Aguiar Retes: "¿Cómo vivir la fe, la esperanza y la caridad?" “La noche de la liberación pascual fue anunciada con anterioridad para que se confortaran al reconocer la firmeza de las promesas en que habían creído”

Carlos Aguiar
Carlos Aguiar Arzobispado de México

Bendita seas, madre nuestra, María de Guadalupe. Con gran confianza, ponemos en tus manos al Papa León; fortalécelo y acompáñalo para que continúe indicándonos los procesos y actitudes, que debemos desarrollar para ser buenos discípulos de Cristo y miembros de la Iglesia que camina, normalmente auxiliados a caminar en la fe, dando crédito a sus enseñanzas y al ponerlas en práctica

Ayúdanos a vivir en la plena confianza de su palabra, con una esperanza firme y constante en nuestra vida, que nos lleve a la caridad fraterna y solidaria

Las últimas palabras “reconocer la firmeza de las promesas en que habían creído”, suscitan una pregunta a cada uno de nosotros: ¿En nuestra vida, hemos tenido esa experiencia? Piense cada uno en qué y cuándo…. Considero que tenemos plena confianza cuando tenemos mucha relación y conocimiento de la persona, que nos ha prometido algo; es entonces cuando podremos afirmar, que esperamos confiadamente.

Jesús nos ha prometido que, si seguimos sus enseñanzas, nos espera la vida eterna en la casa de Dios, nuestro Padre, en unión con Él. Esa es la esperanza de todo discípulo de Cristo, de toda comunidad eclesial. Por ello, lo primero que les sugiero: ¿cuál es mi experiencia en la que he vivido esta virtud de la esperanza?

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La esperanza también tiene una gran relación con esta otra virtud, de la cual la segunda lectura afirma: “La fe es la forma de poseer ya desde ahora lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven”. ¿Captan la relación entre esperanza y fe?

La fe, precisamente, consolida de manera cierta, mi esperanza. Por ello, la fe genera la plena confianza de alcanzar lo que ahora no vemos ni poseemos. ¿Quién ha ido ya de ustedes a la casa del Padre? Yo no. Ustedes y yo esperamos estar allá cuando el Señor nos llame, pero no hemos visto nunca la casa del Padre. Jesús habló de ella, de su Padre y de su casa. Confiamos en Él, tenemos fe y, por eso, nuestra esperanza es firme. “La fe —dice la segunda lectura— es la forma de poseer ya desde ahora lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven con nuestros ojos”.

Finalmente, el tercer punto nos habla de algo que complementa fe, esperanza y caridad. Nos dice San Lucas, en el evangelio de hoy: “Consíganse unas bolsas que no se destruyan, y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba”. ¿Dónde podremos obtener bolsas que no se destruyan? Esas bolsas son la Fe y la Esperanza. Estas dos virtudes son indestructibles, y cuando me atengo a ellas, entonces tengo un tesoro que no se acaba, y puedo confirmar con certeza lo que dice San Lucas: “Donde está su tesoro, ahí estará su corazón”.

Ahora, recordemos y pensemos lo afirmado en la parte final de este texto del Evangelio: “Al que mucho se le da, se le exigirá mucho; y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más”. Y pareciera que la tendencia humana es: que no me exijan tanto, no soy capaz… porque yo no tenga la responsabilidad necesaria para tantas cosas. Normalmente es la reacción humana, porque somos limitados; pero si tenemos fe y esperanza llevaremos a cabo lo que nos ofrece Jesús con sus enseñanzas.

Por eso, los invito a que abran su corazón y le digamos a nuestra madre María de Guadalupe; ya que ella creyó en lo que el arcángel le dijo: Vas a concebir un hijo, pero no será obra de un varón. ¡Ah, caray! Concebir un hijo, pero no será obra de un varón, sino del Espíritu Santo. Ella creyó, y tuvo esperanza; y según las narrativas históricas, no le dijo nada a José; pero José también fue advertido en sueños.

Dios actúa, Dios interviene siempre que nos pide algo que nosotros no sabemos cómo hacerlo, y además, la fe y esperanza nos lanzan a la ayuda a los demás, porque tendremos esa fortaleza espiritual de orientar también al otro, que está en una situación difícil: Y esa es la Virtud de la Caridad.

Vamos a pedirle a nuestra Madre, que ella que lo vivió así, que entregó a su Hijo —lo que más quería, su hijo Jesús— y lo vio morir en la cruz, porque tenía esperanza; ya que Él había dicho: No se preocupen, yo resucitaré y les daré la capacidad de resucitar a todo aquel que me siga. Pongámonos de pie, mirando a nuestra madre, María de Guadalupe, para abrirle nuestro corazón a ella, y que nos ayude a vivir la Fe, la Esperanza y la Caridad.

Bendita seas, madre nuestra, María de Guadalupe. Con gran confianza, ponemos en tus manos al Papa León; fortalécelo y acompáñalo para que continúe indicándonos los procesos y actitudes, que debemos desarrollar para ser buenos discípulos de Cristo y miembros de la Iglesia que camina, normalmente auxiliados a caminar en la fe, dando crédito a sus enseñanzas y al ponerlas en práctica.

Ayúdanos a vivir en la plena confianza de su palabra, con una esperanza firme y constante en nuestra vida, que nos lleve a la caridad fraterna y solidaria. Así aprenderemos a dejarnos conducir por el Espíritu Santo y seremos capaces de dar el testimonio convincente, de que Jesucristo, tu Hijo, es el Camino, la Verdad y la Vida.

También te pedimos que intercedas para que Dios Padre envíe al Espíritu Santo y mueva el corazón de aquellos que están promoviendo los enfrentamientos bélicos, y así cesen los conflictos y vuelva la paz, sea en Tierra Santa o en el Medio Oriente.

Todos los fieles aquí presentes, este domingo, nos encomendamos a ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María de Guadalupe!. Amén.

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