Un quinteto imponente

Quinteto op. 29, Beethoven

¡Feliz jueves! A veces las pequeñas obras nos impresionan precisamente por eso, porque en ellas los compositores se exprimen para destilar su esencia. Pero también en las grandes obras podemos apreciar también ese arte. No solo en grandes conciertos y sinfonías sino también en magnas obras de cámara, como la que te traigo hoy.

Ludwig van Beethoven

Es de Ludwig van Beethoven (1770-1827), compositor alemán nacido en Bonn. Se cuenta la anécdota de que hubo un rival que verdadera primacía de Beethoven no solo como compositor sino, sobre todo, como pianista. Como era costumbre en la época, se organizó un concierto en el que los dos tocasen para decidirse quién era mejor. El rival del sordo tocó primero y lo hizo tan bien que este enfureció al ver cuál era el arte a los teclados de su contrincante. El de Bonn, ni corto ni perezoso, decidió un plan que sería un espaldarazo para él. Se levantó, se acercó al atril del primer chelista y tomó su partitura. Le dio la vuelta y la colocó en su atril del piano. A primera vista, comenzó a improvisar sobre esa melodía «nueva» del chelo, que fue la base de sus «Variaciones Diabelli», y luego de su «Sinfonía Heroica». Así era este compositor que iba causando polémica y admiración, casi a partes iguales, allí por donde iba.

No vamos a disfrutar hoy de esas variaciones sino de su Quinteto para cuerdas en do mayor, op. 29. Es cierto que es una obra de transición entre su estilo primero y el ya consagrado pero aun así la composición es impresionante. Su tono general es optimista a pesar de que fue compuesta en una época en la que comenzaba a ser consciente de su sordera, y eso obviamente lo machacaba. El allegro inicial es de corte mozartiano pero sin llegar a una burda imitación sino con su sello personal. Le sigue un adagio molto espressione, con un bello tema amoroso y una encantadora repetición, siempre con atmósfera cálida. El scherzo (allegro) no rompe el ambiente y casi es un precursor de su última sinfonía. El final es de un contrapunto casi electrizante y sí nos muestra a un Beethoven más maduro, con unas cotas de profundidad difícil de encontrarse en composiciones de esa época. Esta fue publicada en 1802.

La partitura de la composición puedes descargarla aquí.

La interpretación es de Benjamin Bowman y Cornelia Löscher (violines), Steven Dann y Michel Camille (violas) y Richard Lester (chelo).

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