la lámpara de la fe sólo brilla a partir de esas "buenas obras"

32  Domingo ordinario  –A  -    Mt 25,1-13     12 de noviembre de  2023

Monseñor Romero titula su homilía [1] "La Iglesia, esposa de Cristo".  En el sermón de este domingo, toca un instrumento con tres cuerdas:  El matrimonio - el matrimonio como forma de comprender el amor de Dios por los hombres - el matrimonio entre Cristo y la Iglesia.  Los tres temas se tratan simultánea e indistintamente.   De la sección subtitulada "el matrimonio es una espera", tomamos las siguientes citas.

Refiriéndose a las 5 muchachas de la parábola evangélica que no estaban preparadas para recibir al esposo, Mons. Romero dijo: “La venida de Cristo, cuando viene a recoger nuestra vida en la hora de nuestra muerte, es la parusía, es el encuentro, es la espera de la vida que va a culminar en un encuentro.  Dichosos sí estábamos prevenidos con las lámparas de la fe encendida con aceite de caridad y de buenas obras.”

“¡Lástima que nuestra religión ha traicionado veces el Evangelio y,  por contentar a los grandes señores y a las grandes señoras, les ha dicho que bastaban esos actos de culto y los ha expuesto a perderse para siempre!  Estamos volviendo a una religión del auténtico Evangelio, donde Cristo nos dice que “el reino de los cielos se parece a las diez doncellas que salieron a encontrar al esposo”.      ¡Ay, si no aprovechamos las horas de vida para cargarse de buenas obras y encontrar caridad y amor práctico al Señor.  (…)  las virtudes cristianas tiene que ser íntegras,  Es una redención integrar la que Cristo ha venido a predicar. No quiere apariencias, quiere sinceridad.”

Dentro de una religión cristiana establecida y socialmente arraigada, corremos el riesgo de considerarnos los elegidos y bendecidos. Es decir, creemos que para nosotros la puerta de la sala del banquete estará abierta y que nos sentaremos a la mesa del banquete del Reino de Dios como invitados especiales.  Estamos tan seguros de ello que ya no nos preocupa.  ¿No era ése también uno de los grandes problemas de muchos israelitas en tiempos de Jesús, hace ya unos 2.000 años? Estaban tan seguros de su elección divina que atendían sobre todo al culto y a las leyes de limpieza, por lo que no entendían qué podía aportar el testimonio de Jesús.   Esta parábola refleja la tensión entre Jesús y los entonces líderes religiosos del pueblo.  "Ninguna elección da derecho a desoír las palabras de Jesús[2]”.

Monseñor Romero no teme reconocer que nuestra Iglesia -en una frase contundente- a veces ha "traicionado el Evangelio".  Se limita a poner el ejemplo de cómo "los grandes" (hombres y mujeres), personas con poder, riqueza y prestigio en la sociedad y en la Iglesia, sólo tenían que preocuparse de participar siempre en el culto, es decir, sin preocuparse de otros aspectos del compromiso religioso.  El arzobispo añade a continuación que esta misma Iglesia es, por tanto, en parte responsable de su religión sin contenido.  La traición al Evangelio también se produjo en otros ámbitos en los que se abusa de otras personas en la economía, en la política, en la vida social, pero también en las relaciones individuales.    

La vida de Jesús es un testimonio constante de una vida impregnada del aceite de "la caridad y las buenas obras".   Se trata, por supuesto, de palabras bastante antiguas y tradicionales, pero que, sin embargo, expresan la naturaleza fundamental del estilo de vida de Jesús.   Al fin y al cabo, se trata del "amor práctico", de la práctica cotidiana de la vida.  Jesús ya "andaba haciendo el bien" (He 10,38).  Se trata pues de  hacer buenas obras, hacer el bien a los que te rodean, ser bueno con los demás, ser el "prójimo" solidario de tus semejantes, partir y compartir.  Jesús fue un paso más allá: ser ante todo prójimo de las personas pequeñas, débiles, enfermas, paralizadas, empobrecidas, excluidas, heridas.   Se convirtió en su compañero solidario de sufrimiento, hasta el punto de que también Él fue clavado en una cruz.

Lo que más destacaba de Jesús entre sus contemporáneos no era que fuera a la sinagoga el sábado o al templo anualmente, o que subiera al monte de noche o de madrugada para orar en silencio y escuchar la voz de su Padre.   Lo que realmente destacaba y por lo que finalmente también fue condenado eran sus "buenas obras", los signos del Reino de Dios.  Dio testimonio de una nueva dinámica de creer. No sobre la base de la "elección", sino sobre la base del "servicio" a los pequeños y eso en nombre de, en presencia de, Dios mismo.  En la práctica de Jesús, Dios mismo estaba actuando. 

Monseñor Romero muestra que la luz de la lámpara de la fe sólo brilla a partir de esas "buenas obras", de ese amor práctico.  Los sacramentos de iniciación no garantizan por sí solo que esa lámpara de la fe alumbre realmente (de parte de Dios) el mundo.   Queda claro que no puede haber salvación fuera de los pobres.  Evidentemente, no se trata de repartir algunas limosnas, sino de escuchar a los "pobres" y trabajar con ellos por un mundo mejor, por la justicia, por la paz.     Nuestra fe sólo será luz en las noches oscuras de la vida cuando amemos a los "pobres" como Dios los ama y los llama a la liberación.   Dios nos habla a nosotros y al mundo de hoy desde la praxis fiel de quienes dicen creer en Él.  Lo que "hacemos y no hacemos" se convierte entonces en revelación de Dios o en oscurecimiento de Dios.   Afortunadamente, Su Espíritu también habla a los que están fuera de la religión cristiana.  Quien hace "buenas obras", quien da testimonio de "cáritas" y "justicia", quien es el prójimo solidario de las personas dolientes, quien les acompaña en el camino y les anima, revela quién es el Dios de Jesús.  En medio de la oscuridad de la vida, pues, podemos orar en silencio, agradecidos de ser "signo e instrumento" de la presencia de Dios, abiertos y receptivos para escuchar lo que Él tiene que decirnos desde la vida dolida de los "pobres", desde el reverso de la historia, desde las víctimas.

Preguntas para la reflexión y la acción personal y comunitaria.

  1. Qué tipo de "aceite" tenemos en nuestras lámparas (de nuestra vida de creyentes)?
  2. En qué consisten nuestra "cáritas" y nuestras "buenas obras"?
  3. ¿De qué manera resuena el mensaje de Dios (el Dios de Jesús) desde la práctica de nuestra fe? En qué medida es "evangelizadora" nuestra "praxis" creyente?
  4. ¿Qué nuevos pasos podemos dar para arriesgarnos a salir al encuentro de personas "vulnerables y heridas"? ¿Qué significa esto para nuestra oración y celebración fieles?

[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.  Tomo III – Ciclo A,  UCA editores, San Salvador, primera edición 2006, p. 387 y 389.

[2] José María Castillo.  La religión de Jesús. Comentario al Evangelio diario – 2020.  P 310.

Volver arriba