Una música hipnótica



¡Feliz lunes! Para comenzar esta semana de mediados de agosto, de esas que quedan algo diluidas entre tanto exceso de vacaciones o tanto agobio por tener que trabajar en verano, he decidido ofrecerte una música que te dejará como hipnotizado, por su belleza, y la primera consecuencia de ello es que volverás a escucharla otra vez, y quizá otra vez,... Eso me pasa a mí porque es tan bella, tan sosegada y a la vez tan sumamente elaborada que parece que casi lo tiene todo para ser la obra perfecta.

Su compositor es Johann Heinrich Schmelzer (c. 1620-23-1680), compositor austríaco nacido en Scheibbs. Disfrutó del favor del emperador Leopoldo II y fue nombrado director de la música para el mismo cuando en 1658 tuvo lugar su coronación en Frankfurt. El mismo emperador era compositor y a menudo preguntaba a Schmelzer diversas cuestiones y confiaba en él a la hora de interpretar su música. Como resultado de ello daba al compositor muchos regalos en forma de dinero y cadenas de oro. La música que compuso de forma más destacadamente fue la instrumental. Escribió casi en todos los géneros dramáticos y también compuso música de ballet y otros géneros, permitidos por la actividad musical de la corte. Todo lo fue unificando poco a poco en forma de suites de danzas para diversos conjuntos instrumentales. Una de sus colecciones más importantes son sus seis sonatas para violín, con un tratamiento muy virtuoso para este instrumento. En 1671 fue nombrado maestro de capilla de la corte imperial y solicitó al emperador ser considerado dentro de la nobleza, algo que le concedió. A partir de ese momento, su nombre pasó a ser Johann Heinrich Schmelzer von Ehrenruef, algo que heredaron sus hijos.

Hoy vamos a disfrutar de verdad con esta Ciaccona en La Mayor. Es una composición en forma de variaciones pero que, al contrario que otras que son de ritmo vivo, están desarrolladas de forma tranquila y sosegada, meditativa, sin perder esa capacidad de hipnotizarnos que tiene esta danza, con ese bajo tan característico. La obra está compuesta solo para violín y bajo continuo. Me parece algo distinto a lo habitual precisamente por eso. Parece más algún lamento para violín, muy al estilo del que cantan los irlandeses. En fin, una obra para ser disfrutada más escuchándola que hablando yo de ella mis torpes palabras.

La interpretación es de Hélène Schmitt (violín), Jan Krigovsky (violone), Stephan Rath (tiorba) y Jorg-Andreas Bötticher (clave).

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