Termodinámica: ¿Dios existe o no existe? (II)

Los trabajos de Carnot y de Clausius, sentaron las bases de un segundo principio. El segundo principio de la termodinámica nace estipulando que ciertos procesos naturales tienden a ir en una sola dirección, ejemplos:
- Nosotros por ejemplo veremos expandirse libremente un gas, pero nunca veremos que este súbitamente se contraiga.
- Nosotros veremos que al romperse un cristal este no se recompondrá súbitamente.
- Si echamos una gota de tinta al agua, esta se disolverá, pero nunca veremos la reconstrucción de la gota.
Se habla en definitiva de procesos naturales irreversibles.

El segundo principio de la termodinámica llega todavía aun más lejos y establece límites al principio de conservación de la energía. Con ellos ya no diremos que la energía se conserva, sino que aunque siempre sea la misma en el universo, esta tiende a volverse más y más inútil, se degrada a formas de energía menos útiles. Este principio enterró al móvil perpetuo de segunda especie, el cual pretendía reutilizar la energía usada.

Lo más catastrófico del segundo principio, es la llamada muerte térmica del universo. El universo empieza siendo caliente, pero su expansión lo enfría. Por otra parte la radiación emitida por las estrellas se pierde en el inmenso y oscuro vacío, y aunque esa radiación esté ahí es irreutilizable.

Por otra parte, el segundo principio introduce una nueva variable termodinámica que ha dado mucho que hablar. El nombre de dicha variable es la Entropía. La entropía, diciéndolo con palabras no exactas pero si aproximadas, mide el desorden de un sistema o si lo prefieren la irreversibilidad del mismo. Una habitación desordenada se dice vulgarmente que tiene una alta entropía, y si intento ordenarla lucho contra la entropía de la habitación pero a cambio genero más entropía al destruir moléculas en mi cuerpo al generar energía para moverme y colocar todo en orden. Con este pequeño ejemplo, les ilustro el llamado principio de aumento de entropía, por el cual la entropía siempre aumenta.

Algunos filósofos y teólogos, viendo el chollo que de esto surgía, se apresuraron a demostrar con este principio que Dios existía y no existía. Por ejemplo, el Papa Pío XII terció en la polémica con las siguientes palabras:
“La ley de la entropía descubierta por Clausius nos dio la seguridad … de que en un sistema materia cerrado… los procesos a escala macroscópica algún día cesarán. Esta lamentable necesidad confirma la existencia del Ser Necesario”.

El filósofo materialista Engels utilizó el segundo principio para demostrar que Dios no existía. Para ello usa argumentos del primer principio y del segundo que resulta complicado de explicar, pero que son tan absurdos como los argumentos de Pío XII.

En el libro “Curso de Termodinámica” de José Aguilar Peris, se recoge una idea curiosa a favor de la existencia de Dios. Según el principio de aumento de entropía, en un momento dado el universo tuvo que tener una entropía nula o mínima, lo que casi equivale a hablar de una creación del universo, y una creación implica una divinidad.

Mi curiosidad sobre esto, me llevó a preguntarle una vez más al fallecido J.I. Mengual Cabezón, que fue uno de los colaboradores del profesor José Aguilar Peris (el cual también ha fallecido hace 2 semanas) y que además es uno de los más eminente termólogos de este país (el fue además uno de los sucesores del profesor Aguilar en la cátedra de termología de la universidad complutense de Madrid). Su consejo me ha servido bastante, que venía a decir que no mezclara los objetivos de la ciencia con los de la teología, así como los campos de estudio de ambas.

Con el tiempo comprendí la enorme necesidad de separar ciencia y religión, la ciencia no hace nada productivo para la religión y la religión nada para la ciencia. Pero ambas no son incompatibles, simplemente son paralelas. Una prefiere lo material y la otra el terreno espiritual.
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