"Nos necesitamos unos a otros, nos ayudamos unos a otros" "Hay que actuar siempre: oración y acción"

"Esta es la importancia de la oración comunitaria a la par de la acción en equipo, como lo hacen Moisés y Josué: uno ora y el otro actúa"
"Creer con el corazón y declarar con la boca, es decir, anunciar a los demás"
"San Pablo señala que las enseñanzas de Jesús deben tocar el corazón, no son simplemente para aprenderlas de memoria, sino para que nuestro corazón las reciba y las pongamos en práctica"
"Ahí está el porqué, en esta Arquidiócesis, hacemos cada año la Megamisión: todas las parroquias envían misioneros para anunciar que: Cristo vive en medio de nosotros y a través de nosotros"
"San Pablo señala que las enseñanzas de Jesús deben tocar el corazón, no son simplemente para aprenderlas de memoria, sino para que nuestro corazón las reciba y las pongamos en práctica"
"Ahí está el porqué, en esta Arquidiócesis, hacemos cada año la Megamisión: todas las parroquias envían misioneros para anunciar que: Cristo vive en medio de nosotros y a través de nosotros"
“Moisés dijo entonces a Josué: Elige algunos hombres y sal a combatir a los amalequitas. Mañana yo me colocaré en lo alto del monte con la vara de Dios en mi mano.”
Esta escena nos muestra que la oración debe acompañarse con la acción. Mientras Moisés oraba, Josué daba la batalla al pueblo enemigo. Dios actúa siempre, y sobre todo cuando ponemos en práctica sus enseñanzas, cuando somos buenos discípulos.
Es importante notar lo que dice al final de esta lectura: Moisés se cansó, pero la batalla continuaba: “Aarón y Hur lo hicieron sentar sobre una piedra y le sostenían los brazos, para seguir orando”.
Nos necesitamos unos a otros, nos ayudamos unos a otros, nos lo recordamos, como quizá muchos de nosotros recordamos que nuestra madre nos llamaba a orar juntos antes de ir a la cama, porque la oración hecha en común es la que más agrada a Dios.
Esta es la importancia de la oración comunitaria a la par de la acción en equipo, como lo hacen Moisés y Josué: uno ora y el otro actúa.
En la carta del apóstol San Pablo a los Romanos, vemos que afirma: “Hay que creer con el corazón para alcanzar la santidad y declarar con la boca para alcanzar la salvación.” Nuevamente debo insistir: creer en nuestro interior. Estamos invocando la ayuda de Dios. Creer con el corazón y declarar con la boca, es decir, anunciar a los demás.
Por ello, San Pablo señala que las enseñanzas de Jesús deben tocar el corazón, no son simplemente para aprenderlas de memoria, sino para que nuestro corazón las reciba y las pongamos en práctica. Ahí el Espíritu Santo siembra la buena semilla para que surjan las iniciativas en favor de nuestros hermanos más necesitados.
Si un católico no extiende la mano para ayudar a su prójimo necesitado, -nos dice el Papa León, en su primera exhortación apostólica “Dilexi te”: Dios te ama- entonces está fallándole a Dios. Hay que actuar siempre: oración y acción.
Por ello necesitamos misionar. San Pablo afirma en esta misma lectura: “¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que trae buenas noticias!” Porque la fe viene de la predicación y la predicación consiste en anunciar la Palabra de Cristo. Por eso necesitamos ser misioneros.
Ahí está el porqué, en esta Arquidiócesis, hacemos cada año la Megamisión: todas las parroquias envían misioneros para anunciar que: Cristo vive en medio de nosotros y a través de nosotros.
Finalmente, en el Evangelio, Jesús enseñó a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer: si estamos sanos, a orar; si estamos enfermos, a orar; si tenemos una tribulación, a orar. Unir oración y acción es fundamental en la vida de un seguidor de Cristo.
Jesús expresa la necesidad de orar con gran confianza y con insistencia, por eso concluye a la luz de la parábola diciendo: “¿Creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a Él día y noche? Yo les digo que les hará justicia sin tardar.”
Pidamos, pues, a Nuestra Madre María de Guadalupe —¿verdad que la reconocemos como misionera?— la que trajo esta gran alegría de mostrarnos “al verdadero Dios por quien se vive”. Estamos aquí, estamos contentos de estar con ella, y vamos a pedirle que nos ayude a hacer discípulos de su Hijo Jesús y misioneros, para anunciar en nuestros contextos de vida la importancia de conocer a Jesús y practicar sus enseñanzas.
Pongámonos de pie y abramos nuestro corazón cada uno de nosotros a nuestra madre:
Bendita seas, Madre nuestra, María de Guadalupe. Con gran confianza ponemos en tus manos al Papa León, fortalécelo para que continúe orientando nuestra conducta para amar a nuestros prójimos, especialmente a los más vulnerables y necesitados: a los damnificados en nuestra patria por las lluvias, a los pobres, a los cautivos, a los migrantes, a los refugiados, a los que han perdido el sentido de la vida, como así lo ha expuesto el Papa León en su primera exhortación apostólica “Dilexi te”, Dios te ama.
Con tu ayuda maternal, sin duda podremos ser discípulos de tu Hijo Jesús, capaces, como lo indica San Pablo, de “creer con el corazón para alcanzar la santidad y declarar con la boca para alcanzar la salvación”, y así convertirnos en discípulos misioneros que demos a conocer las enseñanzas de Jesús.
Todos los fieles aquí presentes este domingo nos encomendamos a ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.
¡Oh clemente, oh copiosa, oh dulce Virgen María de Guadalupe! Amén.
Etiquetas