Carta del Ministro general de los Franciscanos y del Custodio de Tierra Santa pidiendo la paz en Alepo.

Una iniciativa inédita, El Ministro General de la orden Franciscana y el Custodio de Tierra Santa, firman una carta juntos para pedir por la paz en Alepo. Empieza la misiva con este texto evangélico: “Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial”. Mt 18,10. No olvidemos que en estos momentos, El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha constatado, el miércoles, día 30 de noviembre, la carnicería que está teniendo lugar en Alepo, pero Moscú ha bloqueado toda decisión que lleve a parar los bombardeos de los barrios rebeldes del este de la ciudad, con el fin de permitir la llegada de ayuda humanitaria y la apertura de un corredor para la evacuación de 250.000 civiles asediados en esa zona, de los cuáles 100.000 niños.

Dicen así estos frailes, responsables de Comunidades franciscanas en Siria: “Hace tiempo que, como Hermanos Menores, estamos preocupados por la situación que están viviendo nuestros hermanos junto con los cristianos y toda la población de Siria. No hace mucho, lanzamos un llamamiento a la comunidad internacional para que intensifique los esfuerzos para detener la guerra y los sufrimientos de la población civil, y para que se hagan todos los esfuerzos posibles para alcanzar la paz. Y continúa con una propuesta concreta: “Ahora, al comienzo del Adviento…deseamos proponer a todas nuestras comunidades la iniciativa “niños en oración por la paz”. Nacida de una idea de “Ayuda a la Iglesia Necesitada” queremos adherirnos a ella como Orden de Hermanos Menores y queremos relanzarla a nivel internacional con una periodicidad mensual. Es una iniciativa que surge de la conciencia de que el Rey del universo, el Rey de la paz, es la fuente verdadera de toda paz. A ella ya se ha unido nuestra parroquia de San Francisco en Alepo, marcada duramente por la tragedia de la guerra y tenazmente anclada a la esperanza de la paz”.

El Padre Perry y el Padre Patton nos dicen, casi con lágrimas en los ojos: “Desde Alepo lanzamos ahora nuestra invitación al mundo entero. A partir del Adviento de 2016 deseamos adherirnos a esta iniciativa como Orden de Hermanos Menores y la proponemos a todas nuestras comunidades, a las parroquias y escuelas confiadas a nuestro cuidado pastoral y a todas las realidades cercanas a nosotros, invitando a difundirla también entre las otras realidades eclesiales y religiosas presentes en el territorio en el que vivimos y trabajamos como hermanos menores. Estamos convencidos de que el Señor escuchará el grito de sus “pequeños” y que la oración de los “pequeños” del mundo será una ocasión de reflexión y conversión también para los “grandes”. Y animan a que: “todas las comunidades que dediquen la misa de los niños, o la misa más frecuentada por los niños, el primer domingo de todos los meses, a la oración por la paz”. Y la carta la firman: “Fr. Michael A. Perry OFM, Ministro general y Fr. Francesco Patton OFM, Custodio de Tierra Santa”

En distintas ocasiones antes de la guerra he tenido ocasión de visitar Siria, y concretamente la magnífica ciudad de Alepo. Ahora todo el mundo la conoce por su papel en la guerra, pero últimamente sobre todo por sus ruinas ensangrentadas. Sin olvidar las escuelas y hospitales bombardeados, los edificios derruidos a cañonazos y la secuela de muertos y heridos. Las cifras ya no importan, se cuentan muchos miles desde que empezó el conflicto, pero no pasa nada. En pleno siglo XXI seguimos asistiendo a la crueldad de una guerra bestial. Y no pasa nada. Los nazis masacraron a millones de seres humanos. Y entonces no pasó nada. En Siria, y en la ciudad de Alepo, mueren diariamente decenas de personas. Y sigue sin pasar nada. ¿Qué más puede suceder para que la opinión pública mundial reaccione severamente ante sus gobiernos, pidiéndoles responsabilidades? ¿Qué estáis haciendo para parar definitivamente la guerra de Siria? Esta debería ser la pregunta de nuestras ciudadanías. Como siempre demasiados intereses en juego, de los más grandes y de los pequeños también. Mientras tanto en las calles de Alepo las bombas destrozan a hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos.

¿Qué habrá quedado de la preciosa Ciudadela, que se erguía orgullosa como uno de sus símbolos? ¿Dónde están esas callejuelas del mercado, llenas de gente negociando noche y día? ¿Dónde estarán esas personas que nos acompañaban para mostrarnos orgullosos su país: guías, chóferes…? Sin duda la destrucción y la muerte diarias ante la indiferencia del mundo mundial, incluidos todos nosotros. No se trata de suscitar vanos y fatuos sentimiento de culpabilidad, sino de recordar que la indiferencia es la actitud más generalizada. Probablemente el llamado “cansancio mediático” ha hecho mella en nosotros. Las imágenes del conflicto ya ni siquiera nos impresionan, nos hemos acostumbrado. Nuestra fuente de fraternidad compasiva se ha secado.
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