Leonardo da Vinci, la mona Lisa y los aburridos.

Parece que tras siglos de aburrirse, por fin ciertos personajes pertenecientes al mundo de las letras y el arte han llegado a la conclusión que ya saben quien es la llamada mona Lisa. A mi la cuestión es que siempre me dio igual quien fuera ella.

Hubo quien dijo que Leonardo era homosexual, que soñaba con ser mujer, y que se pinto a si mismo como mujer. Hubo quien dijo que la mona era alguien del montón o era alguien destacada. Había quien veía mensajes raros en su sonrisa, un rastro de masonería, un Apocalipsis en un mundo que se esfumaba al fondo, etc.

En las ciencias los que se aburren siempre escriben libros de divulgación en los que se abren puertas a otra dimensión, viaje a través de agujeros de gusano, o hablan sobre violar el segundo principio de la termodinámica, lanzarse sobre un agujero negro o irse de viaje a espacial a velocidad superiores a la de la luz. Ósea tonterías. Siempre he recomendado a todos mis alumnos no leer nada de Stephen Hawking y si les recomiendo el libro de Richard Feynman ¿Esta Ud de broma Mr Feynman? No me gustan los aburridos. En matemáticas a algunos les gusta escribir sobre el número PI, la divina proporción, el número e, o bien charradas que son pura numerología o relaciones sin casi importancia matemática.

En el mundo de las letras hay gente muy aburrida, y no son pocos, sino bastantes. Me acuerdo cuando estudié literatura en 3º de BUP, y las absurdas conclusiones de Menéndez Pidal acerca del Mío Cid, sobre todo con un manchurrón que le hacía creer que el libro se había escrito un siglo antes. Lo que ya no soporté fueron los descalificativos de algunos de estos lumbreras a las últimas 14 coplas finales de las “Coplas por la Muerte de su Padre” de Jorge Manrique. Las finales son preciosas de cómo un hijo honra con solemnidad a su padre, más a ellos no les gustaba y siempre recuerdan las primeras empezando por la fabulosa:

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiere tiempo pasado
fue mejor.


Que no dudo es buenísima, la recuerdo muchísimo y la recito muchas veces. En cambio a mi me gustan muchísimo dos coplas que los que hemos leído la obra de “Historia de Roma” de Indro Montanelli o bien si estudiarón la historia de Roma entenderan muy bien estas dos coplas:

En ventura, Octaviano;
Julio César en vencer
en batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
y trabajar;
en la bondad, un Trajano;
Tito en liberalidad
con alegría;
en su brazo, Aureliano;
Marco Atilio en la verdad
que prometía.
Antonio Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
del semblante;
Adriano en la elocuencia;
Teodosio en humanidad
y buen talante.
Aurelio Alexandre fue
en disciplina y rigor
de la guerra;
un Constantino en la fe,
Camilo en el gran amor
de su tierra.


Una comparación preciosa de su padre con los grandes personajes de la historia de roma. Pues por alguna razón esto no les gusta mucho y tienden a hacer de menos las coplas finales. En esta incluso ven una contradicción con el propósito inicial de Manrique de no acogerse a las musas y a los antiguos mecenas. Para mi todas son muy hermosas, son fantásticas, y están cargadas de lo que era parte de la mentalidad de su tiempo. No son cualquier cosa.

Pero también recuerdo que detrás de cada autor anónimo o desconocido en literatura, los grandes académicos siempre ven un judío converso, un cristiano nuevo, o simplemente un hereje. Desde luego detrás de “El Lazarillo de Tormes” no pueden ver a un autor que quiso ridiculizar los hábitos del clero y otras gentes de su tiempo, sino a un converso.

Pues con el arte pasa igual, hay gente aburridísima, que hace tesis doctorales y artículos elucubrando, que no investigando, si la mona Lisa era Leonardo da Vinci, una prostituta, una noble de alta alcurnia, o un rollo o amor imposible del artista. Pero del arte del esfumato, que creo así se llama, como ya se ha escrito eso y mucho se callan y termina importándole más unos chismes sin cuento, sin fundamento, y sin nada de nada. Le tildarán de masón, de ser ateo o agnóstico empedernido, de estar en sociedades secretas, que su obra tiene mensajes secretos con una apostola inclusive. En fin, muerto el artista decir lo que se quiera de su obra todo vale.

Es como esos teólogos aburridos que un día decidieron dar nombre, color y sexo a los ángeles, hacer más virgen o menos a la Virgen, quitarle o ponerle alma a las mujeres o a los negros, retirarle la divinidad a Cristo o su humanidad, etc. Saben que nada pueden probar pero les da igual, deciden recurrir a lo más inverosímil e irracional fuera de una tradición y fuera de la documentación escrita.
Volver arriba