Que se alegre toda la ciudad

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¡Feliz viernes! Vamos a ir terminando la semana con la música de un maestro grandísimo, muy influyente, y cuya música siempre nos maravilla especialmente. Sus composiciones tienen un brillo parecidos a esos dorados que se conservan por siglos.

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No es otro que Claudio Monteverdi (1567-1643), compositor italiano nacido en Cremona y fallecido en Venecia. Era el maestro más innovador de su tiempo que desarrolló una forma de componer que influiría en su tiempo y posteriormente, algo especialmente apreciable en sus óperas. Empezó tocando la viola para el duque de Mantua, de la familia Gonzaga, y para el que luego trabajó como maestro de su capilla ducal. los Gonzaga le encargaron sus primeras óperas, especialmente La favola d'Orfeo, que es una de las más importante de la historia. Incluyó en ellas instrumentos que nunca antes se habían visto en escenas, como flautas, cornetos, trombones, etc., e incluyo un órgano realejo que servía para describir el infierno al que desciende Orfeo. Utilizó mucho la monodia, pero también los expresivos recitativos.

Escuchemos su motete Jubilet tota citivas, que pertenece a su colección Selva morale e spirituale de 1641. Es un motete para una voz sola con acompañamiento del continuo. Es una de las dos piezas de la colección que no tiene una función litúrgica directa. Que Monteverdi dijese que es una obra para voz sola aunque «en diálogo» no deja de ser también una incógnita, a lo que se añade los frecuentes tacet (en silencio) de la partitura. Los musicólogos sugieren que puede deberse a que es una composición para dos sopranos que cantan al unísono y, en los momentos señalados, una se callaría y cantaría solo la otra. Sea como sea, es una maravilla de principio a fin.

La partitura de la composición puede descargarse aquí.

La interpretación se debe a L'Arcàdia dirigido por rancesc Gamón.

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