¿Qué significado tienen nuestras penas?

Le preguntaron al profeta: “Maestro, la Vida ha sido amarga con nuestras esperanzas y nuestros anhelos. Nuestros corazones están conturbados, y no entendemos por qué. Te ruego que nos consueles, y que abras nuestras mentes al significado de nuestras penas”.
Y el corazón del profeta se sintió conmovido, lleno de compasión dijo: “La Vida es más vieja que todos los seres vivientes; más que la belleza antes que esta naciera y adquiriera alas en la Tierra; más que la Verdad, antes de que alguien la digiera.
La Vida canta en nuestros silencios, y sueña cuando dormitamos. E incluso cuando estamos abatidos y relajados. La Vida está en su trono, y muy alta. Y cuando lloramos, la Vida sonríe a la luz del sol, y es libre hasta cuando arrastramos nuestras cadenas.
A menudo damos a la Vida nombres amargos, pero sólo cuando nosotros mismos estamos amargados y oscuros. Y la consideramos vacía e inútil, pero solo cuando nuestra alma vaga por sitios desolados, y cuando el corazón está ebrio de sí mismo.
La Vida es profunda, y alta, y distante; y aunque solo vuestra más amplia visión puede ver sus pies, la Vida está cerca; y aunque solo el aliento ve vuestro aliento llega a su corazón, la sombra de vuestra sombra cruza su rostro; y el eco de vuestro más tenue grito se convierte, en su pecho, en una primavera, y en un otoño.
Y la Vida está velada y oculta, así como vuestro yo superior está oculto y vedado. Sin embargo, cuando la Vida habla, todos los vientos se tornan palabras; y cuando vuelve a hablar, las sonrisas de vuestros labios y las lágrimas de vuestros ojos también se convierten en palabras. Cuando la Vida canta, los sordos oyen, y se quedan extasiados; y cuando la Vida viene caminando, los ciegos la contemplan, se asombran, y la siguen, maravillados, atónitos”.
El profeta dejó de hablar, y un vasto silencio reinó en el pueblo congregado; y en ese silencio vibraba un canto nunca oído, y se consolaron todos de su soledad y de su pena. (K. GIBRAN, El jardín del profeta, Obras Completas vol I, Ediciones Adiax, 1979, 198-199)
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