Dijo Jesús: "He venido a traer fuego a la tierra y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo" Cuando Jesús habla del fuego, ¿a qué fuego se refiere?

"Jesús habla del fuego, que encienda el corazón humano y fortalezca el espíritu para afrontar la adversidad"
"Se necesita esa pasión, esa convicción interior que solo da la espiritualidad. Este es el fuego que ha traído Jesús, y que tanto anhela se extienda en la humanidad, porque así genera la verdad en las relaciones humanas, familiares y sociales"
"Fortalezcamos y acrecentemos este fuego que fue sembrado en nuestro corazón desde nuestro Bautismo, alentado en el sacramento de la Confirmación, y continuado a lo largo de la Eucaristía; particularmente al escuchar las enseñanzas de Jesús, y al recibirlo en este magnífico misterio del pan convertido en su presencia"
"Fortalezcamos y acrecentemos este fuego que fue sembrado en nuestro corazón desde nuestro Bautismo, alentado en el sacramento de la Confirmación, y continuado a lo largo de la Eucaristía; particularmente al escuchar las enseñanzas de Jesús, y al recibirlo en este magnífico misterio del pan convertido en su presencia"
Jesús dijo a sus discípulos: "He venido a traer fuego a la tierra y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo"
¿A qué fuego se refiere Jesús? Jesús habla del fuego, que encienda el corazón humano y fortalezca el espíritu para afrontar la adversidad. Se necesita esa pasión, esa convicción interior que solo da la espiritualidad. Este es el fuego que ha traído Jesús, y que tanto anhela se extienda en la humanidad, porque así genera la verdad en las relaciones humanas, familiares y sociales.
Parecieran muy duras las palabras de Jesús cuando dice que habrá discordia y pleito incluso en el interior de la familia. Pero eso sucede. Sucede mientras los corazones de los miembros de esa familia no están con el fuego del Espíritu; entonces surgen las oposiciones y los conflictos. Por eso, la carta a los Hebreos en la segunda lectura nos recomienda meditar en la vida de Jesús.
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Expresa la carta a los Hebreos: "Fija la mirada en Jesús, autor y consumador de nuestra fe". O sea, Él es el camino, es la certeza. Por eso hay que fijar la mirada en Jesús y meditar en el ejemplo de aquel que quiso sufrir tanta oposición de parte de los pecadores, y no se cansen ni pierdan el ánimo.

Estas palabras son para alentarnos a que, mientras más conozcamos las enseñanzas de Jesús, más podremos llevar el fuego, el fuego del amor que arda en nuestro corazón, y transmitirlo con quienes nos relacionamos.
Esto lo muestra claramente la primera lectura del profeta Jeremías. El profeta Jeremías habló siempre con la verdad hasta el final de su vida. Por ello le tenían mucho rencor, porque cuando alguien, que está haciendo lo indebido es descubierto, se va en contra de quien lo denuncia.
Por eso dice el texto: "Tomaron a Jeremías, lo echaron en el pozo del príncipe Melquías,… y en el pozo no había agua, sino lodo, y Jeremías quedó hundido en el lodo."
Pero siempre sucede, como le pasó a Jeremías: Ebed Melec, etíope, es decir, no era de la raza judía, era un oficial del palacio, con un puesto importante, fue a ver al rey y le dijo: "Señor, está mal hecho lo que estos hombres hicieron con Jeremías, arrojándolo al pozo donde va a morir de hambre." Entonces el rey ordenó a Ebed Melec que tomara 30 hombres consigo y sacara a Jeremías antes de que muriera.
Si sufrimos injusticia, ciertamente en la vida cada uno de nosotros tiene alguna experiencia, pero también tendremos la experiencia de cómo salimos de esa injusticia o de esa forma errónea de comprender nuestra conducta. Por ello le pedimos, y a eso venimos, a pedirle a Dios la gracia de que nos rescate. Por eso el salmo responsorial dice: "Señor, date prisa en socorrerme."
Fortalezcamos y acrecentemos este fuego que fue sembrado en nuestro corazón desde nuestro Bautismo, alentado en el sacramento de la Confirmación, y continuado a lo largo de la Eucaristía; particularmente al escuchar las enseñanzas de Jesús, y al recibirlo en este magnífico misterio del pan convertido en su presencia.
Pidamos a quien supo llevar ese fuego en su corazón desde un inicio hasta el final de su vida, a María, Nuestra Madre, María de Guadalupe, que vino a nuestras tierras cuando sufrían nuestros pueblos indígenas y no entendían lo que estaba pasando. Ella vino y nos transmitió este fuego del espíritu en nuestros corazones. Por eso estamos aquí.

Los invito a ponernos de pie, a dirigir nuestra mirada a ella, abrirle nuestro corazón y decirle: Ayúdanos a obtener y transmitir este fuego, particularmente a los jóvenes de hoy, que tanto lo necesitan.
Bendita seas Madre Nuestra, María de Guadalupe, con gran confianza, ponemos en tus manos al Papa León, fortalécelo y acompáñalo para que continúe indicándonos los procesos y actitudes, que debemos desarrollar para caminar sinodalmente.
En este día te pedimos especialmente por los jóvenes, para que abran su corazón a las enseñanzas de Jesús, y como discípulos suyos, compartan su fe en sus ambientes de vida.
Auxílianos Madre a caminar en la Fe, así aprenderemos a encender el fuego de nuestro corazón para afrontar las adversidades, y ser capaces de ofrecer con nuestra vida un testimonio convincente, de que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida.
También intercede, para que Dios Padre, envíe al Espíritu Santo, y mueva el corazón de aquellos, que están provocando los enfrentamientos bélicos, y así cesen los conflictos, y vuelva La Paz, especialmente en Tierra Santa y el Medio Oriente.
Todos los fieles aquí presentes este Domingo nos encomendamos a ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.