Si no se hacen pobres.

“Y me alegro, hermanos, de que nuestra Iglesia sea perseguida precisamente por su opción preferencial por los pobres y por tratar de encarnarse en el interés de los pobres y decir a todo el pueblo, gobernantes, ricos y poderosos: si no se hacen pobres, si no se interesan por la pobreza de nuestro pueblo como si fuera su propia familia, no podrían salvar a la sociedad.” (15 de julio de 1979)

Monseñor inicia esta cita mencionando tres causas de la persecución a la Iglesia: (1) La Iglesia ha hecho y vive su opción preferencial por los pobres.  En una sociedad donde los pobres son resultado del empobrecimiento por la vía de la explotación económica y la exclusión social, hacer una opción preferencial por las y los pobres entra evidentemente en conflicto con los poderes causantes de la pobreza y la exclusión.  Y esa opción preferencial por los pobres no es un capricho, sino que está enraizada en el corazón del mensaje bíblico. (2) La Iglesia no solo predica la opción preferencial por los pobres, sino que también trata de «encarnarse en el interés de los pobres», en su causaEn otras palabras, la Iglesia vive esa opción encarnándose e insertándose en su realidad, cargando con su cruz y asumiendo las causas y las luchas (el interés) de los pobres.  Por eso, la Iglesia apoya decididamente las justas reivindicaciones y el derecho a la organización popular.    (3)  «Decir a todo el pueblo, gobernantes, ricos y poderosos: si no se hacen pobres, si no se interesan por la pobreza de nuestro pueblo como si fuera su propia familia, no podrían salvar a la sociedad».  No es de extrañar que este tercer aspecto de la voz profética de la Iglesia provoque reacciones violentas por parte de gobernantes, ricos y poderosos.  Monseñor sabe que los gobernantes, los ricos y poderosos siempre proclaman que ellos saben cómo desarrollar el país y que son la salvación de la sociedad. Dicen que ellos tienen los medios, el poder y la sabiduría para hacerlo. 

Monseñor les aclara que hay otras dos condiciones fundamentales para que sean salvadores de la sociedad: (a) Háganse pobres.  Es decir, actúen como Zaqueo en el Evangelio, una figura rica y explotadora, que entrega la mitad de sus propiedades y se compromete a devolver todo lo que ha conseguido injustamente.  Las familias oligarcas y los representantes de toda expresión de la burguesía no pueden contribuir a un futuro mejor para toda la sociedad si no comparten radicalmente sus intereses.  Recordemos aquí a Enrique Córdoba, de una familia oligárquica, ministro de Agricultura al inicio de los años ochenta, quien dijo: «Vamos a expropiarnos, iniciando la Reforma Agraria».  Luego pagó por sus acciones derramando su sangre.   Y (b) interesen «por la pobreza de nuestro pueblo como si fuera su propia familia». Monseñor pide a todos y todas («todo el pueblo, gobernantes, ricos y poderosos») que se preocupen por la pobreza de las mayorías como si fuera algo muy importante para su propia familia.  Esta es una condición para que gobernantes, ricos y poderosos puedan servir al pueblo.

Pero, al mismo tiempo, es una llamada de atención para que también las mayorías (pobres, excluidas) y la clase media se preocupen e interesen por los graves problemas de la pobreza, como si se trataran de sus propios problemas familiares.  Muchas personas pobres tampoco contemplan la posibilidad o la necesidad de unirse a otras para luchar juntas por cambiar las cosas.  Por supuesto, entre las personas pobres encontramos grandes ejemplos de entrega y servicio a la causa común.  En la clase media es aún más preocupante, porque la mayoría se fija en sus propios pequeños problemas y en sus sueños de ciertos lujos.  En la clase media también se encuentran grandes ejemplos de entrega y servicio a las grandes causas de la justicia, la verdad y la libertad.  

Hace unos meses, los señores magistrados del sistema judicial belga —que ya tienen salarios elevados y beneficios abundantes—, al darse cuenta de que el Gobierno quiere reducir un poco su pensión (muy por encima de la media), decidieron enviar una carta a 4000 personas que ya tienen una condena, pero que aún no han podido ingresar en prisión por la sobrepoblación, ordenando que se presenten para iniciar su «castigo» ya como detenidas.   Es otra expresión de la perversión del sistema en el que quienes tienen más ingresos y poder abusan de la gente débil, en este caso, las personas detenidas en situaciones de sobrepoblación.

Quizás el reto que nos plantea Monseñor en esta cita es el siguiente: ¿qué estamos haciendo nosotros, nuestra comunidad e Iglesia, para contribuir a «salvar la sociedad»?   La respuesta tendrá que ver con nuestro compromiso solidario (con lo poco que tengamos) y con nuestra implicación en las luchas del pueblo para evitar ser ahogado y para conseguir una vida digna para todos y todas.   No tengamos miedo.

Cita 5 del capítulo VIII (Los mártires  ) en el libro “El Evangelio de Mons. Romero”

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