El liderazgo no es gestión ni estrategia: es hospitalidad del alma ¿Qué tipo de liderazgo necesitan las comunidades contemplativas?

¿Qué tipo de liderazgo necesitan las comunidades contemplativas?
¿Qué tipo de liderazgo necesitan las comunidades contemplativas?

"Los discursos de autoayuda y productividad, al servicio de las culturas capitalistas y patriarcales antievangélicas hegemónicas, se infiltran incluso en espacios espirituales que nacieron para promover una humanización integral"

"En este escenario, la filosofía de Byung-Chul Han puede convertirse en una brújula crítica"

"Y esta capacidad crítica, frente a discursos que introducen los valores individualistas y productivistas hegemónicos, será clave para cualquier grupo contemplativo que quiera cultivar una espiritualidad humanizadora en el siglo XXI"

Vivimos un tiempo en que la espiritualidad se juega en un campo complejo. Los discursos de autoayuda y productividad, al servicio de las culturas capitalistas y patriarcales antievangélicas hegemónicas, se infiltran incluso en espacios espirituales que nacieron para promover una humanización integral. En este contexto, surge una pregunta decisiva: ¿qué tipo de liderazgo necesitan hoy los grupos contemplativos y espirituales?

Lejos de los modelos gerenciales que dominan el mundo empresarial, la tradición espiritual reclama una manera de conducir comunidades desde la dignidad humana, el cuidado, la lentitud y el reconocimiento del otro, en especial, el más excluido. Sin embargo, no pocas veces impulsados por programas promovidos por instituciones dentro de las iglesias, pagados por empresas cuyos intereses son ambiguos, se han importado en las comunidades eclesiales estilos de liderazgo procedentes del management contemporáneo, que contienen lógicas neoliberales de autooptimización y exigencia emocional.

Creemos. Crecemos. Contigo

Esto no siempre es visible, porque estos modelos llegan envueltos en vocabularios seductores: “gestión del cambio”, “resiliencia”, “adaptabilidad”, “motivación”, “desarrollo personal”, “misión”, “valores”, “discernimiento”… Pero muchas veces detrás de estas palabras hay un sometimiento acrítico a técnicas neoliberales de subjetivizaciónque no promueven el bienestar emocional sino la reducción de la unicidad de la persona a mera reproductora de patrones comunitarios y sociales, promoviendo su adaptabilidad infinita, la flexibilidad permanente, la resiliencia sin descanso y la capacitación constante, valores mediante los que hoy se propaga la dominación interior del sistema imperante y sus lógicas deshumanizadas.

Trinidad de los cuidados

En este escenario, la filosofía de Byung-Chul Han puede convertirse en una brújula crítica. Sus diagnósticos sobre la sociedad del cansancio, la autoexplotación voluntaria y la positividad tóxica nos permiten releer críticamente ciertos modelos de liderazgo que, aunque útiles quizá para las lógicas empresariales deshumanizadas, resultan muy problemáticos para espacios espirituales y humanistas liberadores como deberían ser los grupos contemplativos.

Los modelos de liderazgo actuales que se ofrecen para formar a grupos humanos han de ser analizados críticamente, sopesando su horizonte ético y antropológico desde el punto de vista de una espiritualidad de la liberación, comprometida con los pobres. Y esta capacidad crítica, frente a discursos que introducen los valores individualistas y productivistas hegemónicos, será clave para cualquier grupo contemplativo que quiera cultivar una espiritualidad humanizadora en el siglo XXI.

En los modelos de liderazgo neoliberales actuales el líder ya no impone soluciones, sino que moviliza constantemente a la comunidad para enfrentar desafíos complejos. Su discurso está lleno de palabras que no suenan mal: llevar al aprendizaje profundo, la confrontación honesta y la regulación de tensiones que surgen en los procesos de cambio en las comunidades. Algunos de sus aportes pueden ser valiosos: reconocer que los problemas humanos son complejos y no solo técnicos; fomentar la responsabilidad compartida; invitar a cuestionar ciertos supuestos y legitimar el conflicto como parte del crecimiento comunitario.

Sin embargo, visto desde la filosofía contemplativa de Byung-Chul Han y la perspectiva humanista y teológica crítica, estas técnicas pueden convertirse en una tecnología de adaptación infinita, donde la persona es entrenada para responder siempre a nuevas exigencias, manteniéndose en un estado permanente de tensión “productiva”.

Byung-Chul Han advertiría que este énfasis en la adaptabilidad puede funcionar como una psicopolítica suave, donde el sujeto espiritual —como el trabajador contemporáneo— aprende a gestionar sus emociones, regular su stress, aceptar pérdidas, reinventarse… sin cuestionar las estructuras y la cultura social y eclesial autoritaria y deshumanizada que genera el malestar, introyectando su dominación.

Byung Chul Han

En otras palabras: El riesgo de estos modelos de liderazgo es espiritualizar la autoexplotación y la introyección de modelos de dominación deshumanizados que son hegemónicos en la sociedad capitalista y que se han adueñado, no seamos ingenuos, de muchas instituciones espirituales.

Hoy la lógica del neoliberalismo se promueve por desgracia desde muchas de la universidades privadas promovidas por grupos religiosos, dirigidas a la educación de las élites dominantes para  la propagación de los valores neoliberales e incluso ultraderechistas, con un barniz humanista y evangélico, que camufla su verdadera función:  legitimar su hegemonía de clase.

En medio de la sociedad neoliberal, muchos grupos contemplativos institucionales, y las personas que los componen, ya viven muy presionados: la tradicional alianza de muchas de estas instituciones contemplativas tradicionales con sectores ultraconservadores de la sociedad hace que en estos grupos, supuestamente contemplativos, se haya instalado una cultura muy poco contemplativa que puede verse en el autoritarismo de sus estructuras y culturas, haciendo que en la comunidad más que contemplación se vivan los valores hegemónicos no contemplativos, como se puede apreciar en el exceso de tareas a la que viven sometidos muchos religiosos y religiosas (ya Thomas Merton denunciaba cómo la mentalidad “productivista estadounidense” se instalaba en su comunidad) o la falta de cuidado emocional a las personas, que facilita que se comentan múltiples abusos de conciencia, espirituales e incluso sexuales.

Si a este contexto le añadimos un modelo de liderazgo que enfatiza la tensión, la resiliencia y el “salir de la zona de confort”, sin cuestionar los problemas estructurales e ideológicos que son la causa de muchos de los malestares del grupo, podemos terminar repitiendo dentro de la espiritualidad la misma lógica que Han critica en la sociedad del rendimiento neoliberal.

El liderazgo puede ser útil, sí. Pero aplicado sin vigilancia ética puede reforzar la idea de que la comunidad “debe adaptarse siempre”, incluso cuando lo que se necesita no es adaptación, sino mentalidad crítica, salirse de las alianzas con los grupos hegemónicos, promover el cuidado, la lentitud, la contemplación y los límites.

El liderazgo para contemplativos debe partir de una antropología completamente distinta a la hegemónica. No comenzar con el déficit ni con el problema, sino con lo valioso, lo que funciona, lo que da vida y sentido a la comunidad y desde ahí abordar los problemas que indudablemente se dan en las iglesias y grupos espirituales.

Thomas _Merton 1

Un liderazgo que considere que las comunidades humanas cambian no desde la presión, sino desde el aprecio, el reconocimiento, la dignidad y la esperanza. Esto lo hace radicalmente compatible con la espiritualidad contemplativa y con un humanismo profundo y sirve para preparar a las personas y grupos contemplativos para ser una vanguardia espiritual y social alternativa a los valores capitalistas patriarcales, antiecológicos y anticontemplativos imperantes. Esta es una función esencial de los grupos contemplativos hoy.

Los fundamentos humanistas de un liderazgo para contemplativos deben ser entre otros:

-Dignidad explícita: cada persona debe ser tratada como un fin en sí mismo, no es alguien que simplemente repite patrones grupales.

-Reconocimiento: el otro existe no para adaptarse, sino para florecer.

-Interdependencia: las relaciones son el lugar de la gracia.

-Narrativa positiva: la esperanza transforma más que el miedo o la presión.

-Cuidado emocional: la vulnerabilidad no es instrumento, sino misterio.

En términos de Byung-Chul Han, el liderazgo contemplativo crítico ha de evitar los principales dispositivos de la sociedad del cansancio:

- Combatir el rendimiento ilimitado;

- no promover la transparencia emocional forzada;

- no instrumentalizar la autenticidad;

- no usa la positividad para encubrir problemas;

- no convertir el cambio y la adaptaciónen obligación identitaria.

En otras palabras:

El liderazgo contemplativo crítico ha de redistribuir el poder desde la dignidad y el aprecio, no desde la autoexigencia. En un contexto espiritual, esto significa abandonar la lógica de “debemos adaptarnos para sobrevivir” y entrar en la lógica de “podemos florecer juntos desde lo que ya somos” para ponernos al servicio de todos desde el cuidado de la interioridad para transformar la sociedad.

Un grupo contemplativo no es una empresa, ni una startup, ni una organización orientada al beneficio o a sobrevivir buscando vocaciones a toda costa o en estado de adaptación sin fin. Es un espacio de búsqueda, de silencio, de comunidad, de sanación, de tradición humanista y de esperanza. Su liderazgo, por tanto, no puede replicar lógicas de optimización ni discursos psicológicos instrumentales.

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A la luz del humanismo espiritual y evangélico, el liderazgo que mejor respondería a las necesidades de los grupos contemplativos es aquel que:

-Protege la interioridad: La interioridad es un espacio sagrado. No puede convertirse en un recurso de rendimiento.

-Valora la negatividad: El silencio, el duelo, la duda y el límite son dimensiones espirituales valiosas, no fallos a corregir.

-Fomenta el reconocimiento: El otro no es un rol dentro del sistema, sino un misterio que se revela.

-Construye comunidad sin instrumentalizar afectos: La vulnerabilidad no debe ser obligatoria ni usada como herramienta de productividad emocional.

-Promueve el descanso y la lentitud: La espiritualidad no crece bajo presión. El alma tiene ritmos que no pueden forzarse.

- Hace una lectura crítica de las estructuras y las culturas dominantes en las propias iglesias y en la sociedad occidental.

-Plantea construir los grupos contemplativos como alternativas a la sociedad capitalista, colonial, patriarcal, antropocéntrica y dualista moderna desde la mirada de los pobres y recuperando las raíces de la cultura occidental en diálogo con las culturas no occidentales.

La Escuela de Monacato Laico se intenta situar en este horizonte. Su propuesta formativa  parte, en este sentido, de dos convicciones:

- La vida espiritual necesita un liderazgo que cuide, no que presione. Con un marco ético y relacional donde las personas y comunidades puedan descubrir sus dones, narrar su identidad, discernir con serenidad y crecer sin autoexigencia.

- La psicopolítica neoliberal debe ser desenmascarada dentro de la vida espiritual. Ayudando a desarrollar una capacidad crítica para identificar cuando el discurso del “cambio”, la “resiliencia” o la “motivación” se convierte en autoexplotación encubierta.

Se necesitan prácticas de reconocimiento contemplativo; discernimiento desde la gratitud; ritmos de pausa, silencio y lentitud; liderazgo distribuido sin carga emocional excesiva;espiritualidad del límite y del cuidado; comunidad basada en el afecto no-instrumental y procesos de decisión que integran sabiduría, diálogo y escucha profunda. Un liderazgo que no genere cansancio espiritual, sino florecimiento interior.

El futuro de los grupos contemplativos dependerá, en gran parte, del tipo de liderazgo que adopten. Si abrazan modelos basados en la tensión, la adaptabilidad permanente o la autoexigencia, es probable que reproduzcan dentro de lo espiritual las mismas dinámicas de agotamiento que Han denuncia en la cultura contemporánea.

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Pero si adoptan un liderazgo contemplativo crítico, humanista, podrán reconstruir la vida comunitaria desde:

el cuidado,

la dignidad,

la esperanza,

la lentitud,

el silencio,

la belleza,

la confianza

y el compromiso crítico con las víctimas.

En la tradición contemplativa, el liderazgo no es gestión ni estrategia: es hospitalidad del alma. Y esa hospitalidad solo es posible cuando el liderazgo nace del aprecio, no de la exigencia; de la dignidad, no de la autooptimización; de la interioridad, no de la productividad.

El liderazgo profundamente evangélico es un liderazgo que cuida la fragilidad, reconoce el misterio y devuelve al ser humano a su centro sagrado, para desde él, promover el cambio y la humanización integral de modo orgánico no desde la presión, construyendo una sociedad transmoderna, no patriarcal, no colonial, ecológica, justa, solidaria desde la interioridad comprometida de modo contemplativo.

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