Tarcisio Bertone, el futbol y los gays.

Tengo muy buena opinión del Secretario de Estado del Vaticano. No por ello no voy discrepar de lo que dice o afirma. Una cosa importante que no comparto es esa afición al fútbol que le lleva a fomentar su juego hasta en los seminarios. Una cosa es ser aficionado y otra uno de esos borregos de hinchas que gritan en los estadios, cuando era pequeño fui en un par de ocasiones con mi padre a ver a su Atleta, y debo decir que me parecía ridículo los excesos de cierta gente, y que otros encima los aplaudiesen. Hoy por ejemplo se suspende un partido por impactar un euro en la cabeza de un jugador, pero en aquellos días se arrojaba papel higiénico y bengalas. Bertone en cierto sentido me recuerda a esos hinchas, existen imágenes suyas que dan que pensar en ese sentido, pero habría que estar con él para conocer si el Secretario de Estado es un aficionado o un borrego hincha, pues una foto en la que aparece con puños eufóricos no prueba gran cosa, y tampoco creo que se extralimite demasiado.

Recientemente hizo unas declaraciones desafortunadas respecto a los gays, declaraciones que no van a conducir a nada bueno. Muchos son los chavales de 18 años que no saben que son gays, incluso se declaran bisexuales por un tiempo hasta que años después descubren que son gays. No reconocen sus tendencias ni a sus amigos ni a un sacerdote. Algunos llegan a casarse, y tiempo después descubren la verdad. Alguno con eso de no mantener relaciones antes del matrimonio, no descubre que el sexo heterosexual no va con él hasta que se da cuenta, y otros son padres con hijos y un día se descubren a si mismos como gays. Las revistas del corazón de mi abuela tienen historias sorprendentes, incluso una vez en visita al colectivo cristiano CRISMHOM descubrí que un señor de 60 y pico años hacía una década que se descubrió a si mismo como homosexual.

La cuestión de siempre es como van a detectar homosexuales en los seminarios. La cosa es complicada, salvo que les de por exponer a todos los seminaristas a una situación bastante vejatoria de ver pornografía. Esto se complica más cuando la tendencia actual de recluir a los seminaristas puede provocar inducciones homosexuales, tal y como ocurre en las prisiones, incluso en gente totalmente heterosexual. Y también puede ocurrir situaciones horrorosas de acusaciones, he sabido de casos de gente que fue acusada de homosexual y aunque no fueron expulsados, fueron insistentemente invitados a marcharse, pues es imposible demostrar las acusaciones.

También es de preocupar que hay hombres con amaneramiento, voz aflautada,o de escasísima virilidad que pueden ser tomados por sospechosos y serles impedido el acceso al seminario. Pero aun si un seminarista sabe de su homosexualidad, si nunca da rienda suelta a su tendencia, y nunca lo dice ¿quien parará su ordenación?

Se ha dado rienda suelta durante años a un prejuicio eclesial sobre la homosexualidad, y ese prejuicio aun sigue. Pues se pongan como se pongan, el que es gay y quiere ser sacerdote no lo va a decir, y el que no lo es y lo acusen, puede pagar las consecuencias de una absurda caza de brujas. Pero lo preocupante del caso es que Dios llama al sacerdocio a hombres y mujeres, y la Iglesia elige y descarta por capricho y prejuicio. Lo peor es querer justificarlo todo en la sexualidad de Cristo o el género de los apóstoles, dado que faltan más argumentos solo queda recurrir a esto e intentar interpretar que Dios dijo la mujer no y el hombre si, y con el hombre parece que ahora dijese que gays no y heterosexuales si.
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