La Iglesia también veranea

Cada sábado y domingo, a las siete de la tarde, en el claro de un bosque del Saler, pedanía situada a 12 kilómetros de Valencia, se reúnen más de doscientas personas para celebrar la eucaristía. La Devesa del Saler, entre el Mediterráneo y el lago de la Albufera, uno de los parajes más bonitos de la Comunidad Valenciana. A diez minutos de Valencia, es un lugar paradisíaco. Hablamos de los meses de julio, agosto y septiembre. Ramón, párroco de Pinedo y que atiende las urbanizaciones, acude a la cita para ofrecer este servicio ministerial tan valioso para los turistas y veraneantes. Un altar portátil y una cruz hecha con troncos de pino construida por un grupo de jóvenes, presiden la “catedral entre pinos”. En unos minutos está todo preparado. Poco a poco, a medida que se acerca la hora, una procesión de personas, muchas de ellas cargadas con catres y sillas portátiles se dirigen hacia ese templo natural. Abuelos, padres, hijos y nietos caminan juntos para situarse en el sitio elegido para seguir la misa. Cada celebración es un reencuentro, no sólo con la Palabra, sino también entre los veraneantes que cada año se vuelven a ver, encuentros jubilosos, aunque también muchas veces se echa en falta a alguien que no ha podido venir o acuden porteados por algún familiar. Hay una familiaridad que les une porque la mayoría se conocen desde hace años.

Una campanilla anuncia el inicio de la misa, a continuación, Ramón, desde un megáfono comienza la ceremonia. Un grupo se encarga de los cantos para animar la liturgia. Los niños sentados en el suelo siguen más o menos atentamente la Misa. Y la palabra de Ramón siempre llena de un mensaje social, ayuda a todos a no perder de vista esta perspectiva esencial del evangelio. Para la mayoría de las personas es una bendición asistir a esas eucaristías. Es un regalo del Dios cercano, que camina con el hombre en todas sus circunstancias. En el paréntesis veraniego, para muchas personas mayores y familias, este servicio ministerial supone la continuidad con la práctica cristiana dominical sin ningún problema. Es la cercanía eclesial. Sin duda, los fieles sienten el cuidado de la Iglesia, que a pesar de las dificultades, se acerca a ellos con generosidad.

A esa cita veraniega llega el Señor para acompañar a los creyentes. El Papa Francisco a propósito de las vacaciones de verano nos recomienda: “El descanso es necesario para la salud de nuestras mentes y cuerpos, aunque a menudo es muy difícil de lograr debido a las numerosas obligaciones que recaen sobre nosotros. Pero el descanso es también esencial para nuestra salud espiritual, para que podamos escuchar la voz de Dios y entender lo que Él nos pide”. Y añade un consejo muy sabio: “El verano da a muchas personas la oportunidad de descansar. Es también un tiempo favorable para cuidar las relaciones humanas”. ¡Qué bueno y necesario! Finalmente, Francisco en el viaje a Filipinas, en 2014, decía “a José le fue revelada la voluntad de Dios durante el descanso. En este momento de descanso en el Señor, cuando nos detenemos de nuestras muchas obligaciones y actividades diarias, Dios también nos habla”. El verano no es un tiempo muerto en nuestra vida.

En este rincón de la costa valenciana y también en muchos lugares de nuestras costas y montañas, muchos párrocos, como Ramón, ofrecen este extraordinario servicio a los fieles que se encuentran en zonas de vacaciones y descanso. Es una muestra de cuidado pastoral por parte de la Iglesia. Unas veces las misas se celebran al aire libre o en distintos lugares, garajes, terrazas, en salas improvisadas, hasta en una rotonda me contaba una persona. La Iglesia expresa de ese modo su preocupación por esa población, que muchas veces, si no es así, no pueden durante las vacaciones seguir la escucha de la Palabra y la celebración de la Eucaristía, a no ser que se trasladen a muchos kilómetros. En cualquier caso, la Iglesia, en estas catedrales en medio de la naturaleza, evoca a ese Dios creador de la naturaleza, y nos anima a cuidarla, como nos recuerda en cada página el Papa Francisco. Y nos recuerda que “todo comenzó así”. Jesús predicaba junto al Lago de Tiberíades y compartía con los discípulos en una roca cercana unos panes y unos peces.

No cabe duda que es un trabajo añadido para muchos sacerdotes, pero que les ayuda a salir de una posible rutina y mostrarse disponibles a los veraneantes.
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