Preces de Fieles (D. 5º Pascua B 2ª lect. (29.04.2018): El Amor, signo inequívoco del Espíritu

La fe, la Iglesia, sus sacramentos, prácticas religiosas, leyes canónicas... son para vivir en Amor. Sólo el Amor realiza, sólo el Amor nos hace agradables al Padre. El amor práctico, dice Jesús, es lo decisivo: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo; pues tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era forastero y me acogisteis, desnudo y me vestisteis, enfermé y me visitasteis, estaba en la cárcel y fuisteis a verme” (Mt 25, 35ss). Pidamos “amar no de palabra ni de boquilla”, diciendo: “queremos “amar con obras y de verdad” (1Jn 3, 18).

Por la Iglesia:
- que no viva para ella, sino para dar vida a la gente;
- que no tenga miedo a la libertad, a la democracia, al progreso...
Roguemos al Señor: “queremos “amar con obras y de verdad” (1Jn 3, 18).

Por los derechos humanos:
- que sean respetados, cuidados y promovidos en la Iglesia;
- que la dignidad humana sea valorada y atendida.
Roguemos al Señor: “queremos “amar con obras y de verdad” (1Jn 3, 18).

Por la paz de los pueblos:
- que se eliminen las causas de las guerras: el hambre, las dictaduras, el paro...;
- que crezca la buena voluntad, el amor a todos, el diálogo sincero...
Roguemos al Señor: “queremos “amar con obras y de verdad” (1Jn 3, 18).

Por los enfermos, lo refugiados, los perseguidos...:
- que los cuidemos, protejamos, defendamos;
- que cuenten con nosotros en sus necesidades.
Roguemos al Señor: “queremos “amar con obras y de verdad” (1Jn 3, 18).

Por los gobernantes:
- que sean honrados, trabajadores, atentos al bien común;
- que sea prudentes, busquen la paz y alegren la vida de todos.
Roguemos al Señor: “queremos “amar con obras y de verdad” (1Jn 3, 18).

Por esta celebración:
- que nos afiance en la imitación y seguimiento de Jesús;
- que la comunión con Jesús sea comunión en su amor y en su modo de vivir.
Roguemos al Señor: “queremos “amar con obras y de verdad” (1Jn 3, 18).

Que nuestra Iglesia, Señor, “no posea oro para tenerlo guardado, sino para distribuirlo y socorrer a los necesitados” (San Ambrosio de Milán). Así nos parecemos a ti, que no tenías donde reclinar la cabeza (Mt 8, 20), pero diste mucha vida a todos. Tú que vives por los siglos de siglos.

Amén.

Rufo González
Leganés (Madrid)
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