Correspondencia privada (Meditación para madres de familia)



A mi ordenador llegan muchas confidencias, consultas, testimonios… No sé cómo, este chisme se ha convertido en un invernadero de preciosas flores de perfumes y colores inusitados. Generalmente son confidencias que se quedan en mi jardín y me empujan a crecer. Pero hoy quiero compartiros el diálogo con una madre de familia, con cuatro hijos adolescentes, que me parece beneficioso para todas las madres. Ella misma en su último correo afirma: "Ojalá que un mensaje, como el que tú me das, pudieran recibir todas las madres católicas (y no católicas) del mundo".

El último cruce de mensajes empieza con uno mío dirigido a un amplio grupo -mis estrellas las llamo- que me pidieron, hace tiempo, les enviase directamente todo lo que escribo. A ese mensaje genérico esta madre -bella por dentro y por fuera- me responde desde la otra orilla del mar:



- Hola Jairo: ¿Cómo estás mi querido amigo? Te escribo sólo para asegurarte que sigo siempre, paso a paso, el desarrollo de tu Blog. Si mantengo silencio es porque a mí también, como a ti, me gustan las cosas dichas con sencillez y claridad. Y cuando los comentaristas empiezan a hacerse "bolas" o, como decimos por aquí, "cuando se les empieza a hacer bolas el engrudo", creo que no tiene ni caso involucrarse.

Pero no quiero dejar de comentarte en privado lo que acabas de compartirnos en tu último correo. He sentido inmediatamente cómo se me "removió" el alma cuando dices: "Que la Semana Santa os haga más santos, si no, será una semana cualquiera". Siento que tengo muchas posibilidades de que mi Semana Santa se convierta en una semana cualquiera. Saliendo a la playa con la familia es fácil "olvidar" la semana que estamos viviendo... ¿Me das alguna sugerencia?

Tú sabes mi deseo de que, no sólo esta semana, sino mi vida entera sea una posibilidad de servir a Dios. Espero no dejar pasar ninguna oportunidad de hacerlo, ni esta semana, ni ninguna de mi vida. Pero fácilmente puedo "convertir" esta semana tan importante en una más y no quisiera que pasara. Si me puedes sugerir algo, te lo agradeceré mucho.

Y, a bote pronto, me nació esta respuesta:

- Sí, mi querida hermanita, no me ha pasado desapercibido tu silencio. Y sé que te asociaste a mi silencio. Tienes mucha razón, hay personas a las que no merece la pena responder porque tienen la mente oscurecida y las palabras cargadas de pólvora. He callado muchos días en mi propio Blog, a pesar de las invectivas de algunos. Recordé el ejemplo del Señor ante sus acusadores: "Iesus autem tacebat" (Jesús, sin embargo, callaba). Eso me da mucha fuerza. Pero me alegra que sigas los comentarios y, llegado el caso, entres para dar tu luz. ¡Eres muy lúcida por fuera y por dentro! No lo olvides.

En cuanto a la Semana Santa y el viaje a la playa. Es muy posible que, si tú vivieras sola, te quedarías siguiendo los impulsos de tu piedad, ese maravilloso "don de piedad" que Dios te ha regalado. Pero recuerda: eres madre y esposa. Ellos te necesitan y necesitan descansar, tomar el sol, relajarse... Tu marido seguro que trabaja mucho, tus hijos se esfuerzan en sus estudios, ¿cuándo van a descansar sino en vacaciones?



Eso es compatible con tu vivencia interior: deja que mane el amor a raudales, que tu cuidado se note (aunque supongo que se nota todos los días), que la paz te inunde y les ayude a ellos a crecer en paz interior y exterior, que seas su ejemplo, su faro y su fuego (el hogar). Es el momento privilegiado en que todo lo que hagas o digas les quedará grabado a tus hijos para siempre. ¡Aprovéchalo!

También es compatible con alguna vivencia externa: dar gracias a Dios por un descanso privilegiado que pocos se pueden tomar, recordar las fechas que celebramos, repetir cómo Dios nos ama y nos muestra el camino de la felicidad, hacer alguna oración extra todos juntos, etc.

Hay muchas formas de hacer "extraordinaria" la vida ordinaria, de santificarla de forma natural, viviéndola desde el fondo y siendo fieles a lo que Dios nos inspira, viviendo las alegrías y las tristezas con sentido espiritual, siendo conscientes de nuestros actos, tomando decisiones constructivas y, sobre todo, amando y enseñando a amar. Esto es lo más importante. Si no amas a los tuyos ¿cómo podrás amar a otros prójimos? Hay que empezar por los de más cerca: tu esposo (que por serlo también es mi querido Alfredo), tus hijos (tan preciosos y apreciados por mí por ser tuyos).

Así de fácil, mi querida niña, así de fácil. Nos complicaron demasiado en el pasado. Es hora de simplificarnos, de crecer en sencillez, de buscar la santidad ordinaria, la de todos los días con sus distintos colores y rutinas. Es hora de dejarnos impregnar por ese Dios que nos circunda y nos inunda por dentro y por fuera, todos los días y a todas las horas.

Disfruta del mar, del sol, del descanso, de la familia, de las comidas (no hechas por ti en esta ocasión). Y disfruta especialmente de la belleza interior que el Señor te ha regalado, de los dones que empujan dentro de ti como un nuevo parto glorioso y pacífico. Déjate ser, déjate estar, déjate crecer. Todo eso es lo que, a bote pronto, me sale decirte.

Te bendigo a ti y a tu numerosa familia con las dos manos, ésas que Dios me ha dado para bendecir sin ser cura, ésas que se me escapan -aladas por el amor- para bendecir y abrazar a los hombres y mujeres que acompañan mi camino a la eternidad. Con todo mi cariño. Jairo.

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