"Tres palabras para recoger en nuestros corazones" Cardenal Aguiar: "Es fundamental, no lo duden, la labor de ustedes catequistas"

Jesús
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"Yo vendré… y enviaré… mensajeros hasta los países más lejanos… y ellos darán a conocer mi nombre a las naciones…"

"Tres palabras de estas lecturas de la Palabra de Dios son claves para recogerlas en nuestro corazón:envío, corrección y esfuerzo"

"Es fundamental recordar la necesidad del envío, de la corrección y del esfuerzo. Hay que recordar siempre lo anunciado por Jesús: 'Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí'"

"Todo catequista debe indicarle a niños, adolescentes, jóvenes, adultos cuando están equivocados…"

"Porque, ¿qué padre hay que no corrija a sus hijos?"

Yo vendré… y enviaré… mensajeros hasta los países más lejanos… y ellos darán a conocer mi nombre a las naciones”.

Tres palabras de estas lecturas de la Palabra de Dios son claves para recogerlas en nuestro corazón: la primera, lo que dice este profeta Isaías y se cumple en Jesucristo: “el envío”, ser enviados para dar a conocer a Dios, al verdadero Dios, porque quien se vive, como escuchó San Juan Diego a Nuestra Madre María de Guadalupe. La segunda palabra es “la corrección”, en la carta a los Hebreos, y la tercera palabra, “el esfuerzo”, que pide Jesús a sus discípulos.

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En la segunda lectura, la carta a los Hebreos expresa: “el Señor corrige a los que ama”. El ser humano normalmente piensa que cuando le corrigen algo, es un regaño, y queda enojada la persona que está regañando con él. Dios no es así. Dios corrige a los que ama, porque Dios los trata como hijos.

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Eso es lo que hace un buen padre, una buena madre en su familia: Atención hijo, eso no se debe hacer. Lo hace porque lo ama y no quiere que peligre, que tenga un riesgo mayor. Así es Dios, el verdadero Padre, la verdadera Madre. Dios los trata como a hijos, dice el autor de la carta a los Hebreos: y ¿qué padre hay que no corrija a sus hijos?

De momento, y es lógico, ninguna corrección nos causa alegría, pero después produce frutos de paz y de santidad: cada uno queda tranquilo en su interior por haber cumplido la tarea.

Catequistas, ¿no quedan contentos de dar a conocer a Jesucristo y sus enseñanzas? Esa es la respuesta que esperaba. Claro, queda uno contento de dar a conocer a quien nos ama. Esa tarea, entonces, también tiene esta responsabilidad de corregir como Dios, como un padre que nos ama. Todo catequista debe indicarle a niños, adolescentes, jóvenes, adultos cuando están equivocados. Cuando se da uno cuenta de que el otro está cayendo en algún riesgo grave, hay que corregir como un padre corrige a sus hijos, porque así Dios nos corrige, y entonces vienen estos frutos de paz y de santidad.

Y finalmente, Jesús advierte que este modo de proceder en la vida implica esfuerzo, porque las reacciones espontáneas, que tenemos a veces, no son las correctas. Nos viene ese mal espíritu de echar la culpa al otro, de regañarlo, de descargar nuestro enojo por algo en los demás, y por eso Jesús advierte a sus discípulos: “esfuércense en entrar por la puerta que es angosta”.

Es más difícil ser buena gente con los demás que ser mala gente. Esfuércense en entrar por la puerta que es angosta; muchos tratarán de entrar y no podrán, y van a decir al final de su vida: “Señor, ábrenos”, pero Él les responderá: “No sé quiénes son ustedes”. Ustedes no han hecho caso a mis enseñanzas para llevar a cabo”.

Por tanto, es fundamental recordar la necesidad del envío, de la corrección y del esfuerzo. Hay que recordar siempre lo anunciado por Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí”.

Por estas razones es fundamental, no lo duden, la labor de ustedes catequistas: son la base para encontrar a Jesús.

Muchas gracias, y vamos a seguir esta Eucaristía con ese ánimo, que cantábamos en la primera lectura como respuesta: “Vayan por todo el mundo”; bueno, el mundo de nuestro alrededor, de nuestros contextos, y prediquen el Evangelio, la Buena Nueva, de que conocemos a Jesús. ¿Están de acuerdo? Pues vamos entonces a implorar esta gracia de Dios en esta Eucaristía, para todos ustedes catequistas. ¡Que así sea!

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