Espíritu Santo, ven



¡Feliz jueves! Nuestra semana, que empezó con Charles Ives va por medio de grandes nombres y hoy llegamos a uno que es cima y cumbre de la música. De vez en cuanto traigo su música porque espero que te pase como a mí: que me encanta cada vez más. Y la palabra encanta casi no está puesta al azar porque las composiciones de este maestro te van atrapando y enredando hasta que te ves emocionado hasta la médula. Como estos datos, casi está claro quién es...



Has acertado si te acordaste de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), compositor austríaco nacido en Salzburgo. Su vida está llena de anécdotas que tienen mucha relación con su carácter de genio. Por ejemplo, según la partitura de su concierto para piano n.º 26 (que te adelanto que no es lo que vamos a disfrutar hoy), se aprecia algo bastante incómodo: está llena de espacio en blanco porque muchas partes carecen de música, sobre todo del piano. Se debe a que Mozart esta un extraordinario improvisador por lo que, sabiendo que iba a interpretar él mismo, dejaba partes en blanco que se las inventaría sobre la marcha. Hay quien dice que hacía esto para ahorrar tiempo ya que, como he dicho, iba a estrenar la composición. Era tan capaz de todo que a veces solo hacía bosquejos que luego iría completando, como diría un inglés, «on the fly». También era una corriente más o menos mantenida en la época ya que había otros que también hacían lo mismo (no con su calidad, claro). Sin embargo, Mozart también destacaba porque allí donde otros daban indicaciones de qué hacer el salzburgués sencillamente dejaba el espacio en blanco.

Hoy vamos a disfrutar de su motete Veni Sancte Spiritus, K. 47. Se cree que fue compuesta entre 1768 y 1769 cuando el compositor contaba unos doce años. Está compuesto sobre la conocida secuencia de Pentecostés y que Mozart calificó de ofertorio, por tanto para ser usada litúrgicamente si bien quizá no en la propia fiesta de Pentecostés sino el alguna misa del Espíritu Santo. Está dividida en dos partes diferenciadas con un extenso aleluya. No tiene solistas sino que es el coro el que toma el protagonismo, a veces reducido a dos voces. Ya el genio de Mozart se ve aquí claramente aunque no sea una obra de madurez. Aún apreciamos en ella influencias de Leopold Mozart (su padre), Haydn o Eberlin.

La partitura de la composición puedes descargarla aquí.

La interpretación es del Collegium Instrumentale Brugense.

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