Líneas rojas para los nuevos movimientos eclesiales

En estos días la Congregación para la Doctrina de la Fe ha publicado un texto: “Iuvenescit eclesia” (La Iglesia rejuvenece), en el que traza unas líneas rojas para establecer la calidad eclesial de esos grupos ya institucionalizados o futuros. Desde hacía mucho tiempo que no publicaba nada. Muchos son los cabos sueltos que existían entre esos nuevos movimientos o grupos y las distintas realidades eclesiales (obispos, párrocos..) que necesitaban aclaraciones y puntualizaciones. Las tensiones entre los obispos, los superiores de las órdenes Religiosas se arrastraban desde hace años. A algunos de los problemas se les da una respuesta adecuada y pertinente.
El texto es altamente teológico, como no podía ser de otra manera, sobre todo en los aspectos motivacionales. El reconocimiento fundamental de estos nuevos movimientos se basa en esta afirmación: “ha crecido felizmente la consciencia de la acción multiforme del Espíritu Santo en la Iglesia, suscitando así una especial atención a los dones carismáticos..” Queda claro, por lo tanto, que son fruto de la acción del Espíritu Santo en la Historia de la Iglesia. Y añade también: “es necesario reconocer la bondad de los diferentes carismas que originan agregaciones eclesiales entre los fieles…Ellos representan una auténtica oportunidad para vivir y desarrollar la propia vocación cristiana…En esta línea se colocan también los grupos eclesiales que son particularmente importantes para la vida cristiana en el matrimonio, que pueden válidamente «instruir a los jóvenes y a los cónyuges mismos, principalmente a los recién casados, en la doctrina y en la acción y en formarlos para la vida familiar, social y apostólica”. Una apuesta eclesial decidida, ya que suponen una oportunidad para vivir una vida cristiana más fecunda, favorecida por estos grupos. Y un guiño a los movimientos, que particularmente se ocupan de la familia y el matrimonio.
Pero el objetivo del Documento es preciso: “El presente documento tiene por objeto aclarar la posición teológica y eclesiológica de las nuevas agregaciones eclesiales a partir de la relación entre dones jerárquicos y carismáticos, para favorecer la individuación concreta de las modalidades más adecuadas para su reconocimiento eclesial… este documento tiene la intención de recordar, en vista de la relación entre «dones jerárquicos y carismáticos», aquellos elementos teológicos y eclesiológicos cuya comprensión puede favorecer una participación fecunda y ordenada de las nuevas agregaciones a la comunión y a la misión de la Iglesia.” El texto pretende “aclarar la posición teológica y eclesiológica”, dicho en otras palabras más adelante: “El mismo Pontífice ha recordado que para todos estos grupos eclesiales se abre el momento de la «madurez eclesial», que implica su pleno desarrollo e inserción «en las Iglesias locales y en las parroquias, permaneciendo siempre en comunión con los pastores y atentos a sus indicaciones». Estas nuevas realidades, de cuya existencia el corazón de la Iglesia se llena de alegría y gratitud, están llamadas a relacionarse positivamente con todos los demás dones presentes en la vida de la Iglesia”. Deja bien clara la relación entre esos movimientos de origen “carismático” y la jerarquía. En otras palabras el “pucherito aparte” es inadmisible en la Iglesia. E insiste en varias ocasiones:” “el reconocimiento del papel esencial de los pastores en el discernimiento de los carismas y en su ejercicio ordenado dentro de la comunión”. Estas idea viene remachada, apoyándose en el Papa Francisco: “El Santo Padre Francisco, por último, recordó la «armonía» que el Espíritu crea entre los diferentes dones, y ha convocado a las agregaciones carismáticas a la apertura misionera, a la obediencia necesaria a los pastores y la inmanencia eclesial, ya que “es en el seno de la comunidad donde brotan y florecen los dones con los cuales nos colma el Padre; y es en el seno de la comunidad donde se aprende a reconocerlos como un signo de su amor por todos sus hijos». Queda claro que los dones de Dios cuando son auténticos crean convergencia y comunión. Lo contrario son personalísimos infecundos, que desorientan a los fieles y les llevan a la frustración y, finalmente a la indiferencia. y la necesaria colaboración en la misión de la Iglesia local y Universal, no en función de sí mismos en la misión. Ese “ensimismamiento” eclesial es letal para la autenticidad de la misión.


Un criterio esencial establece el documento para discernir esa calidad eclesial :”la práctica de la buena relación entre los diferentes dones en la Iglesia requiere la inserción activa de la realidad carismática en la vida pastoral de las Iglesias particulares. Esto implica, en primer lugar, que las diferentes agregaciones reconozcan la autoridad de los pastores en la Iglesia como realidad interna de su propia vida cristiana, anhelando sinceramente ser reconocidas, aceptadas y eventualmente purificadas, poniéndose al servicio de la misión eclesial.” Las dinámicas propias de cada movimiento, no deben impedir la participación en la vida eclesial concreta de la parroquia o de la Diócesis. Y mucho menos, pretender “fagocitar” o “monopolizar” la vida parroquial o diocesana. Priorizar lo propio y olvidarse de lo eclesial es un deficiencia del sentido de la comunión.
El paso del carisma a la institucionalización será lo que decante la calidad de esa agregación o movimiento: “La agregación que surge de un carisma debe tener apropiadamente un tiempo de prueba y de sedimentación, que vaya más allá del entusiasmo de los inicios hacia una configuración estable. A lo largo del itinerario de verificación, la autoridad de la Iglesia debe acompañar con benevolencia las nuevas realidades de agregación. Es un acompañamiento por parte de los Pastores que nunca ha de fallar, ya que nunca debe faltar la paternidad de quienes en la Iglesia están llamados a ser los vicarios de Aquel que es el Buen Pastor, cuyo amor solícito nunca deja de acompañar a su rebaño”. A los pastores les corresponde esta acompañamiento y “eventuales purificaciones”, que pueden suponer la renuncia a determinadas prácticas, generadoras de tensiones innecesarias y divisiones en la Iglesia.
Esperemos que este Documento sea releído y analizado por los Obispos y por los responsables de esos movimientos.
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