COP30. La Santa Sede, pendiente de la protección de la persona y la creación Monseñor Diquattro: "La crisis climática no es solo un problema técnico, también es moral. Afecta a la vida concreta de las personas"
Al margen de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Belém, monseñor Giambattista Diquattro, vice delegado vaticano presente en la cumbre, explica la contribución de la Santa Sede en estos días de trabajo y debate
"La de la Iglesia es una contribución ética y un mensaje de solidaridad humana. La Santa Sede subraya la importancia de mecanismos financieros más equitativos, porque las poblaciones más pobres son las más vulnerables al cambio climático"
"El Mensaje del Papa para esta cumbre recuerda que detrás de la dinámica técnica, las siglas y los acrónimos típicos de las negociaciones de la ONU hay personas y, sobre todo, comunidades inocentes que sufren los efectos de la crisis medioambiental"
"El Mensaje del Papa para esta cumbre recuerda que detrás de la dinámica técnica, las siglas y los acrónimos típicos de las negociaciones de la ONU hay personas y, sobre todo, comunidades inocentes que sufren los efectos de la crisis medioambiental"
(Vatican News).- «Un compromiso claro y renovado con el multilateralismo» para volver al diálogo y abordar con «apertura, confianza y colaboración los problemas globales actuales», incluido el del cambio climático, del que son víctimas las personas más vulnerables. Esto es lo que el nuncio apostólico en Brasil, monseñor Giambattista Diquattro, espera que sea el resultado de la COP30, la trigésima Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que ha concluye este 21 de noviembre, sus trabajos en la ciudad de Belém.
El prelado es el vice delegado de la Santa Sede que, dirigida por el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, ha participado en la cumbre. Y precisamente de la contribución de la Santa Sede, orientada a la protección de la creación y de la persona «en su dignidad otorgada por Dios», habla Diquattro en la entrevista con los medios de comunicación vaticanos presentes en Belém.
-Excelencia, la Santa Sede está presente en la COP30 de Belém con una delegación oficial de diez personas. Ya hemos contado con la presencia del secretario de Estado Parolin, que ha transmitido un contundente mensaje del Papa y luego se ha dirigido a la Conferencia lanzando un llamamiento para que nos comprometamos a afrontar, sin vacilar, el reto del cambio climático. ¿Cómo se está desarrollando la participación de la delegación de la Santa Sede en esta COP30?
-En primer lugar, es significativo observar cómo la delegación de la Santa Sede, encabezada por el cardenal Parolin, se ve enriquecida por la presencia de miembros procedentes de diversas instituciones de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano: la Secretaría de Estado, el Dicasterio para la Cultura y la Educación, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el Dicasterio para la Comunicación, la Gobernación, la Nunciatura Apostólica, junto con un experto local. La colaboración de los diferentes miembros de nuestra Delegación se concreta también en los encuentros que la Delegación mantiene no solo con los Estados aquí reunidos, sino también con otros actores no gubernamentales, incluidos algunos de la Iglesia católica, entre ellos los 9 cardenales y 36 obispos, que en Belém dan testimonio de una amplia comunión.
-¿Qué contribuciones ha aportado la Santa Sede a los debates hasta ahora?
-La Santa Sede ofrece al debate sobre el clima sobre todo una contribución ética y un mensaje de solidaridad humana, basados en el Magisterio de la Iglesia, ya que la crisis climática no es solo un problema técnico, sino también moral. Estamos llamados a ser guardianes de nuestros hermanos, y en ese contexto surge también una responsabilidad moral hacia la creación. Por ello, la Santa Sede está contribuyendo a las negociaciones recordando la importancia fundamental de la dignidad de la persona humana conferida por Dios. En cada mesa de negociación, este enfoque se manifiesta a través de una invitación respetuosa, constante y convencida a considerar como prioridad el «rostro humano de la crisis climática», tal y como lo definió el Santo Padre en su Mensaje para la reciente Cumbre. El Mensaje recuerda que detrás de la dinámica técnica, las siglas y los acrónimos típicos de las negociaciones de la ONU hay personas y, sobre todo, comunidades inocentes que sufren los efectos de la crisis medioambiental.
En estos tiempos marcados por trágicos conflictos, la Santa Sede destaca además que el cuidado de la creación y la búsqueda de la paz son inseparables, y que las guerras y la destrucción de la naturaleza se alimentan mutuamente. Cito de nuevo el Mensaje del Papa León XIV: «Si quieres cultivar la paz, cuida la creación». Existe un claro vínculo entre la construcción de la paz y la gestión de la creación: «La búsqueda de la paz por parte de todos los hombres de buena voluntad se verá sin duda facilitada por el reconocimiento común de la relación indisoluble que existe entre Dios, los seres humanos y toda la creación». Con esta reflexión, y en referencia a la negociación sobre la «transición justa», la Santa Sede intervino para reiterar que los avances logrados en la COP28 no deben debilitarse, incluido el compromiso fundamental de abandonar los combustibles fósiles, sino que deben coexistir con una atención especial hacia aquellos que se ven más afectados por el cambio climático y las respuestas al mismo.
La Santa Sede subraya además la importancia de mecanismos financieros más equitativos, ya que las poblaciones más pobres son las más vulnerables al cambio climático, convirtiéndose en las primeras víctimas. Una auténtica solidaridad debe animar esos mecanismos de financiación basados en la fraternidad. En esta perspectiva, y especialmente en este año jubilar, la Santa Sede recuerda que la cancelación —y no simplemente la condonación— de la deuda soberana, relacionada con la deuda ecológica, es una medida necesaria para apoyar a los países más afectados. No se trata solo de una propuesta de carácter ético, sino de un refuerzo concreto de las políticas indispensables para lograr una auténtica «transición justa».
La Santa Sede también participa en las negociaciones sobre un nuevo Plan de Acción de Género. Lo hace consciente de que las mujeres y las niñas se ven afectadas de manera desproporcionada por el cambio climático, especialmente en el Sur del mundo, y de que desempeñan un papel importante a la hora de afrontar sus consecuencias. Este aspecto central, en el que deberían concentrarse los esfuerzos de todas las delegaciones, no debería pasarse por alto en el proceso de negociación del Plan de Acción de Género. Sin embargo, hay intentos de utilizar lenguajes y conceptos no consensuados o controvertidos que, inevitablemente, van en detrimento del avance de los trabajos. Pensemos, por ejemplo, en la inclusión en el texto de los derechos sexuales y reproductivos, que incluyen el aborto, algo que la Santa Sede no puede aceptar de ninguna manera. Se trata, de hecho, de una desviación del verdadero tema en discusión, como la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y negociación, la promoción de la educación —pensemos, por ejemplo, en los medios de comunicación— y el apoyo de los países desarrollados a los países en desarrollo, también en el ámbito del Plan de Acción de Género. Muchas mujeres, especialmente en el sur del mundo, pueden beneficiarse de lo que prevé el Plan de Acción, y este es el objetivo al que hay que mirar con espíritu constructivo y de buena fe, dejando de lado los intereses egoístas.
Quisiera recordar además que la Santa Sede se esfuerza por cumplir los compromisos contraídos con la adhesión a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y al Acuerdo de París. Es bien sabido que las emisiones que alteran el clima del Estado de la Ciudad del Vaticano son infinitesimales a nivel mundial; sin embargo, el Estado de la Ciudad del Vaticano invierte en importantes proyectos de reducción de emisiones, al tiempo que se implica con determinación en iniciativas de educación en ecología integral que, además de mitigar los gases de efecto invernadero, aportan beneficios éticos y sociales.
-¿Qué objetivos espera la Santa Sede para este evento dedicado al clima?
-En primer lugar, se espera que de la COP30 surja un compromiso claro y renovado con el multilateralismo, plataforma y dinámica esencial para dialogar, examinar y abordar con apertura, confianza y colaboración los problemas globales actuales, incluido el del cambio climático. Se trata de cuestiones críticas que no conocen fronteras y que requieren la contribución seria y responsable de todos: de los gobiernos y de otros actores no gubernamentales aquí reunidos, como la sociedad civil, la comunidad científica, las autoridades locales y el mundo empresarial.
Otro resultado deseable sería que la COP30 confirmara el compromiso ya adoptado en Dubái en 2023 de continuar el camino hacia la consecución del objetivo del Acuerdo de París, es decir, limitar el aumento de la temperatura media global a 1,5 °C con respecto al período preindustrial. Esto significa acelerar las actividades destinadas a mejorar la eficiencia energética, el uso de energías con bajas emisiones de carbono y las acciones de reforestación. Se trata de iniciativas que deben centrarse en la creación: las personas y el medio ambiente, no solo la economía, sin descuidar, por supuesto, una mayor atención a la adaptación y la educación.
La Santa Sede insiste además en que dentro de la COP se preste una atención creciente a la educación en la «ecología integral», es decir, a una forma de vivir y pensar que combine sabiamente el medio ambiente, la sociedad y la economía. La Santa Sede colabora con las demás Partes para que este enfoque esté cada vez más presente en las diferentes mesas de negociación de la COP, incluidos los planes climáticos nacionales. La puesta en marcha de programas educativos y proyectos de investigación inspirados en la ecología integral no solo promueve una cultura del cuidado y la responsabilidad, sino que constituye una forma de dialogar con las comunidades locales y la sociedad civil.
-La Santa Sede siempre está atenta a la protección de las personas y de la creación. ¿Es difícil defender estos derechos en un encuentro tan heterogéneo, con culturas y pensamientos diferentes?
-Lo que surge de intensos días de negociaciones debe ser examinado a la luz de la virtud de la prudencia, sin descuidar los aspectos positivos, especialmente en ese diálogo que va más allá de un mero marco técnico-científico —que es fundamental— y que necesita ser respaldado por un cambio de paradigma. Defender a la persona y a la creación constituye un reto, sobre todo en un contexto como la COP, donde se dan cita culturas, intereses y visiones diferentes. La Santa Sede desea recordar que toda elección medioambiental debe inscribirse en el proyecto del Creador para el ser humano y, por tanto, para su dignidad, su libertad y su desarrollo integral. Las políticas climáticas no son solo cuestiones técnicas o económicas: afectan a la vida concreta de nuestros hermanos más pobres, que a menudo pagan el precio más alto de la crisis climática.
El Evangelio nos dice: «Bienaventurados los que promueven la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). Esto también es válido en el ágora internacional: tender puentes entre posiciones diferentes, buscar acuerdos posibles y mantener el respeto mutuo es una forma concreta de ser promotores de la paz. La Santa Sede se compromete a llevar a estos espacios una voz que una y que apele a la responsabilidad común. Es una tarea ardua y fascinante: constituye la misión de la Iglesia. El Papa Francisco, en la encíclica Fratelli tutti, evocaba las palabras de San Juan Pablo II: «Dios ha dado la tierra a toda la humanidad, para que sustente a todos sus miembros, sin excluir ni privilegiar a nadie».
Etiquetas