El próximo episcopable valenciano

En la historia reciente de la Iglesia Valenciana hubo un momento en el que la nómina de obispos de origen valenciano en la Conferencia Episcopal era probablemente el grupo más numeroso. Hasta el punto que se hablaba del “lobby” valenciano e, incluso esa proliferación suscitaba más de de un “chiste” clerical, bien o mal pensante. Esos tiempos han pasado. El resultado es que algunos de estos prelados son ya eméritos y otros más jóvenes se encuentran todavía en activo. La suerte de cada uno de ellos ha sido bastante diversa, con un cierto sabor agridulce.
De cualquier modo el hecho de que tantos obispos hayan salido de esta Diócesis, y que algunos hayan hecho la mili como auxiliares en primer lugar, da a entender que estamos ante una Diócesis muy bien considerada por Roma en esos momentos. La Facultad de Teología san Vicente Ferrer ha sido, sin duda, el vivero más importante. La sólida formación de esta Facultad, compartida por la Diócesis y los Dominicos, ha sido un referente en el ámbito de la Iglesia española.
En la breve etapa de Osoro la necesidad de auxiliares, al parecer se suscitó casi al final de su mandato. Osoro intentó acudir a todas las citas eclesiales, posible e imaginables, lo que le valió el título de “peregrino” por parte del Papa Francisco. Pero se dio cuenta de que estaba ante una macrodiócesis a todos los niveles. Por eso, preparó cuidadosamente la llegada de dos obispos auxiliares. Este tema se paralizó, después de su partida a Madrid.
A su llegada a Valencia, el Cardenal Cañizares, buen conocedor de las dimensiones de su Diócesis de origen, es una de las primeras cosas que le pidió al Papa: que le concediera dos obispos auxiliares. Y lo anunció claramente. De hecho, en su reciente viaje a Roma, como ha recordado personalmente, fue a pedirle al Papa Francisco que agilizara este tema tan delicado e importante para el momento actual de la Diócesis. Actualmente, la Diócesis de Valencia está enfrascada en un Plan Pastoral muy pragmático y práctico que exige un seguimiento, una dedicación y una implicación muy importante por parte de todos, incluida la jerarquía. Este impulso desde arriba y con un meritorio trabajo desde abajo, sin duda lo hará más creíble, ya que, si va en serio, puede conllevar muchos movimiento y cambios en las parroquias. Una primavera eclesial…
Hace unos días, el Cardenal presentaba al primer obispo auxiliar, Arturo Ros. Cañizares, le ha encomendado de manera concreta, la promoción de la “formación de un laicado adulto, presente en la vida familiar, en los asuntos temporales, en la acción social, en la vida pública”, así como “la promoción de la mujer en la vida de la Iglesia”. Temas que ya había explicitado recientemente el Cardenal en diversos escritos. Tareas esenciales y delicadas que Arturo Ros, asumirá con firmeza y convicción, ya que en ellas se juega esa nueva realidad e imagen de la Iglesia del Papa Francisco. No debe olvidar que es el primer obispo de esta Diócesis, elegido por Francisco. Probablemente, en su pueblo natal, Vinalesa, de pequeño, vio pasar más de una vez los últimos rebaños de ovejas y sabe muy bien lo que significa ese olor. Y en la zona, en donde era Vicario Episcopal…
En cuanto al tercer obispo, es posible que llegue antes de que el verano avance más o a principio de curso, según escucho. El tiempo apremia. El calendario del Plan Pastoral está muy cerrado. Ahora, la lógica especulación está abierta. No quiero hablar de nombres, ya que conozco buenos sacerdotes, pero me gustaría alguien que se aproximara al estilo de mi buen amigo Pepe Vilaplana, obispo de Huelva. Ese estilo cálido, cercano y fraterno sería estupendo. ¿Existe? Seguro que sí. Lo siento si alguien esperaba nombres. Entiendo que no estará muy lejos del actual primer cinturón de Cañizares…
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