"Y por eso vino aquí a nuestras tierras María de Guadalupe, para decirnos: éste es mi hijo muy amado. Vengo a ayudarles para que lo sigan y formen parte de su Reino" Aguiar: "Somos buenos miembros del rebaño de Jesús cuando reconocemos nuestras equivocaciones, errores, y pecados"

Aguiar
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"El apóstol San Pablo en la segunda lectura nos invita a ser agradecidos. Demos gracias a Dios Padre, de participar en el reino de la luz"

"San Pablo expresa, que Cristo es la imagen de Dios invisible, de ese Dios Creador, que creó el universo, nos creó a nosotros y nos da la vida"

“Todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David, aunque Saúl reinaba”

Las tribus fueron a ver a David para decirle, "Tú serás el pastor de Israel, mi pueblo. Tú serás su guía, como le había dicho el Señor."

Así narra esta primera lectura del libro de Samuel, que infunde la confianza que debemos tener en el Señor, que hace esta mediación de sus pastores. Es decir, no todos tenemos las mismas virtudes.

David se esforzó por ser un auténtico miembro del pueblo judío, y por eso lo eligieron rey y lo prefirieron a Saúl. El reino, debe ser servicio y debe infundir confianza entre los que forman y tienen parte integrante en ese pueblo.

Creemos. Crecemos. Contigo

Cristo Rey: la Subversión Escatológica de la Misericordia
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Por ello, podemos nosotros decirle a Jesús, que está aquí crucificado: "Tú serás el pastor de Israel, mi pueblo. Tú serás nuestra guía.”

El apóstol San Pablo en la segunda lectura nos invita a ser agradecidos. Demos gracias a Dios Padre, de participar en el reino de la luz. Porque el reino, que vino a traer Jesucristo es el reino de la luz.

¿Qué es la luz cuando estamos en tinieblas? algo indispensable para poder caminar, movernos, hacer las cosas como debemos. Pues también en nuestra conducta habitual necesitamos la luz que nos indique lo que es bueno y lo que es malo, lo que es dañino para el otro y lo que es beneficio para mi prójimo. De esta manera, nosotros somos entonces coherentes con la luz, que dejó Cristo a través de su vida y de sus enseñanzas.

San Pablo expresa, que Cristo es la imagen de Dios invisible, de ese Dios Creador, que creó el universo, nos creó a nosotros y nos da la vida. Él, Cristo, se encarna enviado por Dios Padre, para mostrarnos esa luz que oriente nuestra conducta.

Y en el Evangelio, en ese momento final de la vida de Jesús, allí nosotros también podemos aprender, lo que hizo el buen ladrón, como le solemos llamar. Era un ladrón y por eso estaba allí ajusticiado y él mismo lo reconoce.

El “buen Ladrón” afirma: “Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos, pero éste ningún mal ha hecho”. Entonces debemos nosotros también seguir en este paso, que dio el buen ladrón; debemos imitarlo, seguir su manera de conducirse con Jesús.

¿Y cómo lo podemos hacer? Reconociendo nuestra frágil condición humana y nuestras equivocaciones, errores y pecados. ¿Por qué creen que siempre iniciamos en la Eucaristía, pidiendo perdón? Porque somos frágiles, nuestra condición humana es así, y él lo sabe.

Entonces, seremos buenos miembros del rebaño de Jesús cuando reconocemos nuestras equivocaciones, errores, y pecados; y así recibir el don de la fortaleza y ser capaces no solo de corregir a mi propia persona, sino de levantar al caído, de consolar al afligido y de acompañar y fortalecer al que desea ayudar a los pobres y necesitados.

Así seremos auténticos y fieles discípulos de Jesucristo, servidores de su Reino, el Reino de Dios, que él vino a proclamar su inicio con su Encarnación.

¿Y quién fue la primera que mostró estas cualidades para ser miembro del Reino de Dios? ¿Quién será? ¿Quién será? ¿No la tengo aquí a mis espaldas? ¿Será María? No, no se oyó su respuesta: ¿Será María? Sí.

Y por eso vino aquí a nuestras tierras María de Guadalupe, para decirnos: éste es mi hijo muy amado. Vengo a ayudarles para que lo sigan y formen parte de su Reino.

Por eso vamos entonces a ponernos de pie, mirarla, abrir nuestro corazón y decirle a ella, que nos ayude en nuestra frágil condición humana:

Bendita seas, Madre nuestra. María de Guadalupe, con gran confianza ponemos en tus manos al Papa León. Fortalécelo para que continúe orientando nuestra conducta para amar a nuestros prójimos, y dar así testimonio de que el Reino de Cristo no es el poder para dominar a los demás y ser servido; sino para servir a nuestros hermanos y con especial cuidado a los más necesitados.

Así, con tu ayuda maternal podremos ser auténticos discípulos de tu hijo Jesús, capaces para desarrollar nuestras habilidades en favor de los más pobres, viviendo sus enseñanzas en nuestros contextos de familia, de vecindad y en general de la sociedad en que vivimos y convertirnos en discípulos misioneros, que demos testimonio de que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida.

Todos los fieles aquí presentes este domingo nos encomendamos a ti que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza: ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María de Guadalupe! Amén.

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