La marginación, el desprecio, la amenaza, la persecución... han sido tenaces en la sociedad y en la Iglesia Pentecostés (23.05.2021): La Iglesia nace acogiendo el Amor de Jesús

Queremos, Espíritu Santo, desarrollar tus dones

Comentario: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20,19-23)  

La constitución dogmática sobre la Divina Revelación, del Vaticano II, nos dice: “Jesús, enviado el Espíritu de la verdad, perfecciona la revelación completándola y confirma con el testimonio divino que Dios está con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y para resucitarnos a la vida eterna” (DV 4). Momento cumbre del “Dios con nosotros” es la vida de Jesús de Nazaret. El evangelio recuerda la promesa de Jesús: “yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros” (Jn 14, 16). La tradición de Juan, remarca que Jesús sigue siendo “paráclito” ante el Padre: “si alguno peca, tenemos a uno que abogue (`parácleton´) ante el Padre: a Jesucristo, el Justo” (1Jn 2,1b).  Celebramos hoy la presencia constante de “Dios con nosotros”.

Sigue el miedo a vivir como Jesús. El evangelio de Juan destaca el miedo a los “judíos” (dirigentes): “nadie hablaba de él en público por miedo a los judíos” (Jn 7, 13); por eso los padres del ciego eluden hablar de Jesús (Jn 9,22); José de Arimatea, “discípulo oculto por miedo a los judíos” (Jn 19,38). Especial miedo sienten los discípulos tras la muerte violenta de Jesús: “Al anochecer de aquel día... los discípulos estaban en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos”. La verdad, la fraternidad, la libertad, el amor gratuito... siempre tienen enemigos en el mundo y en toda religión organizada. La marginación, el desprecio, la amenaza, la persecución... son tenaces en la sociedad y en la Iglesia. Jesús avisa que esta “pía” violencia puede llegar hasta quitar la vida: “llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí” (Jn 16, 2-3). Dios, trascendente, es imaginado según intereses y conveniencias. Justifican así avaricias, envidias, nepotismos, odios, asesinatos... Deshumanizan a la divinidad, pretendiendo elevarla interesadamente.

Jesús [“quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,9)], Dios humanizado, hace lo contrario: humaniza la divinidad con su amor sin medida. “Entró, se puso en medio y les dijo: `paz a vosotros´. Les enseñó las manos y el costado”. Les abraza “en medio” de sus vidas. Les muestra las huellas de la pasión, signos de su amor e identidad. Brilla el amor compasivo, como el del Padre (Lc 6,36). No les reprocha su conducta de abandono y miedo. Al revés, se sienten perdonados, reciben su paz y “se llenan de alegría al ver al Señor”. Cumple su promesa: “volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría” (Jn 16, 22).

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo” (Jn 20,21). Lo había dicho al Padre: “como me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo” (Jn 17,18). “Mi doctrina no es mía sino del que me ha enviado; el que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios podrá apreciar si mi doctrina viene de Dios o si hablo en mi nombre. Quien habla en su propio nombre busca su propia gloria; en cambio, el que busca la gloria del que lo ha enviado, ese es veraz y en él no hay injusticia” (Jn 7, 16-18).

Sopló sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo (Jn 20,22). “Sopló” (el mismo verbo de la versión griega de los Setenta de Gn 2,7: “enefísesen”; aoristo de en-fisao, de fisa: fuelle de la fragua) recuerda la infusión de vida en el primer hombre. Jesús “sopla” nueva vida: “nacer de Dios”(Jn 1,13), “poderser hijos de Dios” (Jn 1, 12). Vivir de este “soplo” o “espíritu” implica perdonar siempre: “A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos” (Jn 20,23). La vida nueva de Jesús puede ser aceptada o rechazada. Quienes aceptan, reciben su Espíritu, que les da conciencia de hijos de Dios, amados y en paz. El grupo cristiano les comunicará el perdón de Dios. Habrá también quien siga el espíritu del mal. La comunidad  cristiana les dirá que continúan en situación negativa, pero Dios les sigue amando y desea su cambio.

Oración: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20,19-23)

Espíritu Santo:

tú diste vida a la creación y al ser humano (Gén 1,2; 2,7);

tú hablaste en muchas ocasiones y maneras por los profetas (Heb 1,1);

tú fecundaste las entrañas de María (Lc 1,35);

tú descendiste sobre Jesús que oraba junto al Jordán (Lc 3,22; 4,1);

tú “fuiste enviado el día de Pentecostés para que

continuamente santificaras a la Iglesia, y los creyentes

tuvieran acceso por Cristo en un solo Espíritu al Padre;

tú eres el Espíritu de vida, la fuente de agua que salta hasta la vida eterna,

por quien el Padre vivifica a las personas muertas por el pecado,

hasta que resucite en Cristo sus cuerpos mortales;

tú habitas en la Iglesia y en nuestros corazones...,

en ellos oras y das testimonio de la adopción de hijos” (AG 4).

Nosotros, después de haber escuchado la palabra de la verdad

-el evangelio de nuestra salvación-, creyendo en él,

hemos sido marcados con tu sello prometido” (Ef 1,13);

Dios... nos ungió, nos selló y te ha puesto

como prenda en nuestros corazones” (2Cor 1,21b-22).

Nosotros “somos carta de Cristo..., escrita no con tinta,

sino contigo, Espíritu de Dios vivo” (2Cor 3,3).

Espíritu Santo:

“no siempre los miembros de la Iglesia te somos fieles” (GS 43);

apagamos tu voz, despreciamos tus profecías” (1Tes 5,19-20);

nos dejamos llevar de espíritus contrarios a Ti, Espíritu Santo”:

espíritu de mentira, de poder, de codicia;

espíritu de olvido de la dignidad de los pobres;

espíritu clerical que exalta a los servidores y margina la comunidad;

espíritu que encierra la Iglesia en sí misma y olvida la misión;

espíritu que se resiste a la unión de las iglesias por cuestión de poder;

espíritu de apego a leyes humanas y no respeta derechos humanos...

Hoy recordando tu venida sobre los primeros cristianos:

decidimos aceptarte, recibirte con un corazón sincero;

deseamos que llenes nuestra mente y corazón de tu presencia;

graba en nosotros los rasgos del Hermano Jesús:

su misericordia, su confianza en el Amor, su esperanza...

Queremos, Espíritu Santo, desarrollar tus dones:

tu “sabiduría” nos haga gustar la armonía del Reino del amor;

tu “inteligencia” nos lleve a buscar los caminos de Dios;

tu “consejo” de amor sea más fuerte que la prudencia humana;

tu “fortaleza” nos haga superar estorbos y persecución;

tu “ciencia” nos aclare el bien en medio de la confusión;

tu “piedad” nos llene de ternura filial, de confianza en el Padre;

tu “temor”, que no miedo, nos aporte sensatez, verdad,

atención a los peligros, cuidado para no desviarnos del amor.

“Haznos dóciles a tus inspiraciones,

para que busquemos siempre el bien y gocemos de su consuelo”.

Preces de los Fieles (Pentecostés 23.05.2021)

“El Espíritu es esa potencia interior que armoniza el corazón con el corazón de Cristo y lo mueve a amar a los hermanos como Él... El Espíritu transforma el corazón de la Comunidad eclesial para que sea en el mundo testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia” (“Deus caritas est”, 19). Pidamos que el Espíritu Santo nos transforme, diciendo: “queremos buscar siempre el bien”.

Por la Iglesia:

- para que se deje guiar por el Espíritu de Jesús;

- para que sea ejemplo de amor gratuito: sin miedo, amenaza, ni castigo...

Roguemos al Señor:  “queremos buscar siempre el bien”.

Por las intenciones del Papa (mayo 2021)

- que “los responsables del mundo financiero colaboren con los gobiernos”;

- que “la regulación de las finanzas protejan a los ciudadanos de su peligro”.

Roguemos al Señor:  “queremos buscar siempre el bien”.

Por los gobernantes:

- que sean hacedores de justicia y promuevan la solidaridad;

- que cuiden especialmente de los más débiles y desamparados.

Roguemos al Señor:  “queremos buscar siempre el bien”.

Por los enfermos y desvalidos:

- que sientan la curación y el consuelo del Espíritu de Jesús;

- que les acompañemos en la amistad y en la ayuda.

Roguemos al Señor:  “queremos buscar siempre el bien”.

Por los problemas añejos de la Iglesia (celibato, divorciados, mujer...):

- que seamos capaces de solucionarlos conforme al Evangelio;

- que el Espíritu de amor, verdad y libertad ilumine el camino.

Roguemos al Señor:  “queremos buscar siempre el bien”.

Por esta celebración:

- que sintamos el Espíritu de Jesús que perdona y alegra;

- que nos impulse a vivir el Reinado de la verdad, la vida, el amor...

Roguemos al Señor:  “queremos buscar siempre el bien”.

Que tu Espíritu, Señor, “nos apremie a ser luz alentadora, soplo vivificante para todos, de manera especial para aquellos que más hondamente están sufriendo los efectos de la pandemia, de la pobreza y la exclusión social” y eclesial. Te lo pedimos a ti, Jesús, que vives con el Padre en el Espíritu por los siglos de los siglos.

Amén.

Leganés, 23 de mayo de 2021

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