Predicar con el ejemplo

Si van a tardar a cobrarlo no están en condiciones de venderlo. Si no lo venden baja su actividad. Y si su actividad se reduce baja su competitividad y peligra el puesto de trabajo de sus empleados.
Desde la Administración Pública se pide a las empresas la implantación de políticas responsables. De acuerdo. Pero no solo las empresas, sino también la Administración.
Para que esas recomendaciones no se vayan por los cerros de Úbeda (o por los de Trévago, mi pueblo) hay una solución muy concreta. ¡Paguen, desde la Administración, a tiempo, los productos que compran y los servicios que se les prestan!
Los responsables de las distintas Administraciones deben saber que la responsabilidad social tiene mucho que ver con generar confianza. Y que difícilmente se van a ganar la confianza de los demás si no son capaces de predicar con el ejemplo.
Hace unos meses un empresario se plantó con su camión delante de un Ayuntamiento para reclamar 450.000 euros que éste le debía desde hace 4 años. ¿Imagináis, amigos políticos, la cara de escepticismo que se le va a poner a ese señor, o a cualquier otro empresario al que pedís prácticas de responsabilidad empresarial y que ha renunciado a servir a la Administración porque no le paga? ¿O al empleado que ha perdido su trabajo en esa pequeña empresa a la que el impago de la Administración le ha impulsado al cierre? ¿O a ese pequeño empresario que sabe que tiene que esperar 269 días para que le pague el Sistema Nacional de Salud los productos que le ha vendido?
Aplaudo el apoyo desde las Administraciones para impulsar la responsabilidad social de las empresas. Como ciudadano y cristiano que desea el bien común ¿cómo no voy a apoyar una iniciativa destinada a impulsar la responsabilidad social? ¡Claro que sí!, pero quiero resultados. Y, para empezar, nada más fácil ni más ejemplarizante que el hecho concreto de que, desde la Administración, se predique con el ejemplo. Si no es así que no se asombren de que sus recomendaciones sean vistas por los empresarios con desconfianza. Y eso no es bueno para nadie.