Hoy debemos preguntarnos: ¿somos “prójimos” de los “heridos” de nuestra sociedad? Tú, ¿de quién eres prójimo? (Domingo 15º TO C 10.07.2022)

Jesús de Nazaret, prójimo del herido

Comentario: “¿Cuál.. ha sido prójimo del que cayó en manos de bandidos?” (Lc 10,25ss)

En camino a Jerusalén (10,25-18,30), el nuevo Moisés, Jesús, atraviesa el desierto de la vida, “mientrasse iban completando los días en que iba a ser llevado al cielo” (Lc 9,51). Va formando “un pueblo que confiese en verdad a Dios y le sirva santamente... Tendrá la dignidad y la libertad de hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo. Su ley será el nuevo mandato de amar como el mismo Cristo nos amó (Jn 13,34). Su fin: dilatar más y más el reino de Dios, incoado por el mismo Dios en la tierra, hasta que, al final de los tiempos, Él mismo lo consume, cuando se manifieste Cristo, vida nuestra (cf. Col 3,4), y «la creación misma sea liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8,21)” (LG 9).

Hoy, “un maestro de la ley pregunta a Jesús: “¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. En los paralelos (Mc 12,28; Mt 22,36) la pregunta se fija en la importancia: “¿cuál es el mandamiento principal de la ley?”. Jesús responde preguntando dos cosas: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?”. Qué dice la ley y cómo lo lees tú. No siempre el texto dice lo que los “maestros” interpretan. Similar a lo que pedía Francisco de Asís: “evangelio sin glosa”, sin interpretaciones más o menos interesadas.

El jurista responde con una cita doble, sacada de dos libros distintos: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente(Dt 6,5). Y a tu prójimo como a ti mismo (Lev 19,18b)”. Por primera vez aparecen juntos en la Biblia. Jesús acepta la conexión: «Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida»”. Ambos textos piden amor a Dios y al hombre.

El jurista cree que lo difícil está en saber quién es el prójimo. En tiempos de Jesús, “prójimo” es el compañero, compatriota, el israelita. Jesús, tras la parábola del herido en el camino, pregunta: “¿Cuál... ha sido prójimo del que cayó en manos de bandidos?” Nos descubre que el verdadero “prójimo” es el que atiende al “herido”. Pasan un sacerdote y un levita (auxiliar del templo) y, al verlo, dan un rodeo. La mentalidad de su religión pesa más que su humanidad: “Todo el que toca un muerto..., y no se purifica, contamina la Morada del Señor; ese individuo será excluido de Israel... (Núm 19,13; Lev 21,1-4). Estos no actúan como prójimos. Hoy debemos preguntarnos: ¿somos “prójimos” de los “heridos” de nuestra sociedad? Sólo así “tendremos la vida” (Lc 10,28b).

Mal entendió el evangelio el literato francés A. Camus (1913-1960). En su obra teatral “Los justos”, uno de los personajes, Yanek Kaliayew, aporta la leyenda de San Dimitri: “Tenía una cita con Dios en la soledad; pero de camino se detuvo en ayudar a un campesino; cuando llegó al lugar de la cita, Dios ya no estaba allí”. Yanek comenta: “Hoy son muchos los que llegarían tarde a la cita con Dios, porque hay muchas miserias en el mundo”. En cristiano es falso. La cita con Dios es cita con el necesitado (Mt 25,31-46). “Si uno tiene bienes del mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios?” (1Jn 3, 17; “Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1Jn 4, 20s). San Vicente de Paúl (1581-1660) explicaba el amor cristiano así: “Llamarán a la puerta mientras hacéis oración, para que una hermana vaya a ver a un pobre enfermo que la necesita con urgencia... Será conveniente que vaya cuanto antes y que deje la oración, o mejor dicho que la continúe, ya que es Dios el que se lo manda. Porque, mirad, la caridad está por encima de todas las reglas... Dios os llama a hacer oración y al mismo tiempo os llama a atender a aquel pobre enfermo. Eso se llama dejar a Dios por Dios” (Escritos IX 1125).

Oración: “¿quién es mi prójimo?” (Lc 10, 25-37)

Jesús de Nazaret, prójimo del herido:

hoy nos invitas a entrar en tu Espíritu;

nos pones el cimiento de la vida verdadera:

¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”;

amarás al Señor, tu Dios... Y a tu prójimo como a ti mismo”;

Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano,

es un mentiroso...” (1Jn 4, 20).

Ridiculizas a los representantes de la religión:

un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo,

dio un rodeo y pasó de largo.

Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio:

al verlo dio un rodeo y pasó de largo”.

Tú, como los profetas, ves la vida desde el Amor:

 “No me traigáis más inútiles ofrendas...

No soporto iniquidad y solemne asamblea....

Aunque multipliquéis las plegarias, no os escucharé...

Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien.

Buscad la justicia, socorred al oprimido,

proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda” (Is 1, 13-17).

Para ti, Jesús de la verdad, un disidente religioso:

ama al ser humano como quiere Dios;

llega al herido, lo ve, se conmueve, se acerca;

le venda las heridas echándole aceite y vino;

lo monta en su propia cabalgadura;

lo lleva a una posada y lo cuida;

le encarga al posadero el cuidado y la alimentación;

se hace cargo de todos los gastos...

Se hace “prójimo” del necesitado, como tú:

que anuncias la buena noticia a los pobres,

liberas a los esclavizados,

das vista a los ciegos y haces andar a los cojos,

curas a los leprosos y das oído a los sordos...

Perdona, Jesús samaritano, tanta palabra hueca:

centrada en nuestro ombligo y autoestima;

que no transmite el clamor de los oprimidos;

llena de rutinas, sin vida, sin fraternidad, sin verdad...;

rellena de ceremonias que no llegan al cielo;

portadora de estructuras y leyes... opresivas de la libertad;

transmisora de títulos, distinciones... lejos de la vida compasiva...

Queremos dejarnos llevar de tu Espíritu:

atendiendo la vida real de las personas;

oyendo el clamor de los más débiles y marginados;

levantando sin humillar y dignificando a todos;

siendo hijos de nuestro Padre celestial,

que hace salir su sol sobre malos y buenos,

y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,45).

Preces de los Fieles (D. 15º TO C 10.07.2022)

Es un hecho de vida: la gente se siente feliz, cuando ayuda a sus semejantes, sobre todo a los más necesitados. Pidamos que nuestra celebración nos ayude a ser “prójimos” de los más débiles, como el samaritano de la parábola. Roguemos diciendo: “queremos ser prójimos de los necesitados”.

Por la Iglesia:

- que sus prácticas religiosas no sean evasivas, sino al contrario;

- que sus comunidades sean como “hospitales”: curen, den vida y esperanza...

Roguemos al Señor: “queremos ser prójimos de los necesitados”.

Por las intenciones del Papa (Julio 2022):

- que cuidemos a los ancianos “raíces y memoria del pueblo”;

- que “su experiencia y sabiduría ayude a los más jóvenes

a mirar hacia el futuro con esperanza y responsabilidad”.

Roguemos al Señor: “queremos ser prójimos de los necesitados”.

Por las religiones:

- que no sean “opio” ni provoquen enfrentamientos y guerras;

- que sean humanizadoras, sin violencia, apelando sólo al bien humano.

Roguemos al Señor: “queremos ser prójimos de los necesitados”.

Por las vacaciones:

- que todos puedan descansar de sus tareas habituales;

- que sirvan para el crecimiento y armonía social.

Roguemos al Señor: “queremos ser prójimos de los necesitados”.

Por nuestro pueblo:

- que atienda a quejidos y lamentos de los necesitados;

- que elimine el hambre, la enfermedad, el paro, el fanatismo, la ignorancia...

Roguemos al Señor: “queremos ser prójimos de los necesitados”.

Por esta celebración:

- que nos haga sentir las heridas como propias;

- que nos lleva a la comunión con toda persona necesitada.

Roguemos al Señor: “queremos ser prójimos de los necesitados”.

Que nuestra vida religiosa nos tranquilice la conciencia con con ayuda al prójimo. Que esta sea nuestra “religión pura y sin tacha a los ojos de Dios Padre: mirar por los huérfanos y las viudas en sus apuros, y no dejarse contaminar por el mundo” (Sant 1, 27). Por Jesús, buen samaritano, que vive por los siglos de los siglos.

Amén.

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