucrania con todo el apoyo militar occidental).  Al mismo tiempo, arden incendios de guerra en muchas partes del mundo.  De vez en cuando nos asomamos a ella a través de los medios de comunicación, pero en realidad nos dejan fríos.   Sí, estamos demasiado lejos de ese don de PAZ que nos ofrece el Crucificado Resucitado.  ¿Nos atrevemos a no aceptarlo?

En los documentos oficiales más impactantes de la Iglesia, ese don de la PAZ y el mandato fundamental de ser CONSTRUCTORES DE PAZ pasan a primer plano.  Los movimientos pacifistas, Pax Christi, los llamamientos anuales de los Papas en favor de la paz, incluso los saludos de paz  siempre recurrentes en las celebraciones litúrgicas, todos los mensajes eclesiásticos de Año Nuevo, "Paz en la tierra" cantado en la noche de Navidad, ... nos lo recuerdan, pero aparentemente a nosotros, como actores sociales, económicos y políticos, nos cuesta tanto trabajar por esa paz.  La expectativa subyacente de poder dominar a los demás de cualquier manera, explotarlos económicamente con salarios bajos, empobrecerlos políticamente mediante la represión, ... parece  más fuerte que nuestra esperanza de paz, como cosecha de justicia.  Queda esa tarea urgente, que probablemente comience junto con los niños pequeños, en casa, con los amigos, con los niños pequeños y los preescolares,....  Debemos aprender a nadar contracorriente, a ser diferentes, si realmente queremos trabajar por la paz, si queremos recibir ese don de la PAZ.

Monseñor Romero habla un lenguaje muy concreto.  Se refiere a la agresividad y masacre en el pueblo de Perulapán. Hace un llamamiento tanto a los unos (es decir, a la gente de ORDEN, policía, ejército, etc.) como a los otros (gente de organizaciones populares) para que acepten el don de la PAZ de Cristo.   Por supuesto, hay fuertes raíces históricas en la actual guerra entre Rusia y Ucrania (Occidente) y nuestros principales líderes políticos y eclesiásticos no lo vieron (no quisieron) venir.  Los dirigentes de la Iglesia Ortodoxa Rusa, con su patriarca a la cabeza, dan su bendición (¿divina?) a la ocupación rusa y a la guerra en territorio ucraniano.   Los líderes de las iglesias de Occidente condenan la guerra, piden la paz, pero ven con preocupación silenciosa que Occidente sigue enviando más y más armas y material militar (incluso de asalto) a Ucrania.   ¿Cuál será el efecto del envío de tanques Leopard-2 (de producción militar alemana) a Ucrania?   ¿Quién se atreve hoy a llamar a ambos (a los unos y a los otros) a acoger el don de la paz de Cristo, a llamarlos como lo hizo Mons. Romero en su situación histórica?

Algunas preguntas para nuestra reflexión y acción personal y comunitaria.

  1. ¿Qué estoy/estamos haciendo para aceptar el don de la paz del Crucificado Resucitado?
  2. ¿De qué manera concreta estamos construyendo hoy una cultura de paz, cerca y lejos?
  3. ¿Qué podemos hacer como cristianos para alzar juntos nuestra voz profética contra la continua militarización, la industria bélica y la violencia de la guerra en la actualidad?

[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.  Tomo II – Ciclo A,  Uca editores, San Salvador, primera edición 2005, p. 389

[2] Perulapán:  Durante la semana santa de 1978, miembros de ORDEN, con el apoyo de efectivos de la Guardian Nacional, realizaron un operativo militar en varios cantones de San Pedro Perulapán, cuasano la muerte de seis campesinos, cuatro de ellos fueron decapitados; así mismo, catorces campesinos fueron heridos y sesenta y ocho desaparecidos.    Monseñor Romero leyó en la homilía de este domingo todo el comunicado del arzobispado sobre esos horribles acontecimientos.

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