No está aquí ha resucitado Y la noche dió a luz... El Señor ha resucitado
Dios se hace luz en la oscuridad, guía al pueblo en el desierto, es fuente en la sequedad y acompaña maternalmente a la humanidad. Este tiempo sagrado es la plenitud de acción del Espíritu de la vida sobre la muerte, el amor y la verdad se imponen sobre el odio, la violencia y la mentira. Su anuncio lo hace quién sabe de dar a luz, de maternidad entregada, de esperanza confiada, de amor verdadero y fiel... una mujer sencilla del pueblo.
Una mujer anuncia que “la noche ha dado a luz”

La humanidad, bañada en las aguas de lo divino, se siente curada del egoísmo y se abraza a un nosotros universal que no tiene más frontera ni límite que el amor que es eterno y total.
Todos invitados a romper silencios injustos, abrir puertas cerradas por el miedo, encender todas las lámparas y ponerlas en todo lo alto de la casa común para que alumbren a todos los que se ven ciegos y tristes por la pobreza y la exclusión.
Hoy sólo toca gritar el aleluya de la esperanza y de la alegría. La tarea se hace bella, la Palabra nos preside, ha resucitado el crucificado y caminamos en fraternidad, ya nadie estará solo, la comunidad irá avanzando hacia un nosotros cada vez más grande, hasta que todos seamos en Cristo resucitado con toda la creación vestida de fiesta y de majestad. Comamos el pan glorioso y proclamemos su resurrección, tras haber anunciado su muerte en la cruz.
El anuncio lo hace una mujer sencilla del pueblo, una mujer que había entrado en la relación de afecto y cuidado con el maestro de Nazaret. El evangelio la había seducido sin comprenderlo aún, pero está confundida y dolida con su muerte, con su ausencia.
Ahora de repente, se produce un encuentro de radicalidad plenificante, inesperado, el crucificado ha resucitado y se deja ver por el corazón de esta mujer, para hacerla testigo universal del verdadero sentido de toda la creación y de toda criatura: la resurrección.
Ahora le toca a ella ser apóstol de los apóstoles, desvelarle y conducirle a la verdad del misterio de Jesús de Nazaret, “es verdad que ha resucitado el Señor”. Cuando sólo se daba el silencio de la muerte, hay un encuentro de vida y de gozo.
Una mujer sencilla dijo sí al ángel para su nacimiento y ahora otra mujer le escucha al ángel la indicación de la resurrección. Mujeres de la historia agarradas al evangelio, testigos del Dios de la vida, de la salvación, de la justicia.
Benditas mujeres que saben de vida y de resurrección desde su propio encuentro con el resucitado, que las elige para ser su voz y llevar su mensaje de verdad y vida.
Su santidad está grande con nosotros y estamos alegres:
alegria de santidad: santo, santo...
Y vosotros... seréis mis testigos:
