“La Divina Providencia concede las dotes necesarias y ayuda con su gracia a los elegidos divinamente a participar en el sacerdocio jerárquico” (OT 2) El celibato no pertenece a la “idoneidad apostólica” (D. 16º C TO 2ª. 20.07.2025)

“Llamar y consagrar” sólo a varones célibes “impone a Dios lo que ha de hacer”

Comentario: Dios me ha nombrado servidor…(Col 1, 24-28)

La lectura de hoy reflexiona sobre el ministerio apostólico. Col 1,24-28, junto 2,1-4, describe las tareas básicas del misionero, creador y responsable de una comunidad. Vive con alegría “los sufrimientos por vosotros”. Sufre como Jesús:así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia” (v. 24). Jesús los soportó al evangelizar en Israel. Efesios añade otro motivo: “os pido que no os desaniméis ante lo que sufro por vosotros, pues redunda en gloria vuestra” (Ef 3,13). 

Pablo recibe de Dios la vocación apostólica en la Iglesia:de la cual Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargoque me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios” (v. 25). Lit.: “de la cual yo he llegado a ser (eguenómen:aoristo de guínomai: llegar a ser, ser…) servidor (diákonos); según la administración de Dios (katà tèn oikonomían toû zeoû: según la dirección, gestión, de Dios), la que me fue dada para vosotros:llevar a plenitud la palabra de Dios”. Según Pablo, Dios gestiona el servicio, dando a conocer “el misterio de Cristo” y su Amor. Ni una palabra del celibato. “Ni Jesús mismo puso el celibato como condición previa en la elección de los Doce, ni tampoco los Apóstoles para los que ponían al frente de las primeras comunidades cristianas (1Tim 3,2-5; Tit 1,5-6)” (Sacerdotalis coelibatus, 5).

Llevar a plenitud la palabra de Dioses dar a conocerel misterio escondido desde siglos y generaciones y revelado ahora a sus santos” (v. 26). “Santos” en los textos de Pablo son los cristianos “a quienes Dios ha querido dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria” (v. 27).Cristo en vosotros, esperanza de la gloria” es el “misterio”, el regalo divino, la realidad que nos supera, la vida que nos habita, nos acompaña, nos anima, nos realiza como personas y como sociedad.

Tarea del servidor:anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para presentarlos a todos perfectos en Cristo” (v. 28). Anuncia y corrige “hasta que Cristo se forme en vosotros” (Gál 4,19b).

El Decreto del Vaticano II “Optatam totius” “sobre la formación sacerdotal” reconoce que “el deber de fomentar las vocaciones pertenece a toda la comunidad cristiana...”. Este fomento “responde a la acción de la Divina Providencia que concede las dotes necesarias y ayuda con su gracia a los elegidos divinamente a participar en el sacerdocio jerárquico”.

Dios “confía a los legítimos ministros de la Iglesia que, reconocida la idoneidad, a los candidatos que hayan pedido tan gran servicio con recta intención y plena libertad, comprobados, los llamen y los consagren con el sello del Espíritu Santo al culto de Dios y servicio de la Iglesia” (OT 2). “Los legítimos ministros”, pues, comprueban la idoneidad, llaman a los candidatos que lo piden debidamente y los consagran. El Nuevo Testamento no incluye el celibato en la “idoneidad apostólica”. Igual que el Vaticano II: “La perfecta y perpetua continencia por el reino de los cielos… no es exigida en efecto (quidem) por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece por la práctica de la Iglesia primitiva [1Tim 3,2-5; Tit 1,6] y por la tradición de las Iglesias orientales, en donde, además de aquellos que con todos los obispos eligen el celibato como un don de la gracia, hay también presbíteros beneméritos casados” (PO 16). “Llamar y consagrar” sólo a varones célibes obliga a Dios a “conceder idoneidad” solo a ellos. Eso es “imponer a Dios lo que ha de hacer” (Jdt 8,16), negar su palabra, cargar sobre Él nuestras decisiones como si fueran suyas. Sabemos que eso es tentar a Dios. ¿Cuándo se darán cuenta de este pecado?

Oración:Dios me ha nombrado servidor…(Col 1, 24-28)

Jesús, creador y servidor de la Iglesia:

admiramos hoy a Pablo, apóstol de tu Iglesia;

de la cual, dice, yo he llegado a serservidor;

según la administración de Dios,

la que me fue dada para vosotros:

llevar a plenitud la palabra de Dios”.

Tu Espíritu le lleva a proclamar tu Evangelio:

se siente copartícipe de tus fatigas y tribulaciones;

así completo en mi carne lo que falta

a los padecimientos de Cristo,

en favor de su cuerpo que es la Iglesia” (v. 24).

Contemplamos su alegría al sufrir por el Evangelio:

el mismo Pablo pide a los cristianos de Éfeso:

no os desaniméis ante lo que sufro por vosotros,

pues redunda en gloria vuestra” (Ef 3,13);

idéntico camino de los primeros testigos de tu Amor:

salieron del Sanedrín contentos de haber merecido

aquel ultraje por el Nombre” (He 5,41).

Hoy siguen los “padecimientos apostólicos”:

- “padecimientos” en el interior de las comunidades:

sometidas a la letra de la Ley, a la rutina sin alma;

sujetas a la coacción, al silencio, al pensamiento único

de responsables sin respeto al Espíritu;

- “padecimientos”, fruto del despotismo histórico:

que viene marginando la libertad evangélica;

que pide a Dios que sólo “nombre servidores

a varones solteros;

que no ve ningún signo de Dios

en la carencia de vocaciones célibes;

que no “llama” ni “consagra” a los que

Dios ha nombrado servidores,

conforme al encargoque les ha sido encomendado” (Col 1,25);

que pone su exigencia por encima de la “acción de Dios”;

que ha expulsado del ministerio a quienes Dios llamó

y consagró con su Espíritu.

Hay miles de sacerdotes, fieles a su vocación:

violentados por una ley inhumana,

entendida hoy como “un intento de tentar a Dios,  

poniendo sobre el cuello de esos discípulos un yugo

que ni nosotros ni nuestros padres pueden soportar” (He 15,10).

Ellos proclaman, como Pablo, su espíritu ministerial:

encargados de este ministerio por la misericordia obtenida,

no nos acobardemos;

al contrario, hemos renunciado a la clandestinidad vergonzante,

no actuando con intrigas ni falseando la palabra de Dios;

sino que, manifestando la verdad, nos recomendamos

a la conciencia de todo el mundo delante de Dios” (2Cor 4, 1-2).

Ellos quieren revivir la libertad evangélica:

como el Concilio de Beth Edraï (s. V) de la Iglesia persa:

prohibir el matrimonio a los clérigos es una de

“esas tradiciones nocivas y gastadas

a las que debían poner fin los pastores”.

Es ocasión de “fornicaciones, adulterios y graves desórdenes”.

Anuló la ley de continencia conyugal,

decretada un siglo antes por el papa Siricio.

Con la Biblia, demostró la falsedad

de la llamada “tradición apostólica”.

“El matrimonio legítimo y la procreación de los hijos,

ya sea antes o después del sacerdocio,

son buenos y aceptables a los ojos de Dios”

(Henri Crouzel: “Sacerdocio y Celibato”;

AAVV., Dir. J. Coppens, BAC 1971, p. 292-293).

Ellos, Jesús de todos, siguen esperando:

que la Iglesia vuelva al celibato opcional primero;

que “los legítimos ministros llamen y consagren”

a quienes Dios ha dado tu amor pastoral,

sin más cargas que las indispensables” (He 15,28);

que toda la Iglesia “aprecie el esfuerzo

de los que trabajan entre nosotros

cuidando de nosotros por el Señor

y amonestándoos”;

que les “mostremos toda estima

y amor por su trabajo” (1Tes 5,12-13).

rufo.go@hotmail.com

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