El nuevo portal aloja únicamente información sobre los movimientos y comunidades reconocidos oficialmente por la Iglesia y con presencia en Alemania La Iglesia católica alemana publica página web sobre nuevos movimientos eclesiales 'confiables'

Página web  de la Iglesia alemana sobre nuevos movimientos eclesiales
Página web de la Iglesia alemana sobre nuevos movimientos eclesiales

La Iglesia alemana ha creado un nuevo portal de internet donde personas interesadas en movimientos eclesiales puede encontrar información sobre movimientos y comunidades

El portal aloja únicamente los movimientos y comunidades reconocidos oficialmente por la Iglesia y con presencia en Alemania. Además, se exige que cumplan las directrices de los obispos alemanes en materia de prevención e intervención frente a la violencia sexual

En épocas recientes, ya han habido en Alemania reflexiones y análisis críticos sobre los movimientos o "nuevas comunidades espirituales"

La siguiente información, por ejemplo, ha sido tomada y resumida de un artículo del periodista Christoph Paul Hartmann, aparecido el 1° de marzo de este año en el portal katholisch.de.

Las personas germanoparlantes interesadas en movimientos eclesiales disponen desde ahora de una fuente de información compacta con el nuevo portal de internet gemeinschaften-bewegungen.de. Según un comunicado en la página web, presentada el lunes por la Comisión para las Vocaciones Espirituales y los Servicios Eclesiásticos de la Conferencia Episcopal Alemana, se pueden consultar allí datos fiables sobre comunidades espirituales y movimientos.

En el nuevo portal se encuentran únicamente los movimientos y comunidades reconocidos oficialmente por la Iglesia y con presencia en Alemania. Se trata de aquellas asociaciones que cuentan, por ejemplo, con un reconocimiento canónico por parte de un obispo diocesano o —en el caso de movimientos internacionales— por la Santa Sede. Además, se exige que cumplan las directrices de los obispos alemanes en materia de prevención e intervención frente a la violencia sexual.

Creemos. Crecemos. Contigo

En épocas recientes, ya han habido en Alemania reflexiones y análisis críticos sobre los movimientos o “nuevas comunidades espirituales”. La siguiente información, por ejemplo, ha sido tomada y resumida de un artículo del periodista Christoph Paul Hartmann, aparecido el 1° de marzo de este año en el portal katholisch.de.

Desde hace aproximadamente unos cien años existen las “nuevas comunidades espirituales” (NCE) o movimientos en la Iglesia católica. Para unos son la esperanza de futuro de la Iglesia; para otros, grupos elitistas sospechosos. La historia le ha dado la razón a ambos bandos. Lo que queda claro es que los movimientos siguen siendo un desafío.

En la historia de la Iglesia siempre ha habido renovaciones o reformas impulsadas por personalidades muy diversas. Hace unos cien años se produjo un gran impulso: el Movimiento Litúrgico quería transformar la liturgia; el Movimiento Bíblico, redescubrir la Sagrada Escritura. A la vez, personas concretas buscaban el sentido de la fe en la modernidad y reunían a su alrededor a personas afines. Las comunidades y movimientos recién fundados crecieron.

Lo que unía a los fundadores de estos movimientos era sobre todo una cosa: eran capaces de despertar entusiasmo en las personas por ellos mismos y por una nueva forma de vivir la fe. En algunos casos se trataba de clérigos, como en el Movimiento de Schönstatt con el sacerdote palotino Josef Kentenich en 1914, o en Comunione e Liberazione con el sacerdote Luigi Giussani en 1954. En otros casos se trataba de laicos, por ejemplo en el Movimiento de los Focolares con la maestra Chiara Lubich en 1943, en el Camino Neocatecumenal con el pintor Kiko Argüello en 1964 o en la Comunidad de Sant’Egidio con el historiador Andrea Riccardi en 1968. Con los años creció en la Iglesia la conciencia del papel de los laicos, no en último lugar porque el Concilio Vaticano II (1962-65) los valoró expresamente como copartícipes del ideal misionero: «El apostolado de los laicos es la participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, a cuyo apostolado todos están llamados por el mismo Señor en razón del bautismo y de la confirmación» (Lumen Gentium 33).

Así surgieron con los años, en los más diversos rincones del mundo católico y guiadas por personas muy distintas, numerosas comunidades. El abanico es amplio: en algunas sólo hay laicos como miembros; en otras también hay clérigos; hay desde muy poca vida comunitaria —hasta el punto de que el Opus Dei ni siquiera se considera a sí mismo una comunidad— hasta monasterios clásicos como las Hermanas y Hermanos de Belén.

Casi todas estas comunidades tienen algo en común: «En materia de práctica y doctrina de la fe son más bien tradicionales, pero las formas de expresión son modernas», dice el P. Johannes Maria Poblotzki. Es presidente de la Comunidad de las Bienaventuranzas —ella misma una NCE— e hizo su tesis doctoral sobre el carisma de estas comunidades. Pone como ejemplo la adoración eucarística: «Tiene una larga tradición en la Iglesia. En algunos movimientos ahora se actualiza y se complementa con oración espontánea y meditación en lugar de las letanías habituales». A esto se añade que no pocas comunidades tienen un componente carismático que las conecta con la piedad de muchas iglesias evangélicas libres. Música emotiva, un trato afirmativo y enfático tanto hacia el individuo como hacia el grupo entero forman parte del paquete.

Pater Johannes Maria Poblotzki wird neuer Präsident der ...

Además, la mayoría de los movimientos están unidos por la idea de comunidad, en la que algunos miembros viven el celibato o incluso son clérigos, mientras que otros están casados y tienen familia. «Las comunidades, que viven juntas, forman el núcleo», explica Ursula Schmitt, corresponsable del Movimiento de los Focolares para el área germanoparlante. «Además hay personas que se vinculan a la comunidad de forma más o menos estrecha». En los centros, por ejemplo, los focolares se reúnen regularmente, celebran la Eucaristía, rezan o meditan. «En nosotros lo central es la experiencia de la Palabra de Dios vivida. Intercambiamos experiencias de fe en el día a día», dice Schmitt.

Quienes están comprometidos asumen además diversas tareas que a menudo requieren mucho tiempo. «Hay que estar dispuesto a invertir una parte del legítimo tiempo libre en el compromiso», dice Poblotzki. Encontrar el equilibrio adecuado a veces es difícil. «La vida familiar se resiente rápidamente. Hace falta un acuerdo preciso con cada miembro de la familia».

Además de los servicios cotidianos, muchas comunidades tienen también una intención misionera: salir a la calle y hablar a la gente, llamar la atención con cantos o pequeñas representaciones teatrales. También aquí vuelve a aparecer la conexión entre lo antiguo y lo nuevo: los medios pueden ser modernos, pero con la misión evidentemente llamativa y la dualidad entre celibato por un lado y matrimonio y familia por otro, la mayoría de las comunidades están marcadas por una cosmovisión conservadora que excluye muchos otros modelos de vida. «También nosotros nos planteamos la pregunta de si las personas homosexuales pueden ser miembros de pleno derecho», dice por ejemplo Schmitt. Para ella la respuesta es clara: sí. Pero también sabe: «El tema es complejo, somos un movimiento mundial con enfoques culturales diferentes». Y añade: «Muchas verdades aparentemente eternas han sido puestas en cuestión en los últimos años. No todo el mundo avanza al mismo ritmo». En otras comunidades la pregunta sobre miembros con sexualidad diversa ni siquiera se plantea… porque no los hay.

A los miembros de los movimientos los unen otros factores: «Las comunidades espirituales atraen a personas que tienen necesidades religiosas intensas y quieren vivirlas comunitariamente con otros. Las comunidades espirituales resultan interesantes también cuando alguien busca orientación religiosa. Y a veces son puntos de inflexión en la propia vida los que llevan a las personas a una comunidad espiritual», dice la especialista en teología práctica Judith Könemann de Münster, quien ha investigado el abuso en comunidades espirituales.

Kirche-und-Leben.de - Theologin Könemann: Handkommunion-Verweigerung ist  Machtmissbrauch

Durante mucho tiempo la Iglesia promovió estas comunidades en crecimiento, que desarrollaron sus propias estructuras, especialmente bajo el pontificado de Juan Pablo II (1978-2005). «La Iglesia vio durante mucho tiempo sobre todo lo bueno de estas comunidades; los desarrollos cuestionables apenas se percibieron o no se percibieron en absoluto. Eso recién está cambiando en los últimos tiempos», dice Könemann. De este modo, ha habido y sigue habiendo conflictos entre parroquias y comunidades. La parroquia critica el sentimiento de superioridad en la comunidad; ésta, a su vez, se siente frenada por las estructuras parroquiales. «Pero ambos pueden aprender el uno del otro», dice Poblotzki. «La parroquia consolidada puede ofrecer estabilidad; el dinamismo de la comunidad, nuevo impulso».

No menos conflictivo puede ser el funcionamiento interno de la comunidad. «En la fase inicial surgieron algunas dinámicas cuestionables. Las decisiones de individuos se presentaban raudamente como la voluntad vinculante de Dios», cuenta Schmitt. «En Chiara Lubich eso llevó a una agudización jerárquica centrada en su propia persona. Para ella no existía límite en el período de mandato; su palabra marcaba la dirección». La unidad que la comunidad enarbolaba en su bandera se interpretó como homogeneidad: quien pensaba distinto quedaba fuera.

En algunas comunidades eso llegó hasta el abuso. «Una característica del abuso en comunidades espirituales es que a los miembros no se les permite o incluso se les prohíbe tener contacto con nadie fuera de la comunidad, y su comunicación es controlada. Otra característica es que la comunicación se organiza exclusivamente a través de la dirección de la institución, y el intercambio entre los miembros no es deseado y a menudo apenas tolerado», dice Könemann. «Al quedar bloqueados los vínculos sociales tanto hacia fuera como hacia dentro, apenas queda lugar para correctivo alguno y los miembros dependen exclusivamente de la dirección. Ése es el caldo de cultivo para el abuso, tanto espiritual como sexual.

"Hannah Schulz: 'Este ambiente abusivo lleva a una creciente alienación y pérdida del yo en los miembros hasta llegar a la despersonalización, con lo que poco a poco se reducen y finalmente se anulan todas las fuerzas de resistencia. En las visitaciones oficiales estas estructuras se ocultaban, algo a lo que también contribuía que las visitaciones se preparaban y escenificaban minuciosamente'"

Además, el aislamiento social se espiritualiza y se presenta como necesario para el crecimiento religioso. Con frecuencia el ambiente hace que los miembros se controlen mutuamente de buena fe en su propósito de ayudar al otro en su crecimiento espiritual. Se confía en la figura carismática de liderazgo». Especialmente dramático, según Könemann, es lo siguiente: «Este ambiente abusivo lleva a una creciente alienación y pérdida del yo en los miembros hasta llegar a la despersonalización —como formula la pedagoga Hannah Schulz—, con lo que poco a poco se reducen y finalmente se anulan todas las fuerzas de resistencia. En las visitaciones oficiales estas estructuras se ocultaban, algo a lo que también contribuía que las visitaciones se preparaban y escenificaban minuciosamente».

Sodalicio de Vida Cristiana disuelto por el Papa Francisco, señala  InfoVaticana | Perú Católico - Noticias de la Iglesia

«En este conjunto de circunstancias radica el carácter específicamente sistémico del abuso espiritual», dice Könemann: la persona que dirigía una región o una casa (fuero externo) era a menudo la misma que acompañaba espiritualmente a los miembros (fuero interno). Sólo se confesaba con miembros de la comunidad —cualquier aportación externa era indeseada—. De este modo, algunas comunidades se encapsularon. En algún momento ya nadie preguntaba.

Las consecuencias fueron y son fatales: el fundador de la Comunidad de las Bienaventuranzas, Gérard Croissant, abusó de miembros de la comunidad, como también otras personas con liderazgo en el movimiento. Hubo abuso en el Movimiento de los Focolares; entre las Hermanas de Belén una hermana se suicidó a consecuencia del abuso. Se habló de manipulación y estructuras sectarias. La lista podría continuar: el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel —que también creó la comunidad laica asociada Regnum Christi—, abusó de al menos 60 niños y jóvenes; en la Comunidad Católica Integrada se separaba a los niños de sus padres; en la comunidad Sodalicio de Vida Cristiana, activa sobre todo en Perú, hubo durante décadas abusos de todo tipo. Recientemente fue disuelta por el papa Francisco. Sin embargo, durante mucho tiempo tanto en los movimientos como en la propia Iglesia se silenció el abuso y, sobre todo, se encubrió.

"Hoy día, el fuero interno y el fuero externo están separados, se han creado puntos de contacto para denuncias, los períodos de mandato tienen límite de duración. Sin embargo, no todas las comunidades funcionan así"

Después de décadas de encubrimiento, algunas movimientos están ahora asumiendo y procesando su propia historia, incluida la de sus fundadores. «Chiara Lubich seguirá siendo siempre nuestra fundadora, sus textos son la base de nuestra comunidad», dice Schmitt. «Pero muchas cosas las vemos también con una mirada histórico-crítica». Por ejemplo, cuando Lubich al principio entendía el ecumenismo únicamente como un “ecumenismo de retorno” (a la Iglesia católica), algo que ella misma revisó más tarde. Hoy día, el fuero interno y el fuero externo están separados, se han creado puntos de contacto para denuncias, los períodos de mandato tienen límite de duración. Sin embargo, no todas las comunidades funcionan así, lo sabe Poblotzki: «Todavía hay, una y otra vez, comunidades que se aíslan».

También en otros ámbitos las comunidades han llegado al siglo XXI: el número de nuevos miembros que viven célibes está disminuyendo en todo el mundo, mientras que crece el de los que se vinculan de forma más flexible. Pero no en todas: «Hay comunidades que, a la larga, no han podido mantenerse y ya se han disuelto», dice Poblotzki. El gran boom de las NCE, especialmente en los años ochenta, ha terminado; los grandes incrementos de miembros también. «Esto no vale sólo para Europa, sino a nivel mundial», confirma Schmitt.

"La Iglesia tiene que interesarse más por sus comunidades para darles el lugar adecuado. Las comunidades necesitan la protección de la Iglesia, en los días buenos y en los malos"

Las comunidades se enfrentan a los mismos desafíos que la Iglesia en su conjunto, pero también tienen sus propias preguntas, tanto internas como externas. «Conozco obispos que se han preguntado cómo llenar de vida espiritual ciertas casas o lugares. Un poco perdidos, han buscado en Google alguna comunidad sin profundizar realmente en su espiritualidad», cuenta Poblotzki. «Eso, naturalmente, genera malentendidos y conflictos», dice convencido. «La Iglesia tiene que interesarse más por sus comunidades para darles el lugar adecuado. Las comunidades necesitan la protección de la Iglesia, en los días buenos y en los malos».

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