El oficial del Dicasterio para la Doctrina de la Fe clausurará las II Jornadas Pro+Tejiendo Jordi Bertomeu: "Plantear mal la obediencia es en sí un abuso. Quizás el primero"
“La obediencia sana siempre hace crecer a las personas. Siempre humaniza. Nos hace más libres, más auténticos, más capaces de amar”, afirma Jordi Bertomeu, oficial del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que abordará esta cuestión la clausura de las II Jornadas Pro+Tejiendo
“La verdadera obediencia –afirma Bertomeu– nace de la necesidad de acoger la voz de Dios en sus mediaciones humanas. Dios nos habla y nos trata como hijos dotados de inteligencia y voluntad. Por ello, la obediencia no se impone por miedo, sino que se acoge responsable y libremente"
“La obediencia sana siempre hace crecer a las personas. Siempre humaniza. Nos hace más libres, más auténticos, más capaces de amar”, afirma Jordi Bertomeu, oficial del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Pero, por desgracia no siempre es así y, como destaca el sacerdote catalán en el semanario Alfa y Omega, “plantear mal la obediencia es en sí un abuso. Quizás el primero”. Y sobre ello versará la conferencia con la que este martes, 25 de noviembre, clausurará en Madrid, las II Jornadas Pro+Tejiendo.
“La obediencia nunca es obedecer ciegamente a cualquier autoridad humana que te garantiza que todo es bueno. El superior no puede dar órdenes injustas, abusivas, contrarias al Evangelio: no puede incitarte a pecar y, por supuesto, ningún fin lo justifica. Además, debe buscar siempre tu bien y, por tanto, debe ser consciente de que el que obedece puede cometer errores prácticos”, señala el sacerdote catalán en conversación con Cristina Sánchez Aguilar, la directora de la publicación de la Archidiócesis de Madrid.
“La verdadera obediencia –afirma Bertomeu– nace de la necesidad de acoger la voz de Dios en sus mediaciones humanas. Dios nos habla y nos trata como hijos dotados de inteligencia y voluntad. Por ello, la obediencia no se impone por miedo, sino que se acoge responsable y libremente. No es invasiva de la conciencia, sino que trata al otro como adulto, lo respeta y hasta le sirve: uno al otro, mutuamente, tanto el que manda como el que obedece”.
Bertomeu, que ha formado parte de la Misión Especial enviada por el papa Francisco que llevó a la supresión del Sodalicio de Vida Cristiana, y a quien ahora León XIV le ha nombrado a tres comisarios adjuntos para que le ayuden en la liquidación de esa organización peruana, afirma que “todo abuso de poder o de autoridad en la Iglesia lo es también espiritual y de conciencia”.
“El abusador monopoliza la voluntad de Dios y logra, con engaño, imponerla al súbdito, neutralizándolo: por ello este, en su vulnerabilidad, no es capaz de detectar la brecha entre el discurso de su agresor y la vida real que lleva. El victimario suele ejercer la autoridad sin límites ni control: él ha pecado y hasta delinquido, pero sus superiores y la misma Iglesia también han fallado. Algunos hablan de «fallos sistémicos». El abusador confunde su carisma personal y su atractivo, que lo suele tener, con un carisma divino. En algunos de ellos detectas problemas de disociación moral. Por ello, con gran poder de convicción, parasitan a su víctima hasta la dependencia emocional y espiritual tota”l.
Pero esta realidad no debe ocultar que dentro de la Iglesia también existe, desde la propuesta cristiana, la obediencia sana ”para ser libres” y que esta, “en una sociedad tan abusiva e invasiva como la nuestra, es más necesaria que nunca”, señala el curial catalán. “Es un camino de crecimiento interior que podemos ofrecer a un mundo al que se le engaña con la libertad desvinculada y la exaltación del individualismo. De ahogarnos en el autoritarismo del pasado, del respeto logrado a través del miedo, hemos pasado en una generación a la sospecha hacia toda autoridad o institución, pues censurarían mi libertad”.
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