#sentipensares2025 La Buena Samaritana desde las cunetas de las mujeres

Evangelio según Lucas 10, 25-37
| Luz Estela (Lucha) Castro
Comparto mi reflexión dominical en clave feminista: La Buena Samaritana desde las cunetas de las mujeres.
Evangelio según Lucas 10, 25-37
Este domingo, el Evangelio nos regala una de mis parábolas favoritas, la más conocida y más incómoda de Jesús: la del Buen Samaritano. Hoy, al escucharla, no puedo evitar recordar a tantas mujeres heridas y abandonadas en los caminos de nuestra historia. Y me pregunto, con la misma honestidad con la que un día me pregunté: ¿por quién estoy luchando desde hace más de cuatro décadas?
¿Quién es mi prójima?
¿Quién es esa mujer herida en el camino?
Es esa madre a la que le desaparecieron a su hija o a su hijo, y cada día camina descalza por la justicia, recibiendo indolencia de fiscales y silencios de jueces. Esas madres buscadoras que son más que mujeres: son semillas de esperanza en la tierra de la impunidad.
Es esa mujer violada que, además de ser rota en su cuerpo, fue culpabilizada por la sociedad y olvidada por su iglesia. Fue violada por el sacerdote, el tío, el padrastro, el maestro, su pareja, su propio padre.
Es la madre que carga a su hijo violentado sexualmente, y carga también su impotencia y su rabia.
Es esa joven explotada sexualmente, víctima de trata, a la que los clientes llamaron “prostituta” aun sabiendo que su libertad estaba encadenada.
Es la madre que cada día despierta con el corazón hecho trizas y, sin embargo, se levanta para seguir exigiendo justicia por el feminicidio de su hija.
Es la madre mexicana que, por órdenes de Trump, fue separada de sus hijas e hijos al ser expulsada de Los Ángeles, California, la tierra que cruzó con ellos en brazos hace más de veinte años.
Al lado de todas esas mujeres pasan políticos y funcionarios que, viendo su dolor, dicen:
“No es mi problema, ellas se lo buscaron… no podemos atender todos los casos.”
También pasa un sacerdote, un líder religioso, que las ve y piensa:
“Pobres mujeres, rezaré por ellas esta noche, pero no puedo detenerme, debo ir al templo.”
Pero entonces pasa una mujer, una defensora de derechos humanos, una abogada, una compañera, y la ve. La ve de verdad. Se acerca, limpia sus heridas con ternura e indignación, la abraza, escucha su historia sin juzgarla y, en lugar de prometerle salvación en el cielo, lucha con ella para que el Reino de Dios se haga presente aquí, en la tierra, al exigir justicia. Y saben que no están solas: la Ruah, soplo divino, les acompaña.
Porque ser samaritana hoy no es solo tener compasión; es indignarse ante la injusticia, es defender la dignidad pisoteada, es arriesgarse para acompañar, es no pasar de largo.
Hoy, reflexionando la parábola del Buen Samaritano en clave feminista:
“Pues bien, ¿cuál de aquellas tres fue la prójima de la mujer herida y tirada en la cuneta?” La maestra de la ley contestó: “La que no ignoró su dignidad y buscó justicia para ella y para sus hermanas y hermanos, sin exclusión de ningún tipo.”
Les invito a comprometernos una vez más a no pasar de largo. A no dejar a ninguna mujer tirada en la cuneta. A ser prójimas y a responder con compasión y justicia. Porque el único poder que vale la pena es el que se pone al servicio de nuestr@s herman@s heridas, y la única fe que da vida es la que se encarna en el amor que repara, denuncia y transforma.