La educación de los hijos.

Dado que un comentarista habitual, tendente a ser deslenguado y a ofender a mí persona, me ha dado una idea para el post de hoy. Se trata de la educación de los hijos y si esta debe recaer en plena responsabilidad de los padres.

Mi respuesta es que la educación de los hijos no debe recaer al 100% siempre en los padres, y digo que no siempre al 100%, porque tal vez haya unos padres maravillosos que si sepan educar perfectamente a sus hijos y no den como resultado un deslenguado que tanto se divierte en ofenderme.

En todo el tiempo que llevo metido dando clases, he tratado con muchísimos tipos de padres, y he visto muchos comportamientos que sin duda ocasionarán o ya han ocasionado un daño irreparable a los hijos.

En mi experiencia de profesor de ajedrez, me ha tocado lidiar con los padres en innumerables ocasiones. Cada vez que apuntaban por primera vez a un niño a mis clases, lo que esperaban algunos era que se forjara un Kasparov, pero lo cierto es que de entre 40 niños que he tenido en mis clases, tan solo he podido sacar 4 alumnos aventajados. Resulta imposible pedirle a un crío que juegue la apertura española si carece de nivel para entender en que consiste la misma, y resulta ridículo exigirle que no saque la dama en la apertura si es la pieza con la que más les gusta jugar. Los niños son extremadamente prácticos en su forma de pensar, y por más que me exijan los padres que les enseñe aperturas o tácticas algo profundas yo me seguiré negando debido a los pobres resultados que he observado, en su lugar les hago jugar muchas partidas, para que adquieran ese nivel de juego que hace posible poder transmitirles más conocimientos.

El problema que surge cuando un niño destaca en ajedrez, es que en bastantes padres surge uno de los mayores defectos que arruinan al futuro jugador, el orgullo. El orgullo es uno de los mayores males que pueden padecer los padres, muchos utilizan a sus hijos para adquirir esa sensación cómoda de superioridad sobre los demás, y en los torneos de ajedrez infantiles se los puede ver presumiendo de hijo. ¿Pero que ocurre si el chaval pierde una partida o juega el torneo como a ellos no les gusta? Pues que los padres terminan por arremeter contra sus hijos heridos en su orgullo. Mi experiencia arbitrando torneos de distrito me dice que para evitar ciertos males a los niños, debo expulsar de la sala de juego a los padres, pues no son pocos los que olvidan que el ajedrez es solo un simple juego, y con su nefasta actitud presionan negativamente a los niños.

Pero esto que acabo de comentarles, es el caso de un simple juego de mesa como el ajedrez, un gran juego por cierto y que recomiendo a muchos. En cuestiones escolares y que tienen que ver con el futuro de los hijos, no se puede ni se debe encomendar a los padres la elección de las asignaturas optativas de los hijos, aunque sea incluso la propia clase de religión. Quien cursa dichas asignaturas son los niños y no los propios padres.

En mi experiencia he conocido chavales cuyos padres les obligaron a hacer un bachillerato de ciencias cuando ellos sentían que no era lo suyo. En algunos casos se ha saldado no solo con repetición de curso, sino con algo peor, el abandono del bachillerato. Pero hay padres con una manía por dirigir la vida de los hijos hasta cuando son mayores de edad, y en estos casos te llegan a decir que esta carrera no te la piensan pagar porque no le ven futuro. Un compañero mío de carrera, sus padres se negaron a que cursara físicas y le quisieron obligar a hacer una ingeniería, él se negó y el primer año le tocó currar para pagar la matricula de la universidad, al final sus notas le han permitido alcanzar becas y grandes valoraciones en la facultad. Pero también he tenido casos de amigos que se vieron obligados a empezar una carrera que odiaban y al final tras los catastróficos resultados terminaron abandonándola, otros en cambio acabaron su carrera muy disgustados. Conozco el caso de algún excura o exseminarista obligado por sus padres a ser sacerdote.

En algunas familias se dan casos en que una madre termina por ser muy absorbente con los hijos, tanto que estos terminan por depender en todo de la madre. Generalmente esto ocurre con las hijas, no es raro encontrarse a una madre de gran carácter acompañada de un hija débil y absorbida. Tengo un caso en mi familia del que no voy a hablar, pero he observado tantos y en especial recuerdo uno en que la madre enviaba a la policía al club a buscar a su hijo del que aseguraba lo tenían secuestrado.

No se puede pedir a los padres que sean perfectos, eso es difícil y es hasta una tontería. He visto padres que desconfían sin razón de sus hijos, que los pegan o golpean como medio de desahogarse ellos de las faltas de sus hijos, también los he visto muy rígidos que incluso cuando ellos llegan a casa los hijos deben colocarse en fila india. Lo más grave que he visto, es aquellos padres que enseñan a manejar armas de fuego a los hijos, o bien les inculcan el odio hacia España, el País Vasco, Cataluña, hacia negros, latinos, musulmanes, judíos, católicos, comunistas, socialistas, fascistas, o fomentan en los hijos toda clase de prejuicios. En los casos de varios terroristas de ETA (no todos los casos son asi), ¿quien les inculcó esas ideas? sus padres.

Yo no negaré jamás la importante labor educativa de los padres, tan solo expongo que no se puede confiar que todo lo que deban de aprender los hijos sea de ellos. Es importante para formarse un juicio y evitar los prejuicios, que los colegios, los amigos, las parroquias y el contacto con otras personas y realidades les permita aprender a desarrollarse en un entorno. Deben sobre todo aprender a ser personas y a no depender sus juicios de lo que digan sus padres, sino de lo que diga su cabeza.

Por esto mismo me parece positivo Educación para la Ciudadanía, y por esto mismo considero que debe recaer también en los profesores la educación de los hijos. Con la mejor intención lo digo, y sin ganas de ofender a ningún padre, pero nunca se debe creer que lo que uno piense es lo correcto y es lo que debe ser transmitido. Algunas veces ante tantos padres que me ponen a escurrir a sus hijos, siento ganas de decirles:

“Pero que idiotas sois como para no daros cuenta de los maravillosos hijos que teneis”.
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